lunes, 24 de noviembre de 2008

La Vanguardia - Tu vida como espectáculo


¿Para qué sirve el Facebook?, pregunto a todos los que han entrado en la rueda y me invitan a hacerlo


No pasa día, desde hace algunas semanas, que alguien no me haga la siguiente pregunta: "¿Todavía no estás en el Facebook?". Varios amigos míos, padres y madres de familia dedicados a serias ocupaciones, a los que no sobra precisamente el tiempo, se han apuntado con fervor a esta web de redes sociales en internet que cuenta con 120 millones de usuarios en todo el mundo. Gentes a las que uno nunca relacionaría con estas cosas muestran hoy un gran entusiasmo por esta herramienta de comunicación creada hace poco más de cuatro años. "¿Para qué te sirve el Facebook?", les pregunto yo a todos los que han entrado en la rueda y me invitan a hacerlo. La respuesta más extendida puedo resumirla así: es divertido, reencuentras a viejos conocidos de los que no sabías desde hacía tiempo, y a lo mejor quedas con algunos para salir a cenar...

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El reclamo que usa Facebook para captar usuarios es un contrasentido porque se ofrece como algo "que te ayuda a comunicarte y compartir tu vida con las personas que conoces". Si ya las conozco, ¿para qué necesito este canal? Invariablemente, hay también algo competitivo cuando el interesado te explica, muy animado, el número de amigos que ha reunido en su Facebook, más que Fulanito pero menos que Menganito.

Los indicadores cuantitativos, omnipresentes en nuestra existencia, cobran aquí una relevancia especial como medidores de algo que aparece bajo la etiqueta de la amistad pero que se intuye más cercano a la celebridad o la popularidad. Me acuerdo de esa vieja canción, creo que de Roberto Carlos: "Yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar...".

La Vanguardia ha abordado recientemente la amenaza que supone para la privacidad el desarrollo de redes sociales como Facebook, MySpace y Tuenti o el éxito de sitios como YouTube o buscadores como Google y Yahoo. Es una evidencia que el espacio virtual pone en crisis y obliga a repensar los precarios equilibrios alcanzados, tras varios siglos de progreso, entre la esfera legal, la esfera individual y la esfera intermedia de la sociedad civil, allí donde lo público no depende de las administraciones pero tiene suficiente fuerza para inmiscuirse en el ámbito privado. Nosotros, los europeos, estamos acostumbrados a que el Estado democrático garantice nuestra protección y libertad individual respecto de los intereses particulares y pugnas parciales de la sociedad civil, a la vez que nos dotamos de organismos sociales independientes para controlar cualquier abuso de la maquinaria estatal y sus servidores. Este juego de vigilancias cruzadas y contrapesos, basado en una razonable desconfianza, trata de preservar la autonomía del ámbito personal. En este sentido, la dimensión virtual supera extraordinariamente los marcos vigentes. El concepto mismo de identidad individual se ve alterado a la luz de la red.

Mientras crece la preocupación por la privacidad asediada, olvidamos, tal vez, otras repercusiones de internet no menos trascendentes. Les propongo pensar en una muy inquietante. El auge de Facebook y webs similares pone de relieve, como apuntaba antes, la confusión entre la amistad y lo que puede ser calificado de sucedáneo de la popularidad. Nuestra sociedad estimula constantemente el éxito como una meta colocada más allá del reconocimiento tradicional: la fama mediática. Alcanzar la fama mediática se ha convertido, para millones de personas, en la única forma de éxito. Un programa como Gran Hermano no hace más que parodiar, sin decirlo, este fenómeno. Pero la fama hipermediática obliga a pagar un alto peaje a las reglas del espectáculo: destruir la barrera entre vida privada y pública, y representar la propia intimidad en la plaza.

Cuando uno cuelga las fotos de una excursión familiar o de una barbacoa con los colegas en Facebook está diciendo, lo quiera o no, que su esfera personal tiene algún interés público, aunque el acceso a estas informaciones sea, en teoría, restringido sólo a "mis amigos", sean estos 2.140 o 23 individuos. "Compartir tu vida", como lo llaman los creadores del invento, nos aproxima a la fama mediática. Y ello conduce fácilmente a hacer cosas pensando en comunicarlas luego a través del Facebook, actuando así para una audiencia. Al igual que muchos famosos, el anónimo descubre las reglas del seudoacontecimiento y acaba fabricando y emitiendo peripecias de su vida casi en tiempo real. ¿Qué hay de malo en ello?, dirán ustedes. Nada y todo, depende de cuánto estimemos esa conquista moderna y burguesa que llamamos vida privada, un territorio único a salvo de la mirada de los demás, allí donde puedo, incluso, enfrentarme al silencio. Si diluimos esta dimensión inviolable, perderemos libertad y habremos retrocedido varios siglos.


Francesc-Marc Álvaro | 24/11/2008 | Actualizada a las 03:31h | Ciudadanos

http://www.lavanguardia.es/ciudadanos/noticias/20081124/53585399279/tu-vida-como-espectaculo.html