jueves, 13 de septiembre de 2012

jueves, 23 de agosto de 2012

Empiezo dieta hipocalorica

Rescato este blog del olvido para iniciar una nueva aventura para bajar de peso. Espero ir publicando 2 o 3 mensajes por semana con mis avances, lo que como y el deporte que practico y lo que peso, etc...

asi que empiezo :

Hoy 23 de agosto de 2012 me he pesado (a partir de ahora me pesare 1 dia a la semana, los viernes por la mañana en ayunas.

Peso hoy : 101,4 Kg. perimetro de barriga : 130 cm.

Impedancia : 36,7 % grasa
                          48,4 % agua

Hoy he nadado en la piscina unos 30 minutos 10 piscinas (20 ida y vuelta).

miércoles, 22 de junio de 2011

martes, 17 de mayo de 2011

Democràcia real Ja !

Propuestas

Estas son algunas de las medidas que, en cuanto ciudadanos, consideramos esenciales para la regeneración de nuestro sistema político y económico. ¡Opina sobre las mismas y propón las tuyas en el foro!

1. ELIMINACIÓN DE LOS PRIVILEGIOS DE LA CLASE POLÍTICA:
  • Control estricto del absentismo de los cargos electos en sus respectivos puestos. Sanciones específicas por dejación de funciones.
  • Supresión de los privilegios en el pago de impuestos, los años de cotización y el monto de las pensiones. Equiparación del salario de los representantes electos al salario medio español más las dietas necesarias indispensables para el ejercicio de sus funciones.
  • Eliminación de la inmunidad asociada al cargo. Imprescriptibilidad de los delitos de corrupción.
  • Publicación obligatoria del patrimonio de todos los cargos públicos.
  • Reducción de los cargos de libre designación.

2. CONTRA EL DESEMPLEO:
  • Reparto del trabajo fomentando las reducciones de jornada y la conciliación laboral hasta acabar con el desempleo estructural (es decir, hasta que el desempleo descienda por debajo del 5%).
  • Jubilación a los 65 y ningún aumento de la edad de jubilación hasta acabar con el desempleo juvenil.
  • Bonificaciones para aquellas empresas con menos de un 10% de contratación temporal.
  • Seguridad en el empleo: imposibilidad de despidos colectivos o por causas objetivas en las grandes empresas mientras haya beneficios, fiscalización a las grandes empresas para asegurar que no cubren con trabajadores temporales empleos que podrían ser fijos.
  • Restablecimiento del subsidio de 426€ para todos los parados de larga duración.

3. DERECHO A LA VIVIENDA:
  • Expropiación por el Estado de las viviendas construidas en stock que no se han vendido para colocarlas en el mercado en régimen de alquiler protegido.
  • Ayudas al alquiler para jóvenes y todas aquellas personas de bajos recursos.
  • Que se permita la dación en pago de las viviendas para cancelar las hipotecas.

4. SERVICIOS PÚBLICOS DE CALIDAD:
  • Supresión de gastos inútiles en las Administraciones Públicas y establecimiento de un control independiente de presupuestos y gastos.
  • Contratación de personal sanitario hasta acabar con las listas de espera.
  • Contratación de profesorado para garantizar la ratio de alumnos por aula, los grupos de desdoble y los grupos de apoyo.
  • Reducción del coste de matrícula en toda la educación universitaria, equiparando el precio de los posgrados al de los grados.
  • Financiación pública de la investigación para garantizar su independencia.
  • Transporte público barato, de calidad y ecológicamente sostenible: restablecimiento de los trenes que se están sustituyendo por el AVE con los precios originarios, abaratamiento de los abonos de transporte, restricción del tráfico rodado privado en el centro de las ciudades, construcción de carriles bici.
  • Recursos sociales locales: aplicación efectiva de la Ley de Dependencia, redes de cuidadores locales municipales, servicios locales de mediación y tutelaje.

5. CONTROL DE LAS ENTIDADES BANCARIAS:
  • Prohibición de cualquier tipo de rescate o inyección de capital a entidades bancarias: aquellas entidades en dificultades deben quebrar o ser nacionalizadas para constituir una banca pública bajo control social.
  • Elevación de los impuestos a la banca de manera directamente proporcional al gasto social ocasionado por la crisis generada por su mala gestión.
  • Devolución a las arcas públicas por parte de los bancos de todo capital público aportado.
  • Prohibición de inversión de bancos españoles en paraísos fiscales.
  • Regulación de sanciones a los movimientos especulativos y a la mala praxis bancaria.

6. FISCALIDAD:
  • Aumento del tipo impositivo a las grandes fortunas y entidades bancarias.
  • Eliminación de las SICAV.
  • Recuperación del Impuesto sobre el Patrimonio.
  • Control real y efectivo del fraude fiscal y de la fuga de capitales a paraísos fiscales.
  • Promoción a nivel internacional de la adopción de una tasa a las transacciones internacionales (tasa Tobin).

7. LIBERTADES CIUDADANAS Y DEMOCRACIA PARTICIPATIVA:
  • No al control de internet. Abolición de la Ley Sinde.
  • Protección de la libertad de información y del periodismo de investigación.
  • Referéndums obligatorios y vinculantes para las cuestiones de gran calado que modifican las condiciones de vida de los ciudadanos.
  • Referéndums obligatorios para toda introducción de medidas dictadas desde la Unión Europea.
  • Modificación de la Ley Electoral para garantizar un sistema auténticamente representativo y proporcional que no discrimine a ninguna fuerza política ni voluntad social, donde el voto en blanco y el voto nulo también tengan su representación en el legislativo.
  • Independencia del Poder Judicial: reforma de la figura del Ministerio Fiscal para garantizar su independencia, no al nombramiento de miembros del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial por parte del Poder Ejecutivo.
  • Establecimiento de mecanismos efectivos que garanticen la democracia interna en los partidos políticos.

8. REDUCCIÓN DEL GASTO MILITAR

jueves, 19 de noviembre de 2009

Ese elixir llamado Amor

ESE ELIXIR LLAMADO AMOR  


¿En qué consiste realmente el amor?
¿Es algo real o simplemente una ilusión que aparece en nuestros sueños más descabellados?
¿Qué es lo que hace que nos enamoremos de otra persona?
¿Qué podemos aprender de nuestras relaciones personales y cómo pueden éstas enseñarnos quiénes somos realmente?

CAPÍTULO  1                                                   
TODO EL MUNDO  LO QUIERE.                                    
TODO EL MUNDO  LO ANHELA.         PERO ¿QUÉ ES?
ME SIENTO TAN HONRADO y tan contento de que, habiendo sido avi­sados con tan poco tiempo —aunque ¿qué es el tiempo?—, ha­yáis venido a estar conmigo esta noche. Yo también he sido invitado a esta velada, y os prometo que lo que oigáis esta noche se convertirá en un gran clásico en los anales de estas enseñanzas en días venideros. Que así sea. Además, lo que os enseñe hoy..., sin mensajeros previos os diré que toda esta enseñanza que oiréis esta noche, con el tiempo se manifestará en vuestra vida como una realidad viviente para permitiros tomarla o de­jarla, según el caso. De modo que ya no va a haber más mensajeros. Se trata de hacer una incursión en vuestra realidad, una incursión en vues­tra mente. Que así sea.
DICES «TE QUIERO». PERO ¿TE QUIERES A TI MISMO?
Estoy llegando al final de mi Gran Obra, y al final de esta Gran Obra llegamos a esta precaria palabra de cuatro letras: amor. Todo el mundo lo quiere. Todo el mundo lo anhela. Todo el mundo debe ser sustentado por él. Sin él hay locura. Sin él hay degeneración. Sin él hay esperanza. Pero el amor existe como un ángel invisible en nuestras vidas y está al alcance de cualquiera, y optamos por perseguirlo —en personas, lugares, cosas, tiem­pos y sucesos— para encontrar ese sentimiento más elevado, ese sentimiento efervescente, ese sentimiento legendario que es mágico: la satisfacción que pone nuestro cuerpo combativo en paz, y libera nuestra mente —eso es lo que hace el amor—, y alegra nuestra alma. Todo el mundo quiero eso.
El amor no es legendario. Existe en cada respiración. De modo que, como continuación de antiguas enseñanzas sobre el tema, dijimos que Dios tiene contado el número de pelos que tienes en tu cabeza, que sabe exactamente cada respiración que has tomado, y que eso debería ser el ejemplo supremo de amor, y eso es absolutamente correcto. Eso es abso­lutamente correcto. Pero, a medida que vamos creciendo y llegamos a la juventud, averiguamos lo tonto que es este concepto, porque nunca en­contraremos a nadie que sepa el número de pelos que tenemos en la ca­beza, nunca sabremos, nunca llegaremos a saber sobre nosotros mismos todos los conceptos que Dios prometía saber sobre nosotros. Renuncia­mos a este tonto concepto. Pero ¿deberíamos hacerlo, deberíamos?
Al abordar el tema del amor llegamos a este gran misterio legenda­rio. No hay ni una persona entre el público, joven o vieja, ni el más lelo de entre los jóvenes ni el más cínico de entre los viejos, que no desee encontrar esta poción mágica, esta poción de la que sabemos que si la en­contramos, todo estará bien en nuestra mente, en nuestros corazones y en nuestras almas, y en nuestro cuerpo y en nuestro reino. Y con el amor encontraremos paz, pero el tipo de paz que no detiene la vida, sino que detiene el pasado antes de que fuera conocido. Detiene el pa­sado y conquista nuestras cadenas dándonos libertad, un amor que nos permite un valor de verdad.
La verdad crece en el terreno del amor. La verdad no crece en el terre­no de las emociones, no crece en el terreno de la culpabilidad y la ver­güenza, la ignorancia y el resentimiento, los celos y la culpa, la victimización y la duda. De hecho, el amor nunca puede crecer en el terreno de la duda. Lo que queda potenciado por la duda no son respuestas, porque la duda no proporciona ninguna respuesta. Si tenemos una mente que duda, no tendremos sabiduría.
Además, sabemos —yo sé y tú sabes, y si tú no sabes, sabrás; que así sea— que el amor no se sostiene en el terreno venenoso de los celos, de la envidia, de la sospecha y de la desconfianza. El amor nunca crece en ese tipo de alma, en ese tipo de mente, en ese tipo de terreno. El amor no cre­ce del odio, del abuso y de la autodestrucción. El amor no crece... Piensa en una flor plantada en el suelo más ácido que puedas imaginar. El Mar Muerto: lo único que vive en el Mar Muerto son bacterias. Ni plantas, ni orquídeas, ni lirios, ni robles, ni grandes árboles crecen de un mar muerto.
Agua pesada, el agua más pesada en la faz de la Tierra está en el Mar Muer­to- mar muerto. Se hacen bombas atómicas y de hidrógeno con el agua pe­sada del Mar Muerto. Muerte y destrucción vienen del agua pesada.
Ahora bien, lo mismo ocurre con el amor legendario: te evade a lo largo de tu vida porque si pones tu mente en tu resentimiento, si pones tu mente en el pasado, si pones tu mente en los celos, si pones tu mente en la desconfianza y tú eres quien promueve eso, si tu mente está inmer­sa en cualquiera de estos lagos, el amor —como una rosa, como un lirio— nunca medrará en tu vida. ¿Significa eso que porque no crece en el mar muerto de tu cuerpo emocional no crece en ninguna parte? No.
Ahora bien, todo el mundo quiere amor. Muchos de vosotros sentís resentimiento hacia vuestros padres porque no os quisieron. Muchos de vosotros estáis resentidos con vuestro pasado porque no hubo amor. Y muchos habéis conocido el amor en el pasado, y lo que eso supuso es que vuestros padres os amaron haciéndoos conocer la libertad, y os dieron una buena guía que os permitió diferenciar lo que estaba bien de lo que estaba mal. Eso se consumó. Recibisteis suficiente amor como para sen­tiros impulsados a adquirir conocimiento. Recibisteis suficiente amor como para sentiros impulsados a tener libertad de expresión. Muchos de vosotros habéis tenido esto. Entonces podéis decir que fuisteis niños que­ridos. Corregir al niño no implica una falta de amor; significa llevar lo correcto y lo equivocado a una posición analógica de discernimiento. Esto es bueno; eso es malo; aquello es una cosa de Dios.
Ahora vamos a encontrar nuestro camino hacia la leyenda. Y el ma­yor logro coronador de nuestra vida es conocer esta medicina mística, que comienza queriéndote a ti mismo. Pero si no entiendes el amor, ¿qué significa el viaje? Sabemos que te atañe a ti personalmente —no a tu pa­reja, no a tus hijos, no a tus padres—; sabemos que este mensaje es un misterio, pero te involucra a ti, a ti, a ti. Es un misterio.
TRES AMORES DE SIETE:                                                                                                             SENSUALIDAD, SUFRIMIENTO Y PODER MANIPULATIVO
Amarte a ti mismo. De acuerdo, crees saber la definición de ti mismo, pero desconoces el verbo en movimiento del amor. ¿Qué significa eso? Bien, en este mundo hay siete pasos que hemos manifestado, aunque sea en pequeña medida. Yo lo hice y tú estás en proceso de hacerlo.
La pirámide está hecha de siete niveles, siete cuerpos, siete concien­cias, siete campos de conciencia vital1. Y de momento has bajado por la escalera, pero aún no has vuelto a subir por ella. De modo que ahora abordamos la cuestión de quererte a ti mismo. Muy bien. ¿A cuántas per­sonas les has dicho «te quiero» y les has hecho cosas y has pensado en ellas? ¿A cuántas personas les has dicho estas palabras que nunca te has dicho a ti mismo?
Así, en el primer sello2, ¿a cuántos hombres y mujeres dijiste que les querías porque estabas sumido en la lujuria y eras el depredador? Usas esta palabra mágica para conseguir que alguien sea seducido por ti, para que te entregue su yo íntimo, íntimo —eso es lo que estabas buscando—, mente, alma, y cuerpo. El énfasis estaba en la mente, en la programación y en lo que seguía: el cuerpo. «Te quiero.» ¿Cuántos de vosotros habéis dicho a las personas de vuestra vida que les queríais porque estabais ar­diendo de urgencia sexual? Levantad las manos. Mirad alrededor. Mirad alrededor para saber que no estáis solos. ¿De acuerdo? Urgencia inmedia­ta, eso es lo que expresaste. Si estás operando desde el primer sello, dirás cualquier cosa. Dirás cualquier cosa.
La mayor de las leyendas es la leyenda del amor; es la mayor, la po­ción más mágica que existe. Sacarás esa posición a relucir y dirás a esa persona que estás enamorado de ella para poder derramar tu semilla o tener un orgasmo, o imponer tu voluntad sobre ella. ¿Cuántos estáis de acuerdo con esto? Levantad la mano.
El primer sello es el punto de venta políticamente más comercial para cualquier producto, incluyendo esta escuela: el sexo vende. Por eso todos los anuncios publicitarios son tan sexys. Por eso, al impartir las enseñanzas de la verdad, este local se llena a rebosar de público cuando se habla de sexo, y cuando digo sexo, quiero decir sexo.

1  Véase en el glosario Figura B: Siete niveles de conciencia y energía.
2  Los sellos son poderosos centros de energía conectados con importantes glándu­las y órganos corporales que facilitan siete grandes niveles de conciencia diferenciados. Los tres primeros sellos son los centros que suelen entrar en juego comúnmente en to­das las complejidades del drama humano. El primer sello se manifiesta como sexualidad, el segundo como dolor y sufrimiento, y el tercero como poder y manipulación. Véase Fi­gura A: Los siete sellos..., en el Glosario.
   
Ahora, ¿cuántos de vosotros sabéis que estoy acertando hasta el mo­mento en este asunto del amor? Quiero plantearos una pregunta: Enton­ces, ¿dedicaríais vuestra vida, mente, cuerpo y alma a esa persona a la que le dijisteis eso y que os creyó, e incluso vosotros mismos os lo medio creís­teis, en el calor de la pasión? Ahora quiero plantearos esta pregunta: ¿Cuántos de vosotros os sentís felices de saber que erais fornicadores en lugar de amantes? Vamos. Creo ver una mano perezosa levantándose por allí. Eso está bien. Ahora quiero preguntaros algo. Vamos a hacer una pausa aquí. ¿Cuántos de vosotros seguís estando enamorados de esa per­sona a la que preguntasteis o dijisteis eso para poder seguir adelante en el calor de la pasión? ¿Cuántos de vosotros seguís enamorados de ellos? Maravilloso. ¿Por qué no estáis con ellos? ¿Cuántos de vosotros no estáis? Que así sea.
Entonces regresamos a esa pregunta que en verdad nos dice: ¿dónde encontramos el amor? Bien, en primer lugar, es un sentimiento extraor­dinario y efímero que ocurre, pero su aparición no depende de nosotros. Empieza aquí3 y se traslada hasta aquí. Esto es únicamente reactivo, emo­cional. Los tres primeros sellos son el animal. Ellos son el animal. Son el territorial, el depredador —que puede vencer al más débil—, la procreación. Es la parte animal de tu naturaleza, a la que todo el reino animal se amolda. ¿Sabes?, nadie hizo un avestruz hasta que fue eso que hacía el avestruz y se convirtió en ella. De modo que toda la naturaleza está he­cha de la conciencia de los dioses, y la conciencia de los dioses está hecha según los tres primeros sellos de los dioses4. De modo que toda la naturale­za exhibe este «concepto de multiplicarse sin responsabilidad, sin ninguna carga». Éste es el primero de los tres sellos.
Pero recordad que os enseñé cómo el Tiranosaurio Rex, cómo el avestruz, el caballo, el bisonte, el tigre, el león, el alce, el pez llegaron aquí: por los dioses que los crearon. Y los dioses que los crearon les die­ron el aliento de la vida. Y, entonces, ¿qué era la vida? Energía de los tres primeros sellos, energía del primer sello. Por eso se le llama instin­to animal.
Ahora bien, el único tipo de amor que existe en el mundo animal —excepto en esos animales que se aparean de por vida— es el de las ma­dres que paren a sus retoños y los cuidan y los crían hasta que son suficientemente fuertes para valerse por sí mismos. Efectivamente, así es. De modo que el sexo no es amor. El sexo es un instinto animal, un instinto humano básico, como es básico en la naturaleza. Es básico en la bacteria Es básico en los virus. ¿Sabes?, la próxima vez que vayas a enviar una tarjeta de San Valentín remítesela a tu viejo virus. Es sólo un pensamiento

3 Empieza primero en la mente; después se activan las hormonas sexuales.
4 Ramtha, Reflexiones de un maestro sobre la historia de la humanidad, Volumen I: Los origenes de la civilización humana (Editorial Sin Límites y Arkano Books, 2004). Capítulo 3.

Quiero formularos una pregunta para poner a prueba mi planteamien­to. Vamos allá. ¿Seguís estando tan apasionadamente enamorados de esas personas como decíais que lo estabais? ¿Levantaríais las manos si no lo es­táis? Que así sea. ¿Por qué? ¿Por qué dijisteis que les queríais? Por la po­ción mágica, ¿no es así?
Una de las grandes enseñanzas que yo solía impartir —solía— se lla­ma «ámate a ti mismo hasta darte vida», amarte a ti mismo hasta darte vida. Ahora bien, amor no sólo es una palabra de cuatro letras. Esto puede sonaros un poco adornado, como cuando le echáis mostaza a un perrito caliente, pero el amor no nace en el primer sello. ¿Cuántos de vosotros habéis usado vuestras enfermedades, habéis usado vuestro cansancio cor­poral, vuestras dolencias para conseguir afecto de otros? ¿Por qué lo hi­cisteis? Os he planteado una pregunta: ¿Por qué lo hicisteis? ¿Por qué creas­teis esa disposición tan sólo para conseguir atención? ¿Por qué? ¿Puedo contestarlo yo mismo? Hicisteis eso porque el primer sello ya estaba desgastado y estabais pasando al segundo sello. ¿Os suena familiar?
Ahora, una vez más, ¿cuántos de vosotros creasteis enfermedad para conseguir la atención que el amor sexual ya no os ofrecía o que y no podíais obtener? Hay más de vosotros, pero, de momento, esto es verdad.
Miradme, mi hermosa gente. ¿Qué estabais buscando? Amor, sufi­ciente como para enfermar por él, y a veces incluso hacíais eso para po­ner a prueba a vuestra pareja, para que mediante el dolor y el sufrimiento pudiera llegar esa atención, pero que no tuviera que llegar a través del primer sello, sino que lo hiciera a través de vuestro propio sentido de autorrespeto, de vuestra necesidad de sentir respeto por vosotros mismos, de vuestra propia necesidad de encontrar suficientes pruebas de que sois algo más que vuestro cuerpo sexual. ¿Cuántos de vosotros sabéis que creas­teis eso completamente? Completamente. Es cierto. Oh, cariño, te queda un largo camino para comprender la conciencia humana. La razón por la que quiero que hagáis esto es porque curarse es exponerse a la ver­dad. La curación es una exposición a la verdad.
Si estás dispuesto a enfermar, si estás dispuesto a sentirte mal, si es­tás dispuesto a hacer esto para poder transferir la energía de los órganos sexuales a otras partes de tu cuerpo para ver si puedes conseguir atención, al menos eso es evolución. Eso significa que hay un gran filón. Eso sig­nifica que hay materia prima. Eso significa que hay una cualidad sagrada que estás buscando —la estás buscando—, porque las personas que dicen a otras personas que las quieren: «Acuéstate, creo que te quieres» o..., no, he olvidado por dónde iba. Ya lo diré bien. Pero una gran vida no se hace a base de una gran sexualidad, porque la gran sexualidad decae. Decae. Cuando hay más realismo y el vidrio de nuestro ojo empieza a hacerse más claro y vemos lo que hemos hecho, ya no nos sentimos tan atraídos hacia esta mentira.
Pero, ahora, volvamos al Santo Grial. ¿Qué es lo que todos estamos buscando? Amor. ¿Qué es lo que todos perseguimos? ¿Por qué llegaría­mos a enfermar? Para conseguir en nuestra vida normal al menos la misma atención que conseguimos en el dormitorio, nos pondremos en­fermos para inhabilitarnos y al mismo tiempo conseguir el mismo to­que humano, el afecto y esas palabras que nos arrullan..., para ver si po­demos hacerlo. La gente enferma porque está harta de ser parte de un cuerpo, y de pensar y lavarse el cerebro con la idea de que eso es verda­dero amor. Lo harás sin dudar lo más mínimo tan sólo para ver si eres mas grande, o si tu pareja es más grande que el primer sello con el que la has atraído magnéticamente hacia ti. ¿Cuántos de vosotros entendéis esto? Que así sea.
Aquí vemos las primeras semillas de la enfermedad. Vemos las primeras semillas de la locura. Vemos las primeras semillas del final de la vida, porque después de que la mentira se ha revelado no queremos afrontarla, de modo que creamos accidentes, creamos enfermedad, creamos ocurrencias, creamos problemas para seguir recibiendo atención, porque no se trata de lo que se nos hizo sexualmente, ni de lo que nosotros hicimos; teníamos la esperanza de amar, y estábamos buscando el amor. Ahora estamos en el segundo sello: creamos estas cosas con abso­luta determinación en el segundo sello de la enfermedad y la dolencia, de la infelicidad, buscando que alguien comprenda, y nuestra necesidad es tan grande que nuestra voz se escuchará por encima de la voz de las per­sonas sanas.
Si el primer sello es seducción —la eyaculación del hombre, la grati­ficación de la mujer—, entonces las mujeres que siguen viviendo para esa gratificación sexual procedente de sus maridos siguen luchando contra el exceso de peso. Y también luchan contra la edad. Esas mujeres luchan contra todo tipo de cosas para hacer que sus cuerpos sigan teniendo el mismo aspecto que tenían la primera vez que se produjo el coito con ese hombre que les dijo que las quería. Ahora bien, ellas ni siquiera..., ni si­quiera oyen nada más. Tienen que limitarse a recrear ese momento. Y lo cierto es que el sexo con la misma mujer, el sexo con el mismo hombre, si eso es todo lo que estás buscando, se vuelve tedioso, y así entramos en el adulterio, porque si ésa es la base de la unión, es la razón misma por la que se comete adulterio, y también es la misma razón por la que se gene­ra desconfianza. Entonces nos movemos y llevamos esa misma energía al segundo sello. Y empezamos a hacer todas esas cosas por las que habéis levantado las manos: enfermedad. Toda dolencia ocurre en la conciencia del segundo sello. Todos los accidentes ocurren en la conciencia del se­gundo sello. Todo agotamiento de las funciones corporales ocurre en la conciencia del segundo sello. Toda enfermedad —dejadme que vuelva a hacer hincapié en ello— ocurre en la conciencia del segundo sello. La ve­jez ocurre en la conciencia del segundo sello.
Ahora bien, como habéis levantado las manos tan gratuitamente cuando he expuesto los puntos de verdad, dejadme que os diga algo: nunca vais a encontrar el Santo Grial en el sexo. Nunca vais a encontrar el Santo Grial en la enfermedad y en el contratiempo. Nunca vais a en­contrar el Santo Grial en la energía del resentimiento, en la energía de la culpabilidad, en la energía de cuando me dijiste «te quiero» por primera vez, energía que ahora se ha metamorfoseado en «esa zorra» —no os sin­táis consternados; habéis pensado estas cosas, por favor—; ahora se ha tra­ducido en el tercer sello como: «Tú, bastardo manipulador, tú. Tú me di­jiste que me querías. Yo te creí. Te di mi cuerpo. Te di los mejores días de mi vida. Te has acostado con mi mejor amiga». Creo que la siguiente pre­gunta que deberías plantearte es: ¿por qué esa persona era amiga tuya? Deberíamos elegir y escoger a nuestros amigos sabiamente. ¿He sido de­masiado gráfico para vosotros, demasiado gráfico?
Al llegar al tercer sello, el amor que se produjo en el primer sello se traduce como mantener a los hijos, mantener al cónyuge y pagar factu­ras. Estoy hablando de cuando las hormonas ya no corren por tus venas y tu mente gira como las ruedas de una carreta con sus fantasías. No estás haciendo el amor con este hombre o mujer que está a tu lado; estás haciendo el amor con otra persona, o la estás observando como si ella lo hiciera con otra persona, porque si pensaras en él o ella haciéndotelo a ti, eso no te haría sentir. ¿Sabes por qué existen las fantasías sexuales y por qué se han convertido en una forma de funcionar natural en esta socie­dad? Porque son la señal de que si pensaras en la persona con la que estás haciendo el amor, no tendrías el gran orgasmo que estás teniendo. Y esto no es aplicable a todo el mundo, pero es aplicable a todas esas per­sonas a las que dijiste que les querías, y «acuéstate, creo que te quieres» o... Sigo sin poder expresarlo bien. Bueno. Ya he aprendido bastante en este plano. De modo que si tienes que fantasear cuando estás con tu pa­reja sexual, por qué no le miras a los ojos y le dices: «¿Sabes qué?, no te voy a hacer el amor esta noche. Voy a hacer el amor con tal-o-cual», o se lo voy a hacer a un objeto; si haces eso, eso hará que empieces a caminar por el sendero del amor.
CUANDO EL SEXO YA NO ES HACER EL AMOR
Comprendemos, por tanto, que las primeras veces el amor sexual —el amor sexual— es implicación total con el otro ser, total. A eso se le lla­ma amor sexual, total implicación; sin fantasías, simplemente implicación total. Eso es el amor sexual. Si eres un degenerado y estás fantaseando...; lo que quiero decir es que tú eres el que te conformas con menos. Co­nozco el caso perfectamente. Eso es el amor sexual: cuando deseas tanto a alguien que no puedes esperar a llevártelo a la cama contigo. Y cuando te metes en la cama con esa persona, tu mente se vuelve loca con ella por todas tus fantasías: esa persona ha estado en tus fantasías; ha ocupado tus pensamientos; ha ocupado tus emociones. Y por fin la metes en la cama y ella te mete a ti en la cama, y ya está, y es fabuloso, de modo que seguís haciéndolo, y seguís haciéndolo. ¿Qué ocurre el día en que tu mente em­pieza a deambular un poco? ¿Qué ocurre entonces? Ya no es amor sexual; es conveniencia. ¿Sí? ¿Cuántos estáis de acuerdo? Conveniencia.
¿Cuántos comprendéis hasta ahora? Lo que os estoy preguntando es: ¿cuántos comprendéis el amor sexual, y cuándo el amor sexual se va, cuándo el amor abandona la sexualidad y ésta se convierte en un hábito en el que sustituimos personas, lugares, cosas, tiempos y sucesos? Levan­tad la mano. ¿Puedo volver a ver esas manos levantadas? Sé que habéis dudado un poco en este caso, pero gracias por vuestra honestidad. Que Dios os bendiga. Que Dios os bendiga. ¿Sabéis por qué? Porque siempre deberíamos saber la intención que está detrás de nuestros actos, siempre. De acuerdo. Entonces, ¿cuántos habéis aprendido algo hasta ahora?
¿Y qué pasa cuando te casas con una persona porque estás enamora­do sexualmente de ella? ¿Cuántos de vosotros os habéis casado con una persona porque estabais enamorados sexualmente de ella? De acuerdo. Durante un tiempo, esa persona pudo satisfacer el primer contrato de ex­pectativas, pero no pudo satisfacer los contratos siguientes; ¿o sí?
De modo que ahora volvemos al misterio del efímero momento de amor en la sexualidad. Dejad de comer. Siempre coméis cuando os po­néis nerviosos. Parad; dejad la comida. Yo no soy un programa de televi­sión, y os estoy hablando. Que así sea. Bien.
Llegamos así al segundo sello. Dejadme que os diga algo. Esto puede resultar difícil de creer, pero, en realidad, la gente fantasea con morir y con las enfermedades para conseguir que otras personas les presten toda su atención, y esa fantasía es tan fuerte como la fantasía sexual. Lo creáis o no —lo creáis o no, mujeres y hombres viriles—, lo creáis o no, esas per­sonas están un nivel por encima de vosotros, en el segundo sello. Sé que esto es duro, pero si tu amante se pone enfermo, deberías decirle: «Hay cariño, cariñito, cosita mía». Eso significa que tu amante —tu amante— está buscando una mayor realización, un orgasmo mayor. El mayor orgas­mo de los amantes es enfermedad en el segundo sello.
A todos os encanta el sexo, pero pensad en el poderoso flujo de adrena­lina que se produce cuando la persona que amas cuida de ti, y te mima y te atiende, o te gustaría que así fuera. Ése es un orgasmo mayor que el sexo.
Y este pequeño brindis es para todos los que ahora comprendéis —es­cuchad—, los que ahora comprendéis los problemas de salud, las enfer­medades psicosomáticas, la obesidad —¿cuál es la antítesis de la obesidad?—, la delgadez, la inanición. Se trata de cambios físicos, pero los cambios físicos sólo se deben a la actitud.
Vamos a brindar porque ahora comprendemos la razón por la que hemos enfermado; «hemos, nosotros», no sé por qué sigo diciendo «no­sotros», parezco un profesor de la escuela dominical; no soy un profesor de la escuela dominical, por favor. La razón por la que has enfermado, la razón por la que has tenido accidentes, la razón por la que ansias la aten­ción es porque es el siguiente orgasmo en la línea ascendente de los siete sellos, las siete escaleras, que llevan a probar el verdadero amor.
¿Cuántos de vosotros habéis tenido fantasías de ser atropellados por un coche, o de ahogaros, o de ser asesinados, o de sufrir una enfermedad catastrófica y morir para que la pareja con la que habéis compartido el coi­to se enamorase más profundamente de vosotros a costa de vuestra propia vida? ¿Cuántos las habéis tenido? Levantad la mano. Daos la vuelta. Mirad a los demás. Mirad a vuestros vecinos. Mirad alrededor. Vamos. Mirad al­rededor. Quiero que sepáis que no estáis solos. Mirad, mirad, mirad. Mi­rad alrededor. Por favor, hacedlo. No os sintáis solos en esto, porque si lo hacéis, pensaréis que es algo especial, y no lo es.
¿Cuántos de vosotros, a partir de aquellos días de fantasías, habéis desarrollado plenamente una enfermedad? Poneos de pie. Lo he pre­guntado porque vuestro futuro se está poniendo de pie. He preguntado a esas personas que, a partir de aquellas fantasías, ahora han desarro­llado plenamente una enfermedad. Echad una mirada a lo que la ne­cesidad de amor del segundo sello produce absolutamente en la vida humana. Miradles. Mirad, por favor. Esto no es un invento de la ima­ginación de nadie. Daos la vuelta. Miradles. Éstas son las personas que ahora quieren curaciones milagrosas. ¿Que esto aún no ha tocado vuestras vidas? Bien, sabéis que desde que me vaya hasta que me vol­váis a ver transcurrirá algún tiempo, y quizá os unáis a las filas de es­tas personas. De modo que quiero que miréis, como centinelas silen­ciosos de todos los demás estudiantes aquí presentes, y quiero que veáis lo que la necesidad de amor, insatisfecha en esta vida, ha creado para ellos.
¿Sabéis por qué ellos son así? Porque todos y cada uno de vosotros, por vosotros mismos, les habéis dicho que les amabais para conseguir di­nero de ellos, o para conseguir un techo que os cobije. Habéis hecho eso. Éstas son las personas que han pasado al siguiente nivel y han enferma­do. No todas ellas; algunos de los que están de pie sienten que esto les está llegando ahora. Pero aquí estoy hablando de enfermedad real.
Estas personas necesitan una extraordinaria cantidad de atención, una extraordinaria cantidad. Necesitan ser amadas por encima de las fa­náticas condiciones que han generado en su vida. ¿Es eso posible? Por­que, ¿veis?, si ellos han creado esto y han perdido a las personas más que­ridas de su vida, se han quedado estancadas en su fantasía —¿me estáis escuchando?—, ahora están buscando amor después de haber llevado su fantasía a la manifestación. No puedo extenderme demasiado en la expli­cación del impacto de esto. Seguid de pie.
Así pues, quiero plantearos una pregunta: todos vosotros, almas libres de enfermedades que seguís sentados, ¿cómo creéis que os llegó la muerte en vuestra última vida? Silencio. Ahora sois jóvenes, ¿de acuerdo?, estáis li­bres de enfermedades. ¿Habéis muerto alguna vez? Pero no os lo podéis imaginar ahora que tenéis tanta vitalidad y que los huesos no os duelen, que los músculos no os duelen. Quiero decir que os sentís muy vivarachos. Así se sentían todas estas personas. ¿Pensáis que vuestra carencia no os va a atrapar? Oh, sí que os va atrapar. ¿Sabéis cómo sé eso? Porque moristeis en vuestra última vida; y después nacisteis en esta. Si tienes fecha de naci­miento, sabemos que te has reencarnado. Que así sea.
Mírales. Éstas son las personas que usaron la fantasía para conseguir atención mediante el deterioro de su propia salud. ¿Y cuántos de vosotros habéis hecho eso? Levantad las manos. Sois los siguientes. Que así sea. Podéis sentaros.
Brindemos:

Por el agua de vida,
la claridad de la verdad,
y comprender el amor.
Que así sea.

De modo que usaste el amor para conseguir tus recompensas sexua­les. Usaste el amor en el sexo; y cuando te hiciste un ser más espiritual, empezaste a preguntarte si lo único para lo que valías era el sexo. Todo el tiempo estabas poniendo esa carga sobre tu cuerpo, pero ¿por qué lo ha­cías? ¿Por qué estabas perdiendo peso? ¿Por qué estabas comiendo en ex­ceso? ¿Por qué? Porque ponías el énfasis en la gratificación sexual.
LEONES Y ÁGUILAS: LECCIONES DEL REINO ANIMAL
Cada animal y cada bacteria practica el sexo. Entonces, ¿es natural? Absolutamente. No es una cosa mala; nunca es una cosa mala. Pero has venido a una escuela espiritual. Has venido a una escuela para ser más grande que la gente común de la calle. Por eso has invertido tiempo, di­nero y una parte de tu vida en estudiar aquí. Ahora bien, ¿voy a decirte que todo lo que hace la gente fuera de estas paredes es la verdad? Por supuesto que te voy a decir eso, porque es la verdad; es su verdad. Pero vi­niste aquí y dijiste: «Sé que la gente cree esto, pero yo no estoy satisfecho. Yo mismo he hecho esas cosas. Yo he dicho a personas que las quería y después me he reído de mí mismo, o me he cuestionado, y me he senti­do mal al respecto. Pero no he podido evitarlo, porque sexualmente de­seaba a esa persona. Y a causa de ella me descarrié». Me descarrié. ¿Pue­de hacerse más patente, más flagrante que esto? «Quería tener sexo con ellos, pero no podía vivir con ellos. Ni ellos podían vivir conmigo.» Esto, por supuesto, es natural. Siempre ha sido natural. Nunca fuimos hechos innaturales. Ésa es la verdad.
No somos mala gente por tener relaciones sexuales. Eso no hace de nosotros malas personas, pero nos hace indignos de confianza, como ani­males, y hace que estemos tan carentes de prioridades como el propio rei­no animal. En otras palabras, lo que esto significa es que las criaturas se aparean; el gran ciervo se aparea con varias hembras. Y esas ciervas no di­cen: «No te aparees con nadie más que conmigo». Todas ellas tienen crías con el semental del grupo. Pero cuando se acaba la estación del celo, to­das las ciervas viven juntas y crían a sus retoños juntas. Es un grupo selec­to. Y todos los machos se van y viven entre ellos. Hay indicaciones de esto mismo en tu propia vida. Esta conducta es muy animal.
De modo que argumentas y dices: «Bien, de acuerdo, Ramtha, si eso es la verdad, que es algo natural, entonces el matrimonio es innatural».
Tienes razón; lo es. Tienes razón. Tienes razón. ¿Hay especies en el reino animal que se aparean para toda la vida? Sí, sí. ¿Es eso natural? Sí.
¿Qué se puede decir de una gran águila —un gran depredador, con enormes alas— que encuentra a su amada y hace el amor con su ama­da, y la lleva junto al río para poder alimentarla, y amarla, y construir un nido con ella, y entre ambos hacen el amor? ¿Sabes por qué ellos ha­cen el amor, y el ciervo y la cierva no lo hacen? Porque el ciervo sólo hace el amor sexualmente a la cierva, pero no la ama. Ese ciervo no de­fenderá a la cierva fuera de la estación de celo ante ningún depredador. No salvará su vida, ni tampoco salvará la vida de sus hijos. Un león y una leona: los leones forman parte de una manada. Y los mayores caza­dores sobre la faz de la Tierra no son los machos, sino las hembras. Ellas son los más grandes, los más violentos, los más maliciosos, los más as­tutos cazadores que existen. Un león procrea con una manada de leo­nas; procrea con ellas cuando están en celo. Y cuando cobran una pieza, es el primero en sentarse a la mesa para cenar. ¿Quieres seguir llamán­dole el rey de las bestias? Creo que deberías dar ese título a sus concu­binas. Y si viene una hembra... —éste es el síndrome del padre adop­tivo—, si una hembra viene con su manada y trae cachorros de otra línea, el león los matará. ¿Y cuántos niños han sufrido abusos en ma­nos de sus padres adoptivos? Levantad la mano. Levantad la mano. ¿Cuántos de vosotros habéis vivido con padres adoptivos y habéis reci­bido abusos físicos o psicológicos de ellos? Levantad la mano. A eso se le llama mundo animal. Y lo primero que hace el león es matarlos o perseguirlos para que se alejen, y los separa de la madre. Y él se queda con ella mientras está en celo, pero en el momento en que ella deja de estar en celo, él se va a buscar a otra.
Bien, en el reino animal han aprendido a adaptarse. Vuelven con sus hermanas, con sus mejores amigas, y las hermanas pastan juntas. Y los machos viejos se quedan juntos mientras no tengan que luchar por una hembra. Pero, los leones de la misma manada... ¿Luchará un león con otro macho por una hembra? Sí, absolutamente. ¿Y por qué? ¿Por qué? Porque ella está en celo y va a parir los retoños de él. El no puede tolerar la descendencia de otro león. Los matará. Eso son celos absolutos y pre­servar su lugar dentro de la manada. Eso es la humillación de la manada por arrogancia. Nadie querrá nunca a tus hijos más que tú.
¿Sabes cómo marca el león su territorio? Orina sobre todas las cosas. Pero las leonas no hacen eso. ¿No te parece interesante? Los machos tie­nen una conducta de género, y también las hembras. Ésa es la naturaleza animal.
Pero la gran águila, algunas tortugas y algunas aves menores encuen­tran una pareja, y una vez que han encontrado ese ser se aparean de por vida; y sabemos esto sobre las águilas porque, durante el gran azote del DDT3, esas grandes y maravillosas águilas machos y hembras... —que se alimentaban de criaturas menores, que a su vez se alimentaban de frutas, verduras y grano rociados con DDT—, sabemos que los huevos no podían ser empollados, y así año tras año no podían tener crías. ¿Dejó el macho a la hembra porque creía que era culpa suya que no pudieran te­ner hijos? Nunca lo hizo. Y actualmente, actualmente, ésta es la sabidu­ría del águila, ésta es la sabiduría de algunas tortugas, ésta es la sabiduría de algunos pájaros; no de todos, de algunos. Y deberíamos tomar esos «al­gunos» y ponerlos en el lugar más elevado de su orden genético. Esas aves se aparean para toda la vida. Si matas al macho, la hembra nunca se apa­reará con otro macho, nunca. Si matas a la hembra, el macho, que como todo el mundo sabe está propulsado por sus órganos genitales, ese macho nunca volverá a aparearse.
Ahora quiero preguntaros algo: como seres humanos, ¿nos encontra­mos en el orden de los animales, o nos encontramos en el orden de los seres humanos? ¿Y podemos buscar en el reino animal y encontrar verda­dero amor, lealtad y confianza, o justificamos nuestra parte animal pen­sando que todos los animales son parecidos?
Incluso en el reino animal hay amor. Y el amor del que estoy hablan­do es un amor que resuena en siete sellos, y vamos a aprender sobre eso que hasta las águilas conocen un amor absolutamente profundo y apasio­nado; conocen la confianza absoluta, la dependencia absoluta, y saben que su pareja es irreemplazable. ¿Y cuánto mayores sois vosotros que las aguilas? Yo no creo que mucho más grandes. Yo no creo que seáis más grandes en absoluto, porque las águilas macho seguían queriendo a las aguilas hembra cuando las cascaras de sus huevos eran demasiado débiles para tener crías. De modo que teníamos el típico síndrome de dos seres incapaces de producir crías vivas, pero se quedaban juntos. Es habitual ver volar sola a un águila macho, y todas ellas son solitarias. No van por ahí buscando hembras. Es un ser de la naturaleza que ha encontrado la plenitud, y en su plenitud no necesita y ni siquiera tiene el impulso de aparearse todas las primaveras; quizá incluso haya dejado de sentir el im­pulso de aparearse.
3 Insecticida químico usado en agricultura. Está prohibido en Estados Unidos des­de 1973

Muchos de vosotros nunca habéis estado lejos de vuestra propia sala de estar o de vuestra mesa llena de comida, pero si alguna vez os aven­turáis a observar la naturaleza, como yo hice y algunos de los presentes habéis hecho, descubriréis que el mayor de los sexos en la naturaleza es el femenino, porque la cría de los pequeños descansa sobre sus hombros. Ése es el mayor de los sexos. Sé que a los hombres no os gusta oír esto, pero dejad que os diga algo: nombrad a todas las criaturas de la natura­leza que después de copular asumen la responsabilidad de criar a los re­toños. Ahora comprenderéis lo poderosas que son las mujeres y lo pode­roso que es el género femenino. Hay excepciones. La energía femenina en cualquier hombre no consiste en convertirlo en una vagina. La energía fe­menina en un hombre es tener la fuerza de seguir adelante con las res­ponsabilidades, algo que la mayoría de los hombres no están acostumbra­dos a hacer. Ésa es una verdad.
Entonces, ¿sienten amor los animales migratorios? Sí, sienten amor sexual. Ahora, los más puristas de entre vosotros llamaréis a eso conducta humanista, o conducta animalista humana, o conducta animal, pues es simplemente la estación en la que se propaga la especie. Pero, de hecho, cuando las hormonas se activan en cualquier criatura..., incluyéndote a ti, te abrirás a cualquiera que te diga que eres especial. Y lo que le pasa a una hembra con un gran ciervo macho es que se siente «reina por un día» du­rante unos tres días; y la leona..., ella es «reina por un día» durante unos diez días. Y la perra será la reina mientras esté en celo. ¿Y no es eso un poco como tu propia vida? Porque mientras estabas en celo, era especial, era único, tú eras la única, la cosa funcionaba. Tú; tú, tú, tú; estoy bus­cando la palabra siguiente, tú, tú: os apareasteis muchas veces, y a conti­nuación la temperatura empezó a bajar y después de eso fue una lucha. Es cierto. Los hombres que deambulan por ahí son animales. Las muje­res que van por ahí están buscando al gran macho, están en el ciclo de celo de tres días, de cuatro días, de siete días, de catorce días. Y después se enfadan con sus hombres porque se van por ahí. ¡Caramba! Se han ca­sado con un animal. Se han ido a la cama con un animal. ¿Qué se puede esperar?
Y después están esas criaturas grandiosas y especiales. La razón por la que digo esto es: oye, sé que crees que eres la mayor inteligencia que exis­te sobre la faz de la Tierra. Nadie te comprende, ni siquiera una mariposa. Sí, cierto. ¿Ves?, no tengo por qué enseñarte estas cosas. Lo único que tienes que hacer es estudiar la naturaleza y descubrirás que hay amor en el reino animal, absolutamente, y es un amor de un orden tan apasiona­do que... Imagina esto: una gran rapaz; a propósito, sólo hay uno o dos tipos de rapaces que lo hacen; la mayoría de las rapaces no lo hacen. Pero la gran águila..., él y ella no son simples animales carnívoros; también son omnívoros, aunque nadie les ve recolectando frutos del bosque y ho­jas para alimentar a sus hijos.
Entonces, ¿cómo se explica que una gran águila macho vea que dispa­ran a su esposa —o que ésta acaba muriendo en los tendidos eléctricos—, y pase el resto de su vida en solitario? Ellos tienen algo maravilloso, algo maravilloso. Se llama amor. Esa pareja en la que se han perdido el uno al otro se sentía tan completa en su relación que ninguno de los dos puede re­emplazar al ausente. Eso es lo que todos vosotros estáis buscando. Estáis buscando a la mujer perfecta y al hombre perfecto que sean irreemplaza­bles en vuestras vidas.
CAPÍTULO  2                                                CÓMO HACER EL AMOR A UNA MUJER
UNA FUSIÓN DE FUERZA INDÓMITA Y COMPASIÓN
Esta noche va a estar dedicada simplemente a eso que se denomina género femenino, en la comprensión de que, en todos estos años que he­mos estado juntos, hombres y mujeres sólo son eso que se denomina vehículo mecánico de un Dios que no es hombre ni mujer.
Bien, entonces, ¿qué visteis en la luz1 antes de volver aquí? Visteis lo que comúnmente llamamos uno de los sexos esforzándose por combinar la compasión y el amor con la fuerza. Pero la fuerza siempre ha sido conside­rada un prerrequisito del hombre, porque él siempre era el que iba por ahí y luchaba por el honor de la familia, y se enfrentaba a las bestias salvajes del bosque para traer a casa los alimentos. De modo que, en realidad, el hom­bre siempre representaba, en cada sociedad, la fuerza de la unión familiar.
Pero, si tomamos en consideración la fuerza que requiere una mujer para dar a luz el fruto de su vientre, una nueva vida, en medio de los dolo­res de parto, entonces estamos hablando de un dolor tal que son muy pocos los hombres que lo han experimentado alguna vez. Ahora bien, cuando muchas entidades dicen que hay más mujeres que hombres que se sienten atraídas por un nuevo movimiento, hay verdad en eso, porque las mujeres siempre han tenido un lado fuerte, aunque, desgraciadamente, nunca han recibido permiso para llamarlo fuerza, porque la fuerza, por así decirlo, de traer hijos al mundo nunca ha podido ser medida en el mundo masculino.

1 La luz o revisión de la vida después de la muerte. Véase revisión de la luz, en el Glosario.

El mundo masculino sólo mide la fuerza en función de levantarse cada ma­ñana e ir a trabajar al campo con el fin de llevar a casa el sustento familiar.
Pero el hombre nunca comprendió la preocupación de la mujer, su ansia, su ansiedad, y la fuerza indomable que es necesaria para traer hijos al mundo. Y de algún modo ellas están más cerca de Dios, porque saben lo que es ir adentro, y expandirse, y producir de sí mismas eso que se denomina una nueva forma de vida. Las mujeres siempre han sido con­sideradas el máximo representante de la Diosa, porque siempre eran las que, en la práctica, se volvían hacia dentro, y concebían, y después saca­ban de sí eso que se llama el fruto de sus entrañas. ¿Cuántos de vosotros entendéis? Esto nos permite entender eso que se denomina la compren­sión de la naturaleza, que la naturaleza es el género femenino, porque la naturaleza da la vida y también quita la vida. Es la mujer la que asume la responsabilidad de una nueva vida. Y ¿qué pasará con su cuerpo? Su cuer­po se debilitará para darle la vida al niño recién llegado, que nacerá a un país libre.
Entonces, hoy comprenderemos lo femenino desde el punto de vis­ta del observador. Y desde el punto de vista femenino, como un observa­dor que llega a entender ambas partes del espectro polar, empezamos a ver cómo el observador puso en marcha esto que hemos mencionado, no por disfrutar de la lujuria, sino por la necesidad de la lujuria de reconci­liarse con eso que llamamos experiencia individual de una mujer.
Así, vemos el poder de la mujer —frágil, más suave, mucho más «acualina», mucho más hermosa en sus rasgos que el hombre—, y ve­mos que sus cuerpos son suaves. Vemos que sus cuerpos son capaces de eso que se denomina engendrar y tener un hijo, recibir el semen del hombre, y ser capaz de agrandarse para poder contener al niño, y des­pués tener esa suavidad aterciopelada en su piel para poder acunar una nueva forma de vida..., como si estuviéramos siendo acunados en el seno del mismo Dios.
Vemos cómo el observador podía elegir, por tanto, ser mujer en una vida, porque en la mujer vemos suavidad, y sin embargo fuerza. Vemos belleza, y sin embargo soberanía. Vemos eso que se denomina creatividad desde el útero mismo, el vacío recreándose a sí mismo.
Entonces ¿por qué el hombre siempre ha temido a la mujer? Porque la mujer nunca fue gobernada por los lugares del primer sello por los que fue gobernado el hombre, porque la mujer era gobernada de manera natural por un orden superior, y el orden superior es el de la supervivencia, mientras que el hombre, que no puede soportar la presión de lo engen­drado por su semilla, debe hacer las cosas a su manera; la mujer cede úni­camente porque ve la situación bajo la mirada fortuita de la superviven­cia. Y la mujer no se entrega en pasión, sino en supervivencia, mientras que, para el hombre, la raíz última de la pasión es la pasión misma. ¿Cuántos de vosotros entendéis? Que así sea.
De modo que si las mujeres operan desde un punto mayor en los se­llos, eso significa que su lugar de poder siempre ha sido el tercer sello, que han podido controlar el dolor y la sexualidad en función de lo que recomendaba su supervivencia. Los hombres nunca pudieron controlar su primer sello en función de su supervivencia. Nunca pudieron hacerlo. Ésa siempre fue la ruina de los hombres. Era su talón de Aquiles. Un hombre que fuera débil en su primer sello siempre podía ser conquista­do. Yo supe eso en mi vida. ¿No entendéis que siempre podíamos enviar la mayor hetaira al que considerábamos nuestro mayor enemigo y él siempre era débil, y el enemigo que no tenía esa debilidad era un enemi­go con el que merecía la pena librar una batalla? ¿Lo comprendéis? Supe esto cuando fui hombre.
Las mujeres, por otra parte, empiezan la evolución de un salto. Los hombres están hechos para derramar su semilla en cualquier momento del día, una vez se han reabastecido y disponen de ella. Las mujeres sólo tienen un ciclo al mes en el que sienten eso que se denomina pasión, y esa pasión es mayor cuando favorece su ciclo reproductivo. En cualquier otro momento que no sea ése, su pasión es seducción, y su seducción es su poder. ¿Cuántos de vosotros comprendéis?
Quiero que os detengáis un momento y miréis esto. Mirad cuántas mujeres tengo a mi alrededor. Ni siquiera los más viriles de vosotros, hombres, ni los más seductores de vosotros tenéis una audiencia así. Bue­no, bueno. Yo sólo soy una personalidad en este cuerpo de mujer. ¿Cómo os explicáis esto? ¿Por qué se sienten atraídas? Dejadme que os cuente un pequeño secreto, a vosotros, hombres viejos de sabias creencias: en mis días, todas estas mujeres se habrían sentido contentas de venir a mi tienda. E incluso hoy puedo amar a vuestras mujeres más que vosotros. Lo puedo hacer. Entonces ¿qué es lo que sé que vosotros no sabéis, mis queridos compañeros maestros? ¿Qué es lo que yo sé que vosotros ignoráis? Me miráis y sólo soy una pequeña y débil mujer.
Ahora bien, como yo las consideraba mis iguales, consideraba que eran Dios. Y cuanto más se acercaban a esto en sus acciones, más hermo­sas me parecían, y cada vez que miras al Dios2 de una mujer en lugar de su feminidad: sus pechos, su vagina, sus piernas, su trasero, su cuerpo, cuánto pesa, cuánto deja de pesar...; en cuanto eso se convierte en la vara de medir que usas, has perdido de vista una entidad muy elevada. Y ellas, por supuesto, las entidades elevadas, no saben que son elevadas porque nunca han estado expuestas a nada más grande que lo que podían conse­guir. ¿Me estáis escuchando?
Entonces, ¿cómo hace el amor un hombre a una mujer? Amando su divinidad por encima de todas las cosas —su cara, su cuerpo, sus pechos, su vagina, cómo se comporta en tu cama—, amando eso sobre todo y en primer lugar, porque eso habla a la eternidad de su ser, ya que, después de todo, ella no es una ella. ¿Entendéis?
Y la mayoría de vosotros, hombres del público, en lo único que pen­sáis es en lo joven que es un rostro, en lo delgado que es un cuerpo, en cómo de grandes son sus pechos, en cómo de grande es el útero; sólo os importa el tamaño, porque sólo podéis conseguir a una que sea igual a vuestro primer sello. Y todas las mujeres, de manera natural, son entida­des del tercer sello, porque en y por sí mismas no son entidades del primer sello. Usan el primer sello como lugar de poder, y sólo como lugar de poder. Ésta es una gran verdad.
Por tanto, ¿cómo debéis empezar a cambiar, mis queridos hombres del público? Y si cualquiera de las mujeres de esta audiencia que está en la Gran Obra es digna de ella, nunca se conformará con un hombre al que tan sólo aplaque su sexualidad, sino buscará que la comprenda y se comunique con ella al nivel de lo divino, y sólo a ese nivel, porque cuan­do eso se considera igual, todo lo demás sigue. Cualquier cosa que sea menos que eso... Si preguntas a una mujer: «¿Amas a este hombre?», la mayoría de ellas dirán que sí. Pero si tienes la visión de mirarlas, verás que te dicen eso —solamente te lo dicen...— por los hijos que han tenido con ese hombre, y porque ese hombre no sólo es la raíz de la supervivencia de sus hijos, sino también la raíz de su propia supervivencia, o, por así de­cirlo, ella es la superviviente de la familia para que los niños puedan te­ner a su padre natural.
Las mujeres, más que nadie de los que están cercanos al cuarto sello, no comprenden el amor porque siempre han tenido que anclarse, y amar en el primer sello, el segundo sello, para abrirse camino en la vida. Y cuando tenían una comprensión mayor y unos criterios más elevados, siempre surgían sus miedos a la soltería, y a la fealdad, y al exceso de peso. Y a causa de todas esas tonterías en las que intentas convertirte en nombre de los hombres, ya has anclado tu paso evolutivo en eso que se deno­mina una imagen ideal, de la que acabarán saliendo gusanos.
2 El uso que hace Ramtha de la palabra «Dios» no debe confundirse con el que se hace en las tradiciones religiosas. Más bien significa nuestro verdadero ser, nuestra men­te única y nuestro libre albedrío, nuestra identidad real e indeleble.
¿EN QUÉ CONSISTE REALMENTE EL AMOR VERDADERO?
¿Tiene el verdadero amor algo que ver con la apariencia? ¿Tiene el verdadero amor algo que ver con eso que llamamos juventud o edad, o es el verdadero amor algo que no puede ser calibrado en los tres prime­ros sellos, y que sólo es calibrado en el cuarto? Y si decimos que las mu­jeres usan su pasión para controlar y seducir a los hombres dispuestos que sólo quieren que se les haga el servicio —éste es un término muy feo, «hacer el servicio a un hombre», y es lo que hacéis muchas de vosotras—, les hacéis el servicio para poder seguir recibiendo su atención; ne­gando en todo momento el poder del lugar donde estáis. Porque, si fue­rais capaces de amar desde ese lugar de poder, y si, en primer lugar, fuerais capaces de reconocer que sois Dios, y que tal vez habéis sido hombre y muchas veces habéis sido mujer, ¿con quién habría que recon­ciliarse?
Nacimos en este plano como entidades con polaridad, negativa y po­sitiva, y esa atracción es tan fuerte que no debe sorprendernos que la energía de la atracción se asiente en el primer sello, y que se asiente en el primer sello para favorecer la procreación. Pero en diez millones y medio de  años has evolucionado algo hasta comprender que aunque esa atracción  pueda tener valor recreativo, no genera un compromiso honrado a lo largo del tiempo y, evidentemente, aquí3 nunca nos sentiremos atraí­dos hacia las grandes parejas de nuestro ser: nos sentiremos atraídos ha­cia ellas aquí4, porque ésa es una atracción de Dios a Dios. Siempre ten­dremos la sensación de que esto es justo y correcto, pero al principio no sentiremos el calor que sentíamos aquí5. Si al principio es aquí donde sentimos calor, la relación está condenada, porque sólo puede ser una co­pia de sí misma hasta llegar a ser aburrida, porque mientras siga habiendo un Espíritu inquieto en hombres y en mujeres, nunca se sentirán felices con su pareja. ¿Y por qué? Porque su pareja nunca representa quiénes son ellos verdaderamente. Y hasta que no empieces a buscar eso que realmen­te eres, vas a tratar de rellenar todos los sellos en los que esté tu nivel evo­lutivo.
3  El primer sello, la atracción sexual.
4  El cuarto sello, amor incondicional.
5  Urgencia sexual del primer sello.
¿Qué significa ser una mujer?
Ahora bien, esta noche quiero que sepáis que los cuerpos emociona­les de estas mujeres están condicionados y dirigidos biológica y genética­mente, aquí estamos hablando de sexo y de ADN. Ellas están dirigidas hacia eso que se denomina supervivencia, y los niños siempre han sido parte de su supervivencia, y si no han sido los niños, ha sido el placer se­xual. Pero la mayor parte de las mujeres sienten la mayor comodidad sexual cuando saben que han poseído a su hombre. Quiero que enten­dáis que esto es verdad. Y aunque pueden sentir placer en la sexualidad, trabajan y se esfuerzan de manera específica para llegar a todo en la sexualidad, de modo que si a las que se esfuerzan tanto les preguntas: «¿Por qué te esfuerzas tanto por estar guapa; porque te esfuerzas tanto por es­tar delgada, por qué te esfuerzas tanto por ser una hetaira, por qué?», la respuesta es: «Para hacer feliz a mi hombre». Un ser iluminado vería esto y diría: «Si tienes que vivir tu vida así, por el placer momentáneo de un hombre, ya estás muerta. Ya estás muerta. Si estás teniendo que vivir para capturar a cierto individuo, eso significa que estás muriendo a tu iluminación en nombre de la comodidad de una persona que no es tu igual. El día en que las mujeres reconozcan que su igualdad está en Dios y no en los hombres, será el día en que consigan compartir el viaje de los hom­bres —que también ven que su igualdad está en Dios y no en la mujer—, el viaje de vuelta a casa. Que así sea.
Y si tienes que amoldarte a alguien, y tienes que negarte ante alguien, y tienes que pretender ser otra cosa que lo que realmente eres, eso no es evolutivo. Vas a morir y volverás a nacer en este cuerpo, con la misma maldición cada veintiún días, hasta que te des cuenta de quién eres ver­daderamente y para qué estás aquí.
Ahora bien, ¿qué significa ser una mujer? Significa que Dios está más cerca de ser realizado, porque el vientre de la creación se asienta justo debajo del cuarto sello, y en esa realización debemos tomar una decisión: ¿vamos entonces a vivir nuestra vida como mujeres, propen­sas a nuestros cambios de humor y dependiendo de nuestros cuerpos, vamos a vivir nuestras vidas dependiendo de que alguien nos haga sentirnos genial, o vamos a vivir nuestra vida en primer lugar y fundamen­talmente teniendo en cuenta que somos Dios en cuerpo de mujer y de­leitándose en ser mujer, deleitándonos en ser hermosas, deleitándonos en ser viejas, deleitándonos en tener sabiduría, deleitándonos en nues­tros cuerpos, y en ser virtuosas, porque entonces somos reales? Cuando hacemos esto, estamos más cerca de Dios. Y podemos decir que esto eliminará de nuestra vida al 99,9 por ciento de los hombres que hay en el mundo. Entonces que así sea. «Puedo caminar sola en esta vida y acer­carme más a mi Dios.» Así es como es. O puedo acercarme a eso que se denomina una dicha maravillosa, encontrando en el sexo opuesto a un nombre que ha pensado lo mismo que yo, y que los dos podamos com­partir nuestra vida, pues eliminar esta posibilidad a causa de nuestro prejuicio sería una manifestación tan regresiva como aquella que nos «forzamos por dejar atrás.
Aquí tengo hombres y mujeres que son verdaderos dioses, los dioses olvidados. Este cuerpo es un atuendo. Sus emociones te controlaron; por eso has venido a la escuela. No estáis aquí para ser mejores hombres y mujeres, sino para llegar a ser dioses finalmente; eso es lo más importante.
En eso consiste ser un maestro. Un maestro sólo tiene que ser hermoso ante Dios. Y no se trata de nuestro aspecto, sino de cómo somos moralmente: de nuestros pensamientos, de nuestro observador. Si nuestro observador puede ver la falacia de nuestra humanidad..., el día que nues­tro observador se ve a sí mismo es el día en que llegamos a la divinidad. En otras palabras, el día en que nuestro observador ve la vida sin lo posi­tivo ni lo negativo es el día en que nuestro Dios se convierte en nosotros. Ése es el principio de nuestro vivir en Cristo.
Las mujeres no pueden vivir su vida con el único objetivo de ser una mujer. Y el día en que su pensamiento común sea el pensamiento de Dios en lugar del pensamiento del sexo femenino —en otras palabras, el día en que el observador observe al observador— será el día en que tengamos vida inmortal. Para las mujeres, esto está más cerca que para los hombres. Ésa es la razón por la que ha habido tantos crossovers6 en el mundo, tan­tos de los que eran hombres en vidas pasadas que se han convertido en mujeres: porque la mujer está más cerca del camino de redención. Esto es cierto.
Y los hombres tienen el camino más largo y arduo de ambos, porque toda su imagen está conectada con su pene. Cada parte de su madurez fí­sica está conectada con su pene. A los hombres les cuesta levantarse cada mañana y pasar el día sin eyacular. Las mujeres no tienen problema. El día en que el hombre deja de estar conectado con su pene y está conec­tado con su cuarto sello y trabaja arduamente para ser eso y puede seguir considerándose un Dios, no un hombre, es el día en que está más cerca de Dios, y entonces está en el mismo precipicio que la mujer.
6 Véase cruzado «crossover» en el Glosario.
Revolución y libertad sexual
Ahora bien, en el siglo XX ha habido una revolución para liberar a la mujer. Y la liberación de la mujer les ha dado permiso para tener múltiples amantes sin sentirse culpables por ello, y les ha dado permiso para sentir pasión sin la responsabilidad de los niños. Y este sueño se ha hecho realidad: puedes estar con muchos hombres sin tener hijos, como deseabas; así puedes saber qué se sentía siendo un hombre en vidas anteriores, que tiene la capacidad de hacer eso: un hombre que puede amar una mujer y después alejarse de ella y del fruto de su vientre. Y en este si­glo tienes la oportunidad de hacer eso. Eso no ha ocurrido accidentalmente; ha sido creado. De modo que con el control de la natalidad vino, por así decirlo, tu liberación hasta un punto o grado mayor, lo que te per­mite vivir tu vida apasionadamente y explorarla sin responsabilidad. Eso no es malo. Eso es un avance evolutivo.
Ahora, la mayoría de vosotras que habéis llegado a ver eso, que habéis llegado a ver ese punto de superficialidad —como hombres y mujeres te­níais los mismos criterios—, habéis entendido que hay un vacío y una super­ficialidad en eso que se denomina sexualidad. Y las que habéis sentido eso sois aquellas que habéis venido a esta escuela y os habéis dicho que ya ha­béis vivido la liberación de ser todas esas cosas, pero queréis conseguir un nivel de comprensión aún mayor. Ese mayor grado de comprensión hace que digáis: yo, evidentemente, elegí esta vida, y evidentemente tuve la ca­pacidad de elegir esta vida para cumplir mi voluntad en lo referente a la crianza de los niños. Tal vez en esta vida tuve la habilidad y me he gana­do la capacidad de explorar esas zonas prohibidas —excepto para las hetairas, que conocían la ciencia de los ciclos de la mujer y no tenían hijos—, y por fin puedo aprender y explorar esas regiones. Ahora que las he explorado he descubierto eso que se dice que es sentirse vacía al acostarse con un hombre que sólo me quiere por mi cuerpo y al que no le importan mis pensamientos más profundos, y sin embargo son mis pensamientos más profundos los que me gobiernan y guían a lo largo de esta vida.
A través de tu cuerpo emocional conseguiste la libertad de disfrutar de la liberación sexual sin responsabilidades. Entonces, ¿cuándo vas a decir ya sé qué es esto, ya sé qué es acostarme con un hombre sin hacerme responsable del hombre y también sin responsabilizarme de los niños? ¿ Y en qué momento te vas a cansar de todo esto para poder decir: cuándo voy a poder acostarme con Dios y tener la responsabilidad de Dios?
¿Cuándo voy a ver finalmente que esto está vacío, y aquí estoy yo, en el lugar que me he preparado para toda la eternidad desde mi centro de poder?  ¿Puedo usar el poder —que es voluntad, manipulación, inteligencia, robustez, franqueza—, puedo usar ese mismo activo para catapultarme a un reino mayor? Y, evidentemente, ¿estoy dispuesta a dejar atrás a los hombres del mundo, que han sido criados en la guardería del mundo... Puedo dejarlos atrás y tal vez encontrar en mi camino a un compa­ñero, o no encontrar un compañero? La maestría de las mujeres consiste en todo esto.
Las mujeres tienen que comprender que no son menos que los hom­bres, y que nunca deberían ser propiedad de los hombres, y que obvia­mente no deberían sentir que la única cosa buena de sí mismas es su úte­ro, o su regazo, o sus glúteos, y deben pensar que eso no es amarse a sí mismas. Quiero que sepáis esto: si estáis tratando de vivir para conseguir el afecto de un hombre por vuestro aspecto, entonces ya estáis muertas, y nunca habéis despertado, porque los hombres viven tradicionalmente desde su primer sello.
Pero la mayor competición de los hombres no son las mujeres, sino otros hombres en el tercer sello; ésa es la auténtica competición. A los hombres les encanta vencerse unos a otros en los juegos que comparten —las mujeres son pasivas—, sólo para aliviarse del esperma que se acu­mula en sus órganos sexuales. Quiero que sepáis esto. Y los hombres to­man a las mujeres para hacer que los otros hombres se sientan indignos al decirles: «Tengo esta mujer y ahora tú no la tienes». Es el concepto del harem. El concepto del harem en la mente masculina viene de mucho tiempo atrás. Es muy antiguo.
El día en que mis mujeres digan: «Estoy viviendo para mi Dios, y vi­viré desde esa moralidad, y también viviré desde esa belleza, y viviré des­de esa claridad, y no venderé mi cuerpo a ningún hombre que entre en mi círculo con el único fin de que le haga sentirse grande; me reservaré para mi Dios», serán mujeres sabias, y una mujer sabia nunca se volverá a vender para pertenecer a un harem, porque los hombres son volubles. Los hombres son inconstantes. Cuando viven en su primer sello, nunca pueden ser sinceros. Si viven en el cuarto sello, están honrados por la im­pronta de Dios. Eso es lo que quieres, y nada más. Ya no deberías ser me­nos de lo que siempre has sido de manera natural.
Y esto es para todos los hombres del público, también, que se sien­ten del mismo modo. Nunca debéis sentir que tenéis que abandonar aquello que es de un orden mayor para jugar un juego de un orden me­nor. No necesitas hacer eso. Si no vives tu vida para lo que la sociedad piensa de ti, entonces ya es hora de despejar las falacias de tu vida y de empezar a vivir una verdad evidente, de empezar a vivir correctamente.
¿A quién le importa lo que piense el mundo? ¿A quién le importa con quién estés? ¿A quién le importa que estés solo? ¿A quién le importa lo que digan los hombres de tu círculo? Si estás en el camino, eso es todo lo que le importa a tu Dios. ¿A quién le importa lo que otros digan? Y quizá ése sea tu desafío, y en verdad tu maestría.
Esta noche honro a las mujeres porque siempre han sido llevadas a los harenes en rebaños, como ganado. Han sido compradas y vendi­das. Han sido tomadas en matrimonio únicamente para ser traiciona­das. Los hombres que les dieron su palabra de honor, y les dijeron que les serían fieles, siempre mintieron, y se daba por entendido que ellos podían mentir. Pero a las mujeres nunca se les permitió incumplir su palabra.
Quiero que mis mujeres de este público, que fuman pipas conmigo, quiero que ellas comprendan que están liberadas, no en una liberación sexual, sino en su liberación divina, que han vivido diez millones y me­dio de años de vida. ¿Quién no habéis sido? ¿Qué no habéis sido en diez millones y medio de años? Si no habéis sido mejores de lo que creéis que son vuestros sueños, habéis sido poco creativas a lo largo de vuestros diez millones y medio de años.
Grandeza, verdadera grandeza, esa epopeya del recuerdo: ¿Quién de este público creéis que será recordado dentro de dos mil años? ¿Creéis que la mujer más bella de entre el público será recordada dentro de dos mil años? No lo será. ¿Pensáis que el hombre más feo del público será re­cordado dentro de dos mil años? ¿Y qué pasará con el hombre más her­moso del público? ¿Creéis que será recordado dentro de dos mil años? Lo siento, pero no apareceréis en los registros.
¿Qué es lo que se recuerda? Una entidad que viva su verdad, sea masculina o femenina; y rara vez es femenina. Ya es hora de que os con­virtáis en antorchas en el nuevo milenio. Es cierto. Yo os digo que Dios en vosotras no tiene prejuicios de género. Vuestro Dios os escogió por un motivo. Traéis a la escena evolutiva oportunidad, no sexualidad. Recordad esto. Vuestro Dios eligió este cuerpo por oportunidad, no por sexualidad.
Y si no creas oportunidades, muestras tu maestría en ellas o estás dispuesta a adueñarte de ellas con sabiduría, sólo serás enterrada en las tumbas de Occidente o de Oriente como algo que quizá fue recordado, pero que huele a podrido. ¿Comprendéis?
¿Es el sexo algo malo?                                                                                         
De modo que nos hemos reunido y hemos empezado a ver que no debe sorprendernos que haya más mujeres que se decantan hacia la ver­dad, porque les es más cercana; es lo que ellas son en realidad. Siempre que las mujeres pueden aplicar verdaderamente el mensaje, y pueden asu­mirlo sin hundirse, son ellas las que vuelven a su verdadero hogar muy fácilmente.
Entonces, queridas mujeres, ¿es la sexualidad algo malo? No, no lo es. Pero se convierte en una mancha para tu honor divino cuando abusas de ella en nombre de la supervivencia; en ese instante te deshonra. Y nunca deberías estar en compañía de aquello que te deshonra, nunca, nunca. Has nacido más cerca de Dios. Desde esa cercanía a Dios, deberías ir ha­cia arriba. Y, sí, es una prueba muy poderosa, especialmente cuando eres joven o cuando estás a punto de perder eso que se denomina el rubor de la doncella. Entonces sientes pánico, porque ¿qué pensará el mundo de ti cuando eso que llamamos arrugas y bolsas..., todo eso empiece a hacer su aparición en tu cuerpo?, ¿qué pensarán de ti?
Pero tienes que preguntarte qué estás buscando. ¿Estás buscando la ignorancia de la juventud? ¿Estás buscando la sabiduría de la eternidad? La gente joven no sabe hacer las cosas mejor. ¿Estás segura de querer re­nunciar a tu vida en nombre de una persona inexperta e ignorante? Un hombre o una mujer sabios nunca harían eso. ¿Y quieres sentir pánico por estar perdiendo la juventud? Ahora bien, hay una razón para sentir pánico, porque durante tiempo has vivido según tus emociones corpora­les. ¿Qué ocurrirá cuando te mires en el espejo y el reflejo que te devuel­va ya no sea hermoso? ¿Qué harás?
Pero ¿para quién estás siendo hermosa: para ti misma o para lo que el mundo pueda pensar? Si vives para lo que el mundo piensa, ya estás muerta. Nunca escucharás las demás cosas que tengo que decirte. Pero si miras tu precioso ser y cultivas toda la sabiduría que has aprendido, y si puedes pelar la cebolla, pélala hasta encontrar el núcleo: ¿por qué hice esto?; lo hice por esto; ¿Por qué hice aquello?; lo hice por aquello. ¿Y por que hice eso?; lo hice por lo otro... Si puedes encontrar el núcleo de to­das tus reacciones, has encontrado la verdad, y ella te hará libre.
¿Cuántas veces has sido mujer en el curso de diez millones y medio de años? Yo diría que más del cincuenta por ciento. ¿Cuántas veces has sido joven y hermosa? Más del cincuenta por ciento. ¿Cuántas veces más puedes serlo? Más del cincuenta por ciento. Cuál será el día en que corras el riesgo y digas: «¿Puedo cultivar algo más que la belleza física?, ¿qué tal cultivar mi mente?, y no me conformaré con nada que no sea compatible con mi mente». El día que hagas eso será el día en que habrás despertado y estarás más cerca de Dios. Y mientras no hagas eso, esta­rás más cerca de tu feminidad.
Las mujeres son seres asombrosos. ¿No sabéis que toda la estrategia de los hombres, durante todo este tiempo, para esclavizaros y marcaros, y trataros como rebaños, y usaros, y abusar de vosotras se debe a que vo­sotras teníais poder, porque erais absolutas en relación con vuestro propio ser? ¿No sabéis que allí, en vosotras, había algo que temer y que usar? Si no hubierais sido una amenaza, nunca habríais sido tratadas como un re­baño de ganado, nunca lo habríais sido, y la religión nunca se habría pro­puesto destruir permanentemente quienes sois.
Este asunto de María, que tuvo un niño siendo virgen, es obviamente un mito creado por un hombre. Aprended a ser vuestra propia persona, y nunca jamás comerciéis con vuestro cuerpo por seguridad. No lo hagáis nunca. No lo hagáis nunca. Lo habéis hecho durante muchas vidas. No volváis a hacerlo más. Y nunca llevéis a nadie que sea menos que vo­sotras a vuestra cama. Nunca lo hagáis. Comenzad a crear vuestra propia iluminación por vosotras mismas. ¿No sabéis que sois merecedoras de que alguien se enamore de vosotras? ¿Y no sabéis que, en el largo y seco caminar por el sendero, antes o después se unirá a vosotros alguna her­mosa entidad que también estará recorriendo el camino?
Pocos son los maestros. La razón de su escasez es su sexualidad. Pero es por eso por lo que a este plano se le llama plano de demostración. En­tonces, ¿tienes miedo, a medida que te haces mayor, de haber echado a perder tu juventud por la idea de un protector o te viene la idea de que has desperdiciado tu juventud y tu volatilidad? Basta con experimentar el coito una sola vez para entender lo que es. Después de que el himen se haya roto, deberíamos poseer sabiduría.
Mira, a cada momento te observo y observo los juegos a los que juegas. ¿Crees que me pierdo algo? No me pierdo nada. Sé quién está jugando a conseguir que esta o aquella persona se interese por él o ella. Sé lo que estáis haciendo. ¿No lo sabéis? Por supuesto que lo sabéis. Pero ¿os habéis parado a pensar que hay un saber que sabe que estáis haciendo eso? ¿Y qué os parecería buscar ese saber? ¿Qué puede ofreceros? Todo lo que no veis ante vosotras.
Estás perfectamente sin un hombre en tu vida. Estás perfectamente. De verdad que lo estás. Sigues siendo igual de importante, y de hermosa y de natural. De hecho, eres sobrenatural. Eres igual de importante sin tus pechos y tu vagina y tu rostro, porque —piensa en esta idea— el ros­tro y los pechos y la vagina se convierten en una pequeña parte de la vida. Piensa en el transcurso desde el nacimiento hasta la muerte, y en qué par­te de ese recorrido eres realmente hermosa. ¿Cuántos años eres fértil y hermosa antes de empezar a envejecer? Menos de un tercio. ¿Y qué vas a hacer con el resto de tu vida? ¿Vas a vivir lamentándote, con ira e infelicidad?
Lo que tienes que hacer es comenzar ahora y decir: «Soy suficiente. Siempre he sido suficiente», y tienes que vivir por tu ideal. Tienes que vi­vir por lo que te da consuelo, lo que te da belleza y lo que te da verdad. No puedes confiar en ningún hombre para que te dé verdad. Tienes que confiar en ti misma. Además, no puedes confiar en que ningún hombre te sustente. Tienes que sustentarte a ti misma, porque hacer las cosas de otro modo es mantener relaciones y vínculos en nombre de la supervi­vencia, y no de una existencia significativa. ¿Cuántas de vosotras enten­déis? Que así sea.
LO MÁS IMPORTANTE ES LO QUE ERES EN TU MENTE
Ahora, mi gente querida, ¿habéis aprendido algo esta noche? Hemos entendido que eso que se denomina emoción y la química que la acom­paña son las voces que suenan en tu cabeza. También habéis aprendido que eso que os habla aquí arriba tiene un motivo ulterior, y el motivo ul­terior es la emoción. Sólo son compuestos químicos los que hablan a la red neuronal. Por eso suena como una voz.
De modo que la mayoría de vosotros respondéis a las voces en vuestra cabeza porque, evidentemente, estáis respondiendo a la emoción química. La emoción química es el pasado; el presente todavía tiene que sentido. Queremos crear un futuro-presente; creamos eso que denomina­mos un futuro partiendo de un ideal. El ideal, deberíamos saberlo, no va a contener ninguna emoción, y lo único que vamos a sentir, si conside­rarnos que «sentimiento» es el término adecuado, es la libertad de ser ca­paces de crear ese concepto. El concepto no va a producir ningún senti­miento. Sois adictos al sentimiento. Los nuevos conceptos no os dan sentimientos de éstos. En todo caso, dan una sensación de libertad. Ése es el sendero del maestro.
Ahora escuchadme, en particular mis mujeres. Sois seres emociona­les porque siempre habéis ido hacia atrás para volver a propiciar una emoción; por consiguiente, nunca habéis crecido en vuestra vida. Siem­pre habéis tenido en vuestra cama aquello que era igual al pasado, y nunca aquello que era equiparable a lo que realmente soñabais ser. Cuan­do creamos desde el observador..., debemos saber que cualquier cosa que creemos no irá acompañada de una emoción. Las mujeres tienden a pre­cipitarse y encontrar una emoción. No quiero que hagáis eso. ¿Sabéis por qué os digo que tenéis tendencia a hacer eso? Porque toda vuestra supervivencia con los hombres, durante mucho tiempo, genéticamente, se ha basado en encontrar aquello que les hacía sentirse bien. A los hombres les encanta que les hagáis sentirse bien, y no les gusta que no les hagáis sen­tirse bien. Y eso es lo que habéis aprendido.
De modo que una de tus mayores estrategias es crear una situación emocional que el hombre pueda resolver, porque es a él a quien acudes con tus problemas emocionales. Pero, si te paras a pensar en ello, ¿no has escuchado nunca esa pequeña voz en tu cabeza que ya sabía la respuesta? Estabas jugando un juego, y siempre has jugado juegos. Lo cierto es que ya sabías la respuesta y estabas escenificando esta obra, e incluso te has observado haciéndolo. Te has observado creando problemas innecesarios para que un miembro del otro sexo los resolviera. Eso lo dice todo. Esto es algo de lo que tienes que prescindir, y tienes que prescindir de ello por­que tienes que dejar de hacerte la lista; tienes que empezar a ser real. siempre puedes ir a la oficina del asistente social más próximo para conseguir  comida. No tienes que prostituir tu inteligencia para que alguien te dé de comer, que es lo que siempre has hecho. Y no tienes que prostituirte  para hacer que el hombre se sienta mejor.
Puede que llegues a la maravillosa comprensión de que, cuando llegas a ser real —real— y simplemente eres quien eres, sin jugar a nada.. sí, quizá tengas que perder a la persona con la que estás compartiendo la cama, pero tal vez la próxima persona que comparta tu cama sea tu igual. ¿Comprendes?
¿Y existen los iguales? Absolutamente. ¿Existen los iguales para los hombres? Absolutamente, porque justo mientras os estoy diciendo esto hay hombres entre el público que ya conocen el programa. Y ellos se venden sexualmente porque entienden todo el juego. Y juegan al juego por­que les satisface sexualmente y se les sigue apoyando. ¿Entendéis?
¿Veis?, lo que queremos hacer es librarnos de toda esta cebolla de la polaridad y convertirnos simplemente en seres —ni masculinos ni feme­ninos; seres— que están al mismo nivel unos que otros. Sólo podemos tener en nuestra vida aquello que es igual a nuestra inteligencia divina; no a nuestra inteligencia de género, sino a nuestra inteligencia de Dioses. ¿Cuántos de vosotros entendéis esto?
Y vosotras, mujeres, vosotras sois las más listas de todos. ¿Sabéis por qué? Porque vuestra energía se asienta en el tercer sello. Y el lugar más vulnerable del hombre es su pene, y eso es algo que sabéis. Lo sabéis. El día que dejéis de ir para abajo y de orientaros hacia abajo y empecéis a orientaros hacia arriba será el día en que regresaremos a nuestra casa en Dios. Fácil.
Y el día en que los hombres dejen de vivir en su pene, en su imagen, y puedan al menos moverse a ese lugar de poder soberano —que sean ca­paces de dejar atrás su pasado, sabiendo que es su pasado— será el día en que se sienten en el mismo precipicio, será el día en que puedan pasar al cuarto sello y al quinto sello. Pero ningún hombre se traslada jamás a esos reinos hasta que se ha adueñado de su poder y se ha adueñado de eso que cree ser en términos de su pene y de su imagen. Si hiciéramos de cada hombre del público un eunuco, ¿quién sería el hombre sin su masculinidad? ¿Seguiría siendo capaz de compartir la cama con su amante? ¿Segui­ría siendo capaz de compartir la comunicación? ¿Seguiría siendo capaz de hacer eso? Si hiciera eso, si fuera capaz de hacer eso, sería un signo segu­ro de que no está en su sexualidad. Y nunca querría ser amado por otra cosa que no fuera su verdadero ser, que él mismo definiría cada día.
Las nuevas fronteras del yo no acaban nunca. Ya conocemos nuestro pasado, y es aburrido. No hay ni un hombre entre el público que esté más dotado que otro hombre. Simplemente así es como es. Y aquellos a los que les gusta fanfarronear es porque son unos necios. Conozco a los hom­bres. Cualquier hombre que alardea de su sexualidad está buscando un harem. ¿Entendéis? El hombre noble nunca hace eso, y el hombre noble no usa su sentido de la sexualidad para adueñarse de una mujer. Cual­quier verdadero hombre de este público que esté más cerca de Dios pen­sará en sí mismo menos como un hombre y más como un Dios. ¿Comprendéis? Y lo mismo para vosotras, las mujeres.
Ahora bien, ¿cuál es vuestra moralidad cuando llegamos a la ense­ñanza de lo que un maestro es y de lo que no es? ¿Qué es un maestro? Un maestro es alguien que no usa su cuerpo, su rostro, sus pechos, su útero, su riqueza —tratando de ser delgada, tratando de ser gorda; no impor­ta—, alguien que procura no usar eso para reducir su verdadero ser. De­bes enfocarte en lo que eres como mente. En realidad la mente no tiene género; ¿sabías esto? En la ciencia clásica no se habla de la mente feme­nina ni de la mente masculina; sólo hay mente. Yo os digo que es mejor esforzarse por ser una mente, y tener la imagen de una mente, que un cuerpo, porque, si lo haces, te unirás a las grandes e ilustres filas de los maestros.
Si siempre piensas en términos de competición, si piensas en térmi­nos de lo delgada que estás —¿cuántas veces te saltas la comida para po­der tener el aspecto que tienes?, ¿cuántas veces comes para apaciguar lo que no se te ha dado?—, si te enfocas siempre en el cuerpo, en lugar de la mente, saldrás perdiendo. Las personas de este público están aprendien­do a ser maestros. Entonces, ¿qué es una mujer maestro? Aquella que no usa su cuerpo para conseguir lo que quiere; segundo, la que no juega con la tragedia de su pasado para conseguir lo que desea; y, tercero, la que puede ser quien es desde hace dos minutos.
Cualquiera de vosotras, y muchas de las que estáis aquí arriba, os sentais y protestáis y os quejáis de lo que os ocurrió en el pasado. ¿Quién serías si no tuvieses esos recuerdos? ¿Podrías valerte por ti misma? ¿Podrías? ¿Podrías ser tan hermosa, excitante, intrigante, consciente si no tuvieras que atrapar a un hombre por todas esas cosas terribles que te ocurrieron? Escucha: a todo el mundo le ocurren cosas terribles. No eres la única. Nadie es único aquí. ¿Serías capaz de ser tan guapa sin un pasado como  lo eres  teniendo uno? Y si puedes eliminar el pasado y simplemente ser quien eres y sostenerte sobre los méritos de tu propia sabiduría..., eso es algo de lo que sentirse orgullosa. Si no puedes, no tienes nada de lo que sen­tirte orgullosa; ya estás muerta. Y cualquier gran hombre que sea un maestro ya sabe eso. ¿Comprendes?
No puedes engatusar a un maestro con tu victimismo. No puedes se­ducir a un maestro con tu belleza, con tu cuerpo. No puedes hacer eso. Sólo puedes seducir a un maestro cuando compartes una mente igual. La moralidad para las mujeres es: no uséis vuestro cuerpo para llegar donde creéis que vais, y no uséis vuestro pasado para compensar vuestras pre­suntas carencias corporales. No controles ni manipules a nadie si no tienes el control de ti misma —¿entiendes eso?—, y ámate a ti misma por encima de todo. Y si nadie más en este mundo ama tus ojos, ama tu ros­tro, ama tu cuerpo, por mucho que hayas comido, si nadie más que tú lo ama, con eso es suficiente. Y quienquiera que llegue después de esto será más que merecido. ¿Comprendes? Y entonces serás feliz. Entonces serás la más apreciada de las joyas.
La mayoría de las mujeres no se sienten felices hasta que consiguen tener a alguien en su cama. Si puedes ser feliz sin ningún hombre ni mu­jer, y simplemente te sientes feliz contigo misma, eres una joya que no tiene precio. Prefiero estar cerca de Dios que cerca del corazón de un hombre o de una mujer. Esto es lo que dice Cristo: «Buscad el reino, y lo demás se os dará por añadidura». Eso es verdad; y hacer las cosas de otro modo es hacer concesiones; ya estás muerta.
Ama a tus hijos con todas tus fuerzas y con todo tu corazón, y dales cada momento que sientes que no se te dio a ti. Muéstrate tierna con ellos, ámalos y enséñales bien. Y nunca jamás dejes que tus hijos te vean insegura, y nunca jamás te muestres insegura. Has de encargarte de tus inseguridades antes de poder caminar noblemente ante tus hijos. Y ensé­ñales a rectificar todos los problemas, y enséñales a no tener prejuicios; enséñales amor y fortaleza. Enséñales que la belleza no lo es todo, y que la nobleza y el coraje lo son todo. Enséñales que ellos son seres en proce­so de desarrollo, y que cuando estén desarrollados hasta el punto de acep­tarse a sí mismos, sólo entonces —sólo entonces— sentirán que son aceptables para el mundo, no antes ni después. llenes que enseñarles que son suficientemente buenos, y que son ellos los que están aquí, en este viaje. Vosotras sois sus madres. Enseñarles eso. Enseñadles a amar y enseñadles a perdonar, y enseñadles rec­titud. Y no les enseñéis ninguna otra cosa que no sea esto. No les ense­ñéis mentiras. No enseñéis a vuestras hijas a manipular. No enseñéis a vuestras hijas a crecer demasiado deprisa. No enseñéis a vuestros hijos a crecer demasiado deprisa. Enseñadles a ser niños, que aprendan a explo­rar, que aprendan a amar, que aprendan a entender, que disfruten de la inocencia infantil. Y cuando lleguen a la edad adulta, enseñadles a com­portarse responsablemente con sus cuerpos, pero siempre desde el punto de vista de que ellos tienen el control —¿entiendes eso?— y de que en­tregar su cuerpo por la locura de un hombre es una cosa estúpida.
Es tu hora de ser un gran profesor. Es tu hora de amar incondicionalmente. Es tu hora de enseñar y de amar. Nunca renuncies a tus hijos por ningún hombre. ¿Me oyes? Nunca. Que así sea. Y no me importa que nadie más en el mundo piense que eres hermosa. Yo lo pienso, y tu Dios también. No vivas para la carne; vive para la mente. Y la mente multipli­cará tu recompensa un millón de veces.
Tu más elevado cumplido es tu mente, no tu cuerpo
Bien, ¿estáis escuchando? Si es así, ¿qué tienen que ver estas ense­ñanzas con el observador7? Todo, porque el observador es imparcial. Deberías saber eso. El observador es imparcial. Y el observador, en su manera de observar algo, es imparcial respecto a cómo lo sentimos. ¿Estáis conmigo?
La mayoría de los hombres y mujeres siempre han sido segregados y, por supuesto, aquí estamos con un grupo de mujeres segregadas, sal­picadas de algunos hombres— para explicar eso que se ha dado en llamar la guerra de los sexos. Básicamente no hay ninguna guerra porque, hasta este momento, todo el mundo ha vivido en función de sus emocio­nes, de sus instintos, de sus sensaciones corporales. Mirad, estáis en la es­cuela de la Gran Obra. Si estuvierais por ahí fuera esta noche, siendo un «él» o una «ella», ni siquiera escucharíais lo que tengo que decir, aunque el lunes por la mañana desearíais haber escuchado unas palabras de sabi­duría. Pero esta noche no. Estáis aquí para aprender.
7 Véase Figura F: El efecto del observador y la célula nerviosa, y Figura G: Biolo-celular y su conexión con el pensamiento, en el Glosario.
El observador en las mujeres no es distinto del observador en los hombres. Simplemente, lo que ocurre es que las mujeres procesan el ob­servador de un modo diferente a los hombres. La diferencia consiste en que los hombres suelen procesarlo y desplegarlo en su primer sello, mien­tras que las mujeres suelen hacerlo en el tercero. Ésa es la diferencia. Y en un mundo en el que todo está basado en los tres primeros sellos, son las mujeres las que tienen que abordar los asuntos relacionados con eso que llamáis seguridad. Los hombres han de abordar el éxito. Los hombres no tienen miedo de fracasar ante las mujeres, pero les aterroriza la posibili­dad de fracasar delante de otros hombres.
De modo que las mujeres son las verdaderas amazonas. Son las ver­daderas guerreras. Saben qué es salir ahí fuera, hacer la guerra y salvar a la familia y el hogar. Ellas lo saben. Por eso su poder ha sido subyugado durante eones, porque ellas son absolutas, son una ley para sí mismas. ¿Y qué tiene esto que ver con la enseñanza? Simplemente esto: que en el observador, la mayor precaución de las mujeres, con lo que más cuidado han de tener, es su poder sobre los hombres. Y si las mujeres asumieran el poder y lo llevaran hacia arriba, en lugar de llevarlo hacia abajo, irían hasta su séptimo sello fácilmente, fácilmente.
Los hombres tienen muchas más dificultades con el observador, por­que sus sentimientos respecto a cualquier cosa y a todas las cosas que crean tienen que ver con el éxito, y el éxito siempre está anclado en la sexuali­dad. ¿Me estáis escuchando? Tienen un camino muy duro. Y ese camino tan duro es que puedes tomar un hombre iluminado y ponerlo con una hetaira, y beberá las aguas del olvido casi toda su vida. Será esclavizado por el tigre, y ahí es donde las mujeres siempre ganan. No me importa lo que digáis. Siempre lo han hecho, aunque, por desgracia, nunca se les ha concedido el poder de dirigir; siempre lo han hecho a través de su sexua­lidad o de sus hijos.
Ahora bien, a la hora de convertirse en maestro..., hay hombres y mujeres maestros, y ambos son considerados iguales; no son considera­dos desiguales. Y tienen su belleza respectiva. Los hombres que son maes­tros son preciosos, preciosos, según el decreto de su belleza. Las mujeres son impresionantes. Son hermosas de acuerdo con el decreto de su ley.
Pero, en los maestros, hay igualdad; no hay desigualdad. Hay compartir. No tenemos maestros en este reino que vivan en su primer sello, y luego otros que vivan en el cuarto sello. Ellos no son maestros. Todos los maes­tros están en pie de igualdad. Sólo pueden existir en un dominio donde todos sean iguales.
Entonces, ¿cómo se reconcilian las mujeres cuando finalmente se les otorga la igualdad? ¿Pueden seguir siendo hermosas y pueden seguir sien­do femeninas, y pueden seguir siendo elegantes y poderosas? Sí, hay mu­chas que lo son. ¿Hay mujeres que, como su belleza ha sido tan degra­dante para ellas, están feas y estropeadas, y es así como encuentran su maestría? Sí, pero has de saber que todos entendemos que esto es así. Se le llama el camino.
¿Y hay hombres viriles y hermosos que parecen dioses o el mismo dios sol? Sí. ¿Y hay hombres maestros que son feos, desgarrados y con ci­catrices? Sí, porque lo que nos lleva allí y lo que apreciamos es en lo que nos convertimos, porque, cuando llegamos, el hecho de llegar no tiene nada que ver con nuestro aspecto. Se trata de lo que somos, la sustancia de lo que somos.
Mirad, elegí un cuerpo de mujer porque ellas son el grupo con más prejuicios que ha vivido nunca, y sin embargo son el grupo más poderoso; de otro modo nunca se habría producido la conspiración religiosa para oprimirlas. ¿No creéis que reconozco una espada cuando la veo? Y libe­rarlas ha sido una tarea equivalente. Todos los grandes profetas que han mostrado su rostro ha tenido rostro de hombre, lo que ha dejado a las mujeres poco que adorar e idolatrar, excepto quizá la naturaleza, y las hier­bas, y las flores, y la comida y el hogar y sus hijos. ¿No entendéis eso? Pocas mujeres llegan a sentirse alguna vez orgullosas de sus hijas, porque ellas entienden la jornada en función de la supervivencia. Eso es lo que hacen. Es una sabiduría duramente ganada. Elegí a una mujer porque, cada vez que salgo aquí fuera y os hablo, ése es el hermoso rostro que contempláis. ¿Y puede un rostro hermoso saber tanto y ser tan equilibrado y tan desa­pegado? ¿Puede un rostro hermoso realmente ser Dios, y no dejarse per­suadir? Sí. ¿Y puede tener poder? Absolutamente.
María, la madre de Yeshua ben José, es un arquetipo lastimoso. No es de extrañar que llore todo el tiempo. Quiero que todas vosotras se­páis que podéis llegar a ser como yo. No tenéis que ser un hombre. No tenéis que ser un hombre. Todo lo que tenéis que hacer es ser vosotras mismas y tener vuestra sustancia, vuestra moralidad, y que vuestros cri­terios sean impecables. Entonces seréis como yo.
Podéis seguir siendo todo lo hermosas que deseéis, todo lo feas que deseéis. Podéis ser todo lo viejas que deseéis; podéis ser todo lo jóvenes que deseéis. Todo esto podéis tenerlo en vuestros propios términos. La cosa más importante que amáis en mí soy yo, y no puedo ser visto. ¿Lo veis? Todas esas veces que os ponéis delante del espejo, y todas esas comi­das que os negáis a comer, y todas esas cosas que coméis de más..., ¿no entendéis que todo eso no tiene nada que ver con la sustancia? Es esto, y sale por los ojos, y es muy hermoso.
Estáis así de cerca. No uséis vuestra sexualidad para encontrar otro marido. Usad a vuestro Dios para encontraros a vosotras mismas. ¿Signi­fica eso que vais a ser abstinentes a lo largo del viaje? Tal vez. En realidad, eso no importa si ya os sentís completas. Sólo necesitamos a la gente por­que tenemos una carencia en nosotros. Cuando estamos completamente satisfechos con nosotros mismos, todos los demás son compañía. ¿Com­prendéis? Ésa es la mujer más deseable sobre la faz de la Tierra. Ésa es la mujer más deseable sobre la faz de la Tierra, la que no necesita a nadie. ¿Me entendéis?
Siempre os habéis anclado hacia abajo y siempre habéis usado el pa­sado —los abusos del pasado, de vuestra cultura, de vuestra religión, de vuestros padres— para enganchar a alguien. ¿Y sabéis que siempre había una parte de vosotras que sabía que estaba haciendo eso? Lo sabéis. Y os maravillabais de vuestra inteligencia, pero al mismo tiempo la detestabais y os avergonzabais de ella porque verdaderamente sentíais las cosas que sentíais, aunque vuestra cabeza os decía otra cosa. Entonces, ¿a quién de­bíais escuchar, al corazón o a la cabeza? A la cabeza. Y usasteis eso. De modo que os rebajasteis y usasteis vuestra víctima al máximo, y cuando estuvisteis preparadas, tendisteis la trampa de vuestra sexualidad. Y des­pués, para mantener a aquéllos allí, volvíais a la víctima. ¿Estamos dicien­do la verdad aquí? Oh, sí, la decimos. Y la más hermosa hetaira aquí pre­sente se volverá fea y envejecerá.
¿Y qué pasaría si te dieras cuenta de eso que ya sabes, eso que se ríe de lo que estás haciendo? ¿Por qué no sigues su consejo y te ensalzas? ¿Qué tienes que perder durante los próximos cinco años? Nada. ¿Qué pasaría si en verdad te convirtieras en eso que se ríe de todo lo que haces? ¿Por qué no te limitas a ser eso? ¿No sabes que los Dioses de las Siete Her­manas8  te encontrarán porque no eres una persona común? ¿Y no sabes que te querrás a ti misma todavía más? ¿Y no sabes que entonces no po­drás librarte de estos moscones, porque serás muy pegajosa? ¿No entien­des que es así como funciona? La verdad es libertad, y también es seducto­ra. Es el cumplido más alto que nos dedicamos a nosotros mismos. Nuestro cuerpo no es nuestro cumplido más alto; nuestra mente lo es.
8 Las Pléyades
Quiero que seáis grandes mujeres, hasta que lleguéis a ser grandes Dio­ses. No quiero que tengáis miedo de nada. No quiero que tengáis miedo del tiempo, o de vuestro rostro, o de las arrugas, o de la gordura. No quie­ro que tengáis miedo de la comida. No quiero que tengáis miedo de la po­breza. No tengáis miedo de ninguna de esas cosas, porque el observador, que se ríe mientras tú vas ensamblando este sueño, es el mismo que pue­de hacerte rica, hermosa y eternamente joven. ¿Entiendes eso? Que así sea.
Simplemente tienes que ser lo suficientemente valiente como para actuar conforme a tus propias ideas. Cuando digas que hay que marchar y nadie más marche a tu lado, tienes que ir adelante. Y si nadie más está allí, resuelve los problemas por ti misma. ¿Entiendes eso?
Ahora me atrevo a decir que si hacemos una lectura personal de to­das vosotras, comprobaremos que habéis sido mujeres muchas veces más hermosas de lo que sois ahora, más feas de lo que sois ahora, más ricas de lo que sois ahora, más pobres de lo que sois ahora, cortesanas, leprosas. Si es así, ¿qué tenéis que perder si la cosa no funciona? Por supuesto, vais a ser más sabias cuando vayáis a la luz, y vais a crearos un cuerpo más her­moso porque ésa es toda la sustancia que habéis conseguido de él. ¿En­tendéis? ¿Cuántas de vosotras entendéis? Que así sea.
De modo que no bromeaba cuando os dije que en el mayor ejército que existió jamás, una pequeña parte eran mujeres. Ellas eran los guerre­ros más malvados que hayan existido nunca. Yo podía cercenar cabezas sin sentir pena. Ellas podían hacerlo mejor que yo porque su ira no conocia perdón. Esto es sólo para decir dónde estaban realmente, y el tipo de voluntad que se asienta detrás de su fachada, de su hipocresía, de su diplomacia.
Cuando desarrolles quien eres, serás más hermosa de lo que nunca hayas sido, y no podrás ser comprada, y no podrás ser adulada, y no po­drás ser vendida. ¿Entiendes? Que así sea. Te prometo que si haces lo que te digo que hagas, en menos de una quincena verás la virtud de esta en­señanza. No sólo dejarás de sentirte enferma en tu cuerpo, porque no tendrás que seguir recurriendo al victimismo, porque no estará allí. De modo que, si no está allí, no tendremos esos péptidos yendo hacia las células y produciendo la locura. No tendremos enfermedad. Y cuando se tiene honestidad no hace falta preocuparse por el tiempo. Por tanto, todo lo que tienes que hacer es ser el núcleo de lo que verdaderamente eres, ese observador. Y ese observador entonces te dará vida inmortal, y nunca morirás de cáncer ni de ninguna otra enfermedad. Las mayores ta­sas de cáncer están asociadas con el género femenino porque las mujeres juegan estos juegos, y se detestan a sí mismas porque en el trasfondo de sus cerebros alguien se está riendo constantemente. ¿Entiendes eso?
Durante una quincena, decid lo siguiente:

Permíteme vivir según la voz de mi mente.
Ser eso verdaderamente, a cada momento.
Permíteme vivir no de la riqueza de un hombre,
sino de la de mi propia mente.
Dios, manifiesta mi mente hacia la riqueza, la seguridad y la verdad,
y enriquece mi vida
para que yo sea una luz en el campo de los muertos.
Que así sea.

Eso es todo. Daos la vuelta y contad a vuestros compañeros lo que habéis aprendido.
INTERLUDIO                                                                                                                                                      EL AMANTE PERFECTO
DENTENGÁMONOS AQUÍ por un momento. El viaje que tenemos por delante está lleno de misterio; son las historias y secretos re­servados para la mesa de los maestros, seres que lo han vivido y lo han visto todo, y que han sobrevivido para contárnoslo. Dejadme que os ex­plique.
¿Cuál es el secreto para encontrar el amante perfecto, el perfecto amante que en nuestra vida nunca se marchitará ni se volverá feo? Los tres capítulos siguientes abordan esta cuestión desde distintos ángulos, ofreciéndonos una serie de analogías —desde extrañas condiciones médi­cas e historias populares hasta la antigua sabiduría de grandes maestros— que nos aportan claves importantes.
La sagaz mente de Ramtha nos invita a investigar: cuando nos ena­moramos, ¿cuál es el objeto de nuestra atracción? Cuando decimos que amamos a alguien, ¿qué es lo que inspira nuestros sueños e imaginación? ¿Qué es exactamente lo que capta nuestra atención y nos roba el pensa­miento? Estas son preguntas importantes, porque no todo el mundo está de acuerdo respecto a qué es verdaderamente el amor.
Parece que el amor y la belleza pertenecen a la misma categoría, y sin embargo ambos dependen en gran medida del ojo que los contempla. El gran filosofo y escritor escocés del siglo xviii, David Hume, señaló: «La belleza no es una cualidad de las cosas mismas: existe únicamente en la mente que las contempla; y cada mente percibe una belleza diferente. Una perpersona podría incluso percibir deformidad allí donde otra es sensible a la belleza; y cada individuo debería aceptar su propio sentimiento, sin pretender regular los de los demás»1. Eso implica que la belleza que percibimos y de la que nos enamoramos es en gran medida subjetiva, un asunto de la mente que no se basa exclusivamente en las características externas, en atri­butos especiales o en la precisión matemática de medidas y proporciones.
La respuesta de Ramtha a este acertijo es muy ingeniosa e inesperada. El muestra que el secreto de mirar a alguien a los ojos contiene una pieza del rompecabezas. Cuando los amantes se miran a los ojos, su mirada es hipnótica y cautivadora, porque lo que se está reconociendo a través de esa mirada es la verdadera identidad de la persona, algo que está más allá del cuerpo y sus partes, del género, o del estatus en la vida. La gente que pone todo su esfuerzo en la belleza física y en la apariencia de su cuerpo está re­duciendo y limitando su identidad exclusivamente al cuerpo físico, confor­mándose con un amor que no puede trascender más allá del mero amor se­xual, de la atracción sensual. Los pensamientos, preocupaciones e ideales íntimos —la mente del ser amado— suelen quedar fuera del panorama, preparando el camino para el desastre inminente, para una satisfacción efí­mera que nunca alcanza un nivel significativo de intimidad y comprensión.
El punto que tratamos de establecer es que el amor cambia de tono y de color dependiendo de cómo nos veamos y nos definamos a nosotros mismos. Si nos vemos únicamente como un cuerpo físico, ése es el úni­co tipo de amor que podemos esperar y experimentar de acuerdo con nuestra noción del amor. Será un amor físico y nada más. No debería­mos quejarnos al respecto. La infidelidad no debería sorprendernos en este caso, ya que el objetivo principal es meramente el placer sensual, por más disfrazado o cargado de culpabilidad y responsabilidad que pueda es­tar. Esta no es una cuestión de moralidad; simplemente es una elección que hacemos frecuentemente. «El amor es algo multi-esplendoroso», pero, en la sociedad actual, Ramtha explica con tremenda honestidad que mu­cha gente sólo consigue experimentar «una trampa multi-esplendorosa»2. Las grandes empresas de publicidad y entretenimiento usan los dones de la sensualidad para atrapar la atención de la gente, pero la gente común también usa dichos dones para construir nuevas relaciones que presuntamente serán duraderas y enriquecedoras.

1  David Hume, Essays Moral, Political and Literary, editado por Eugene F. Miller, ed. revisada (Indianapolis, Indiana: Liberty Fund, Inc., 1987), Essay XXIII, Of the Standard of Tosté, p. 230.
2  Love Is a Many-Splendored Thing: Mastery and the Relationship Factor, Part I, cinta 382.5 (Yelm: Ramtha Dialogues, 1998).

Ramtha insiste en que la clave reside en la mente, y afirma: «Lo que hace que el amor sea mágico no es el acto en sí, sino la sacralidad que conduce al acto, porque todo ello es mente»3. Él explica que «la verdade­ra belleza no tiene que ver con el propio cuerpo. Es la originalidad del Espíritu, los ojos danzantes y la mente rápida, un Espíritu que conoce y comprende los desafíos de la vida»4.
Ciertas enfermedades mentales, como la amnesia y la personalidad escindida, ponen en cuestión la verdadera personalidad del individuo. Una persona que sufra de amnesia puede olvidarse de las demás personas, incluyendo a sus amantes y a sus hijos, de un día para otro. Los amnésicos siguen acordándose de cómo hablar, andar y funcionar normalmen­te, si bien no recuerdan el pasado, las emociones compartidas con sus seres queridos. Su identidad queda drásticamente alterada por esta enfer­medad. El desorden de la personalidad escindida es otro complejo cua­dro médico que demuestra que nuestras identidades están profundamen­te arraigadas en la mente. Todos los biorritmos del cuerpo cambian en un abrir y cerrar de ojos en el momento en que la personalidad escindida cambia de identidad. Incluso dolencias complejas pueden desaparecer completamente, y reaparecer cuando se cambia de una personalidad a otra. Esto no es fantasía, sino un dato médico comprobado. Ramtha usa estos ejemplos de la medicina para mostrarnos que quienes somos y lo que somos es mucho más que meros cuerpos físicos.
3 Miracles Exist Outside Emotional Time, cinta 422 ed. (Yelm: Ramtha Dialogues, 1999).
4 Love is a Many-Splendored Thing, cinta 382.5.

Una de las partes más interesantes de este libro es la historia de Don Juan y Saint-Germain en casa de la condesa. Esta historia verdadera ilustra perfectamente lo que reside en el núcleo de nuestro anhelo más profundo.En la historia de Ramtha, el personaje español de ficción, Don Juan5, es el prototipo del gran amante, que en este caso no es otro que Giacomo Casa-nova, Chavalier de Seingalt. Casanova fue un notable escritor veneciano del siglo XVIII que se mezcló con la nobleza europea, y fue famoso por seducir a gran cantidad de mujeres. El famoso traductor y editor de la autobiografía original de Casanova, Willard R. Trask, hace el siguiente comentario en la introducción de la obra: «Giacomo llegó a ser un erudito, asistió a la Uni­versidad [de Padua] (1738-1741), se graduó, y más adelante recibió las ór­denes menores. Pero demostró ser recalcitrante a la carrera eclesiástica, por­que mientras Antonio [Gozzi] trataba de encaminarle hacia ella, la hermana menor del sacerdote, Bettina, le enseñaba cuál era su verdadera tendencia. En esta primera aventura amorosa, la chica fue la seductora. Después de ese aprendizaje, él asumió ese papel. A partir de entonces las etapas de su vida están marcadas por la presencia de mujeres»6.
Dos maestros inusuales se encuentran en la misma mesa: Saint-Ger-main, el gran alquimista, famoso en la corte de Francia por sus fabulosas riquezas en diamantes y joyas, y Casanova, el amante más grande de su tiempo.

5 La primera mención al personaje de Don Juan en la literatura es la hallada en El Burlador de Sevilla, de Tirso de Molina (1630). Aparece también en el Don Giovanni de W A. Mozart (1787). Irónicamente, Casanova, junto con Da Ponte, participó en la es­cura del libreto para Mozart. El personaje reaparece de vez en cuando en diversas obras de Moliere (1665), José Zorrilla (1844), en el famoso poema de Lord Byron, Don Juan (1819-1824), y en la obra de George Bernard Shaw, Man and Superman (1905).
6  Giacomo Casanova, Chevalier de Seingalt, History of My Life, traducido por Wi­llard R. Trask, Vol. 1 (Nueva York: Harcourt, Brace & World, Inc., 1966), p. 5.

En esta historia, el mayor atributo de Don Juan, sin duda, no es su fí­sico sin reproche, como podemos verificar por nosotros mismos al con­templar los diversos retratos de Giacomo Casanova: «Era que podía mi­rar a los ojos de una mujer, y conversar con ella sin retirar nunca la mirada, y nunca mostrar impaciencia, y sostener el momento. El sabía hacer que cada persona a la que miraba se sintiera única en el mundo». Ramtha continúa explicando: «Por eso él era Don Juan, porque lo único que tenía que hacer era mirar esos ojos y mantener la mirada, y conocía el alma de la persona, y, a partir de ahí, la intimidad florecía. Era precioso». El secreto de su éxito, añade Ramtha, era que «él seducía la intimidad de la persona, no su cuerpo»7.
Saint-Germain era famoso por sus fabulosas riquezas, sus profundos conocimientos de ciencias exóticas y su sabiduría. Los rumores decían que había descubierto el elixir de la inmortalidad, y el secreto alquímico para transmutar los metales en oro, e incluso que podía agrandar las ge­mas preciosas. De hecho, las referencias históricas a este maestro tan poco convencional son extremadamente escasas. La propia descripción que Casanova hace de Saint-Germain en su famosa autobiografía es bastante interesante:
«Este hombre tan extraño, nacido para ser el más consumado de los impostores, diría, sin que se le provocara y como de pasada, que tenía trescientos años, que poseía la medicina universal, que podía hacer lo que quisiera con la naturaleza, que fundía diamantes y que de diez o doce pe­queños hacía uno grande, que no pesaba menos y era de la mejor calidad. Estas cosas eran fruslerías para él»8.
Como vemos con claridad, tanto Saint-Germain como Casanova eran maravillosos por derecho propio. Uno era maestro de los cono­cimientos ocultos de la alquimia, y el otro era un maestro del arte de hacer el amor.
Ramtha introduce una pregunta desafiante: «Y entonces, ¿a quién iban a escuchar: al mayor amante de su tiempo o a la inmortalidad?». Es decir, ¿qué misterio es mayor para la mente humana, la seducción irresis­tible o el deseo de inmortalidad y juventud eterna?
La capacidad de soñar con sueños tan fantásticos como la inmortali­dad y la perpetua juventud abre el escenario a una definición más amplia y expansiva de en quiénes tenemos la capacidad de convertirnos, y de cuál es el calibre de las experiencias que podemos esperar. A la luz de tal reflexión, la intensidad y la altura de la experiencia del amor escapa a lo que podemos describir con palabras, porque es una experiencia que aún tenemos que entender y hacer nuestra.
Esto es lo que nos queda por delante en nuestro viaje una vez que «lo hemos visto todo y lo hemos hecho todo»9, y estamos preparados para una vida mayor, para un reflejo mayor de nuestro ser. Entonces nos daremos cuenta de por qué la antigua sabiduría secular insiste una y otra vez en que «amar a otra persona significa, inequívocamente, amarte» 10, que para encontrar al amante perfecto en la vida, primero debemos encontrar el amor en nosotros mismos —nuestro reflejo en el espejo—, todo lo que vemos y sabemos de nosotros mismos. Después de todo, ¿no han dicho todos los maestros que el mundo es como un sueño, una ilu­sión, en la que cada cosa y cada persona con la que nos encontramos en la vida son, en última instancia, el reflejo de nosotros mismos? Ramtlia expresa esto de manera simple cuando dice: «Como hacemos el amor, así construimos nuestra vida» ". Y el amor, a fin de cuentas, empieza en no­sotros mismos.

7  Miracles Exist Outside Emotinal Time, cinta 422 ed.
8  Giacomo Casanova, History ofMy Life, Vol. 5, capítulo 5, pág. 117.
9  A Teaching Dedicated to the Feminine Gender, cinta 374 ed. (Yelm: Ramtha Dia-'ogues, 1998).
10  Love Is a Many-Splendored Thing, cinta 382.5.
11 Miracles Exist Outside Emotional Time, cinta 422 ed.
CAPITULO   3                                           SECRETOS ÍNTIMOS DE UN MAESTRO
Retornar en círculos a nuestro pasado
Nadie me conquistó nunca. ¿Qué se hace cuando uno ha hecho lo que yo he hecho?1
Lo hicimos; lo hice; me encanta. Te voy a enseñar cómo hacerlo, de modo que escucha. ¿Exagerado? Por favor, recuerda esto: tengo 35.000 años. He vuelto. He elegido mi personalidad en el camino des­cendente hacia mi cuerpo. He elegido la conciencia de Ramtha porque Ramtha era un estratega. Ramtha nunca se dejó atrapar por su gente, nunca se dejó atrapar por las mujeres, nunca se dejó atrapar por las dro­gas, nunca... Bueno, la violencia, como sabes..., yo me adueñé de todo eso. Quiero decir que, después de algún tiempo, cuando eres verdadera­mente bueno en algo, ya no encuentras aliciente en ello. Ya no supone un desafío. De modo que mi primera gran lección fue la de darme cuenta de que me había adueñado de mi pasado.
1 Puedes encontrar los detalles de la vida de Ramtha en, El libro blanco y La guía del iniciado para crear la realidad (Editorial Sin Límites y Arkano Books, 2003).

Ahora bien, hubo otra lección que compartí con unos pocos maes­tros sobre la primera vez que decidí salir de Onai.
Y, ¿sabes?, mientras estaba acampado allí trajeron a mi presencia a la mujer a la que yo amaba; ella estaba loca, y me hizo esta cicatriz en la cara. Sólo teníamos catorce años. Pero, por favor, ¿qué importancia puede te­ner esto? Estamos hablando de personas que eran gigantes. Vosotros me parecéis niños comparados con mi imagen y la de mi gente en aquel tiempo. Por eso, a veces, digamos que tenéis ese aspecto porque sois un poco infantiles.
De modo que me fui. Y emprendimos la marcha. Ella fue enviada a un lugar donde se ocuparían de ella, y nosotros marchamos. Entonces yo tenía catorce años y estaba muy loco. De modo que marchamos y seguimos marchando, y seguimos marchando. Llegamos a otra cordillera montañosa, le dimos la vuelta y, vaya sorpresa, aquello empezó a tener un aspecto un poco familiar. Bien, había hecho un círculo; volví exactamente al punto de partida. Aquello era vergonzoso. Nunca lo había confesado antes, pero era vergonzoso. Bien, las ruinas de las ciudades en lo alto de la montaña empiezan a tener un aspecto un poco familiar. Y queríamos saber quién había ido allí antes que nosotros. Y, para nuestra sorpresa, se trataba del mismo lugar del que había partido. Simplemente había hecho un gran círculo. Tú lo haces continuamente. Levanta la mano si lo haces. Escucha, eso es realmente vergonzoso.
Bien, te lo puedes imaginar. Te puedes imaginar cómo me sentía. Y todo el mundo se acercaba, y yo les miraba y decía: «Vosotros sois los que me habéis tirado piedras; queríais que saliera de Onai. No me cul­péis a mí si hemos vuelto aquí, al punto de partida». Y como dice la can­ción, pensaba que era sabio, pero en realidad era muy estúpido porque a los catorce —bueno, ya sabes, a los catorce...— pude decir: «¿Qué se puede esperar?». Pero lo cierto es que yo era una criatura atrevida a los catorce años de edad.
De modo que escuchadme, escuchadme. Sentí mucha vergüenza. Y, por supuesto, mi primera respuesta fue: «Bueno, me habéis seguido. Quiero decir ¿qué esperabais?». Por eso conozco bien el vínculo víctima/tirano. Tenía catorce años y causaba impresión. De modo que, después de esa experiencia, te diré que.... en mi tiempo no había psicología. Sólo ha­bía... ¿Que nosotros creamos la realidad? Bueno, nadie me lo había dicho.
Así, había vuelto a mi primera gran conquista. Había vuelto a la mujer que amaba —tenía catorce años, ¿qué profundidad puede haber ahí?—, y había vuelto al lugar de partida. Simplemente porque no tenía la sabiduría de seguir una línea recta.
Bien, puedes seguir volviendo al pasado, pero déjame que te diga lo que yo pensaba de eso: la primera vez que hice eso —y la única— estaba muy avergonzado. Quiero decir verdaderamente avergonzado. Estaba dirigiendo un ejército. Sí, a los catorce años de edad. Necesitaba esa expe­riencia, pero una vez es suficiente para mí. ¿Por qué no fue suficiente para ti? ¿Por qué sigues volviendo en círculos a algún momento intenso, emocional? Porque no tienes ninguna emoción en tu vida, de modo que tienes que crearte alguna. Tienes que redimirte.
Te diré algo. No tuve que volver una segunda vez. A partir de allí fui en línea recta; nunca quise volver. Y tú no dejas de hacerlo. Tú no dejas de hacerlo. ¿Por qué? Como madre, como hija; como padre, como hijo; volver atrás no funcionará. No funcionará.
EL SECRETO DE MIRAR A ALGUIEN A LOS OJOS
Escucha. Lo que te mantiene alejado de lo milagroso —y lo hace—, de aquello de lo que te he hablado desde el principio, desde que he aparecido aquí, es que te aferras; te aferras a tu pasado. ¿Qué significa eso? Bien, yo so­lía contar a mis audiencias de principiantes: «Mirad a vuestro alrededor. ¿Si­gue existiendo el pasado?». Y ellos se quedaban un poco avergonzados. No, pero donde existe es aquí arriba. Tienes un área del cerebro exclusivamente dedicada a tu pasado. ¿Cuántos de vosotros lo entendéis? ¿De verdad?
¿Sabes por qué lo tienes ahí? Has dicho esto muchas veces: «No me gusta pensar en eso», pero nunca dijiste: «No me gusta sentir eso».
¿Sabes?, una de las razones por las que me encanta la danza que elegí —escuchadme— es que va a alejar muchas de vuestra bravatas. Elegí a William porque William no tiene el ritmo que tenéis vosotros, que po­déis correr por aquí como un conejo al que le queman las patas. Lo que tiene es que cuenta con la capacidad de mirarte directamente a los ojos, Eso para mí, eso para tu Profesor, es lo más singular, el más importante atributo al estar cerca de alguien, porque los ojos son las ventanas del alma. Cuando tenemos la habilidad de mirar a las personas profunda­mente a los ojos, ocurre algo que da miedo: estamos afectándolas. Ya no atarnos interesados en las partes de su cuerpo. Les estamos mirando al alma. Podemos quedar contaminados inmediatamente o alcanzar a mirar. mas allá de su apariencia.
La razón por la que le he pedido hacer la demostración aquí arriba --entre todos esos machos tontos y presumidos del público, porque esto también os muestra que tenemos muchos millones de años de diferencia en nuestra actitud— es ésta: que la danza debería ser un momento don­de la energía llamada música estuviera siendo explorada. Y el compañero nunca debe ser alguien que pueda mantener el mismo ritmo que tú, por­que eso es lo que haces en la vida cotidiana. En tu vida quieres tener a al­guien que pueda mantener tu ritmo, pero ¿tienes la inocencia ocasional de hacer que alguien mire a tu alma?
¿Cuántos de vosotros habéis visto los vídeos de mis enseñanzas? Y cuan­do la cámara se acercaba y llegaba a mis ojos, y de repente yo os estaba mirando, ¿cuántos habéis sentido que miraba a vuestra alma? Levantad la mano. Que así sea. ¿Por qué debería enseñaros algo diferente de lo que soy? Sólo puedo enseñaros lo que soy. No puedo enseñaros sobre la obje­ción o la sujeción. Sólo puedo enseñaros lo que conozco. Y cualquiera que se haya sentado frente a mí sabrá perfectamente lo poderoso que soy cuando te miro a los ojos, porque es una sensación incómoda. ¿Cuántos de vosotros habéis experimentado eso? Que así sea.
Entonces, ¿por qué no querrías tú un profesor que pueda enseñarte a hacer eso? Su mayor atributo es que puede hacer eso. ¿Qué, tienes ver­güenza? ¿Tienes miedo? ¿Tienes miedo de que alguien mire más allá de quien eres, de alguien que no esté interesado en tu trasero, en tus pier­nas, en tu vagina, en tu pene? Es decir, ¿qué te pasa cuando alguien te mira a los ojos? No importa de qué color tengas los ojos. Los míos son muy negros. Nunca creas esa basura de que los ojos azules son más her­mosos que los ojos negros, porque puedo ganar en brillo a los ojos azu­les cualquier día de la semana. Nunca he tenido los ojos de ese color y nunca he querido tenerlos. Amaba a quien yo era.
¿Podemos mirar a los ojos de los demás y mirar profundamente a sus almas? Ahora bien, eso es un don, porque ¿cómo movemos a la gente? Si no estamos mirando a las partes de su cuerpo, sino que estamos miran­do a su alma —¿me estáis escuchando?—, eso no significa que creas un tete-a-tete sexual. Significa que le estás observando. ¿Sabes cuánto tiem­po ha pasado hasta que han observado que estaban siendo observados. Por eso he puesto en marcha esa danza- ¿Y por qué digo que es muy her­mosa? No se trata de dejar que tu pareja caiga en tus brazos y demás. Lo que es muy hermoso es hacer que un ser mire a otro ser a los ojos. E inde­pendientemente de con quién le haya puesto, él ha hecho eso.
Por eso quiero que comprendáis algo. Yo soy Ramtha, el Iluminado. Soy un ser de 35.000 años. Tengo sobre mí una gruesa capa. Estoy aquí para abrazar y después pulir vuestros cantos rugosos, a fin de que brilléis con resplandor y hermosura, y que os enfoquéis plenamente en la ense­ñanza. Es el mensaje, maestros.
Entonces, ¿estoy haciendo esto porque me entretiene? Por favor. ¿Sa­béis cuántas cosas he visto en 35.000 años? He visto una enormidad, mu­cho más; quiero decir que si pudierais soñar cosas tan grandes como las que he visto, no tendríamos ningún problema con vosotros. Estaríais lis­tos para seguir adelante, y desapareceríais ahí fuera. Lo haríais. Y vuestro pasado se plegaría detrás de vosotros. Simplemente se plegaría; se iría.
Pero estáis demasiado ocupados en mantenerlo en marcha. He envia­do mensajeros; he hablado; os he avergonzado; os he dicho la verdad. La mayoría de vosotros os escondéis de mí porque no queréis que os mire a los ojos, pero ¿creéis que no sé quiénes sois? ¿Creéis que no sé lo que habéis dejado atrás y lo que os espera por delante? Estáis gravemente equi­vocados.
He hecho que él os enseñe esto. Sí, he hecho que él baile con hom­bres. He hecho que él baile con los jóvenes y con los viejos. He hecho que les muestre algo. No, las personas no tienen que enamorarse de él, por­que él no está intimando sexualmente con nadie. Está mirando dentro de vuestra alma. Sin embargo, el mayor amor nunca tuvo que ver con el cuerpo; tenía que ver con alguien que nos entendiera, que pudiera ver claramente todas nuestras ilusiones: nuestras ilusiones corporales, nues­tras ilusiones faciales, nuestra bravatas, nuestras actitudes de macho pre­sumido y de yo-soy-mejor-que-tú, «tengo demasiado dinero para bailar contigo porque soy especial», y todas esas porquerías.
No, las personas más memorables que conoceremos en nuestra vida son aquellas que nos abrazaron de cerca, sin mirar nuestros cuerpos, ni lo altos que somos, ni nuestra edad, ni quiénes éramos. Ellas miraron dentro de nuestra alma. Ahora bien, ése es el cuarto sello. Ése es el hogar del arnor; me refiero al verdadero amor, al amor incondicional, al amor má­gico. Y eso obligó —obligó— a nuestra sexualidad a estar allí forzosamente, o hizo que nos diéramos la vuelta y nos alejáramos. Y lo que esto nos muestra... —lo sé; lo he experimentado—, lo que esto nos muestra es: no nos muestra quiénes son ellos, sino quiénes no somos nosotros.
De modo que cuando tal bailarín, tal maestro, nos provoca reacciones emocionales..., eso nos provoca reacciones emocionales. Quiero decir que sabemos cómo va la cosa. Puede ser: «Oh, eres el mejor bailarín o eres la me­jor bailarina con la que he bailado nunca; estoy locamente enamorado de ti porque nadie había mirado a mi alma nunca», y toda esa basura; o también tenemos su antítesis: «no vas a enseñarme nada, amigo». Es decir, puedes ha­cer que alguien te mire a los ojos y, al rato, en un momento, todo será ro­mántico e hipnótico. Pero ¿sabes qué es el hipnotismo? Hipnotismo es de­poner la imagen. Y eso es tan fácil de entender, y es una ciencia, porque miramos a los ojos de la persona; no estamos mirando por abajo, a lo-que-tú-sabes. Bien, de repente nos sentimos adulados, y a continuación nos in­dignamos. Y si la cosa sigue adelante, empezamos a ir cuesta abajo. ¿Por qué? ¿Por qué? Porque todo lo que pensamos se refleja en esos ojos. Y una enti­dad a la que no le importa tu cuerpo, las partes de tu cuerpo, de qué sexo eres —tu sexo, la edad que tienes, lo joven que eres, lo rico que eres, lo po­bre que eres, ¿ves?; porque todo eso es tu problema— puede abrazarte has­ta el último baile. Si puedes permanecer allí y seguir renunciando, y renun­ciando, y renunciando, y mirando fijamente a esos ojos, has encontrado al Espíritu Santo de una persona. Y eso es lo que todo el mundo anhela tener —yo sé que lo quise, y sé que tú también lo quieres—, el Espíritu Santo.
Es divertido jugar en este cuerpo, pero si jugamos con otras personas que también están jugando en su cuerpo, sabemos que nunca podremos tomárnoslo en serio. Entonces nunca van a ser las criaturas iluminadas que esperábamos... Pensamos que podemos moldearles, pero eso nunca funciona. ¿Sabes por qué? Porque nunca podemos mirarles a los ojos y sa­ber honestamente que les está llegando nuestro conocimiento, porque si alguien se enamora de nuestro saber, podría significar que todo el trabajo que hemos puesto en el cuerpo no serviría de nada.
PERSONAS EMOCIONALES FRENTE A PERSONAS ANALÍTICAS
Ahora bien, si éste es el asiento, el reino del cielo, justo aquí, el lóbu­lo frontal2, el asiento dorado de Dios, entonces detrás de él —y aunque esto sólo es una analogía— esta parte representa en realidad secciones o compartimentos del pensamiento. Y, como empezamos aquí, vemos que éste es el pensamiento bravucón que no va acompañado de mucha emo­ción. Nos referimos, más bien, al pensamiento analítico. Se asienta justo detrás del lóbulo frontal. Pero, a medida que tomamos cada sección y se­guimos para abajo, empezamos a ver que ocurre algo importante.
2 Véase Figura C: El cerebro, en el Glosario.
Por tanto, justo detrás del lóbulo frontal está la gente más analítica del mundo. Ésos son los intelectos; son personas sumamente educadas, o son personas religiosas. Son políticos; son altos cargos del gobierno; son reyes y reinas. En otras palabras —en otras palabras—, son los que diri­gen el mundo. Son los que gestionan el dinero. Estas son las personas que piensan en términos de ecuaciones analíticas.
Es posible que no pienses que perteneces a este grupo, pero tal vez pertenezcas a él porque la gente que controla el mundo, la gente que está en el control, no son simplemente la gente del tercer sello. Estamos hablando de madres analíticas que siguen el código de las madres; padres que son analíticos y siguen el código de los banqueros, el código del tra­bajo, el código del servicio militar, el antiguo código, servidumbre. Suprime tus emociones y gobierna; los poderosos saben actuar así.
Ahora bien, estas personas tienen un entrenamiento institucional. Van a la escuela; han aprendido. ¿Y quién escribe los libros de historia? ¿Quién escribe los libros de psicología? ¿Quién escribe la información? La escuela no tiene que ver con...; no hay sistema educativo que aborde las emociones de la persona. No lo hay. Sólo hay sistemas educativos que tra­tan de enseñar a la gente a ser robots y seguir un manifiesto con ciertos criterios de cómo vivir y cómo ser. ¿Cuántos de vosotros entendéis?
Entonces tenemos un verdadero problema, porque los adolescentes, al igual que la gente joven, o la gente mayor, tienen sus emociones muy oprimidas, por lo que no es de extrañar que el sistema escolar se desmorone para ellos, porque no tiene modo de gestionar su creciente furia, ese sentimiento que va en aumento, esa emoción en aumento. De modo que empiezan a marchar, y marchan por las cosas que son justas, y por las cosas con las que se sienten bien. Bien, sentirse bien no quiere decir sentirse lntelectualmente bien. ¿Cuántos de vosotros entendéis?
De que modo que si vamos descendiendo por las secciones del cerebro, llegamos hasta este punto: justo antes del subconsciente tenemos seres humanos que sólo pueden vivir en la emoción. Sólo piensan con sentimientos, porque los sentimientos —sentimientos—..., su evolución ha sido bajar del intelecto a «siento que está bien». Bueno, tú sabes que a alguien que te diga: «siento que está bien» deberías decirle: «Nena, ¿sientes que está bien para ti? Desde luego, nunca querría verme en­vuelto por tu cuerpo emocional, porque nunca despiertas cuando estás en lo profundo de tus emociones. Y no me quieres. Yo no te importo. Sólo quieres darte una inyección de redención emocional, tanto si se trata de sentirte bien como de sentirte mal, o de tener una sensación se­xual. Revivamos el momento, cariño. Vamos, hagámoslo. Fue nuestro momento. Bien, ¿de qué demonios estás hablando? Te he dejado atrás. Ni siquiera he dejado huella en ti. Si vienes a llamar a mi puerta, cari­ño, eres una extraña».
Esto es lo que tenemos. Deberías decir, bien, maestro, entonces ¿cómo reconciliarnos? Si dices eso, ¿cuál es la diferencia entre lo que es­tás diciendo y un intelecto? Bien, supuestamente, un intelecto es una per­sona que ve las cosas de modo puramente intelectual, y ahí debería estar la satisfacción emocional; su forma de gobernar el mundo debería ser la respuesta de ese claro y frío observador intelectual frente a una persona que se está subiendo por las paredes, que cada día tienes que darle lo que necesita para que esté cuerda, porque, como ves, no es adicta al intelec­to; es adicta a la química. ¿Cuántos de vosotros entendéis? Química, productos químicos; productos químicos.
¿Sabéis cómo sé eso? Porque, al principio, estarás de acuerdo o en desacuerdo conmigo; y si sigo empujándote, te pondrás emocional. Y si voy más allá, te volverás loco. Y si voy más lejos, entrarás más y más y más profundamente, hasta que estalles. Y entonces te darás cuenta de que te­nía razón. A esto se le llama niveles de emoción en el cerebro.
Ahora podría llamar a eso conciencia y energía, pero en realidad sólo hemos tomado una..., es decir, nuestra conciencia es una línea. Eso es lo iluminador. Solamente estamos separando una línea de conciencia y energía en sus componentes. Todavía estamos hablando sobre tu vida, y esa vida es tu conciencia y tu energía, la conciencia que tiene un nombre y un número de la seguridad social; que tiene un rostro y tiene un cuerpo. De modo que todo el trabajo que hemos hecho hasta ahora ha tenido que ver con esa conciencia, que eres tú.
Y vamos a explorar esa conciencia hasta su fin. Y si podemos hacer eso, entonces entenderemos cómo hacer esto. Por desgracia, lo que vemos aquí, ascendiendo contra el subconsciente3, es lo que vemos en cuanto la gente no piensa; reaccionan. En realidad no piensas. ¿Sabes cómo sé que en realidad no piensas? Porque no puedes conjugar lo que estoy diciendo sin sentirte emocionalmente molesto.
¿Sabes qué significa eso? Eso significa que no hay red neuronal de pensamiento a este nivel. Allí sólo hay neuronas para abrir el grifo de las emociones. Y ahí es donde la mayoría de vosotros habéis vivido. Habéis vivido en función de los sentimientos, teniendo heridos vuestros senti­mientos, sin ser reconocidos por lo que pensáis que deberíais hacer. De forma que corréis de vuelta al pasado y arrastráis toda esa basura, y empezáis a vivirla, porque sois adictos. Sois adictos a vuestro cuerpo emocio­nal. Y tú —tú, tú— quiero que entiendas que la razón por la que tene­mos un colapso en la conciencia es que piensas con tu cuerpo. Oh, no hace falta educarte. Simplemente vas a ser una criatura reactiva. Cual­quier otra cosa va a ser una pura especulación filosófica, porque —¿ves?, ¿sabes cómo sé eso?— cuando no consigas la reacción que quieres, dirás: «Siento que eso no está bien para mí».
¿Sabes de qué está hecha la depravación? Recurre a los vínculos, a los aspectos, a las profundidades más depravadas para conseguir una reac­ción. Por eso hay asesinos de masas. Por eso hay violadores. Por eso hay asesinos en serie. Por eso hay hombres grises. Por eso hay políticos. Por eso hay líderes, cabezas de la iglesia y del Estado. Son personas deprava­das que van hasta el extremo del poder para secretar por medio de ese control las emociones que necesitan para sobrevivir.
¿Así que no crees que esto tenga que ver contigo? Te diré cuánto tie­ne que ver contigo: porque sois muy conscientemente vuestra vida line­al, sois habitantes de las llanuras4. ¿Y qué hace el profesor? El profesor no viene de dos únicas dimensiones, sino de millones de dimensiones y trabaja por dimensionalizarte justo en la flor de tu madurez emocional e in­telectual.
3 El cerebro inferior. Véase Figura C: El cerebro, en el Glosario.
4 Edwin A. Abbott,  The Annotated Flatland, A Romance of Many Dimensions lUmbrigde: Perseus Publishing, 2001).

Entonces, ¿qué significa esto? Bien, esto significa: ¿sabes quién eres? Te diré quién eres. Eres la conciencia y la energía de tu nombre, de tu cuerpo, de sus componentes químicos, de su genética, y de aquello por lo que eres conocido. Me río de la locura de la gente que cree que es más hermosa que otros, porque eso significa que sólo son viejas reliquias deses­peradas, porque...; nunca saldrán de esa línea, nunca pasarán el proceso de transformación, y simplemente tienen que morir. Esto es todo lo que hay al respecto. Sois hojas en el árbol de la vida, en lugar de ser el propio árbol de la vida.
El milagro existe fuera del tiempo emocional. Y, evidentemente, toda la escuela RSE 5 tiene que ver con aprender sobre nosotros mismos, aprender sobre nuestros seres individuales, desde nuestra genética hasta la educación que hemos recibido, hasta las elecciones que hemos hecho, y hasta quiénes hemos llegado a ser finalmente, y cómo discutimos por nuestras diferencias, y cómo discutimos por esa cualidad nuestra que nos se­para. Y de hecho estamos discutiendo por nuestras emociones; estamos dis­cutiendo por nuestras limitaciones.
5 Ramtha's School of Enlightment, Escuela de Iluminación de Ramtha.
LAS EXTRAÑAS PARADOJAS DE LA AMNESIA  Y DE LA PERSONALIDAD ESCINDIDA
¿A qué llamáis amnesia? Es decir, ¿cómo definís la amnesia? No sólo sois amnésicos, sino que un amnésico, según la definición humana, será aquel que tiene una lesión en la cabeza —una lesión en la cabeza; esto es importante—, y la lesión en realidad destruye la red neuronal que te co­nectaba con tu pasado. ¿Qué pasa con los amnésicos? Bien, dejadme que os cuente algo de ellos.
Una persona que es muy viril, que está muy atrapada en la concien­cia social, es muy cuidadosa de sí misma, muy posesiva de otras personas —personas, lugares, cosas, tiempos y sucesos—, sale por ahí con su bici­cleta, y de repente le atrepella un coche, y recibe un golpe, y cuando des­pierta se le pregunta: «bien, ¿quién eres tú?».
Y la persona dice: «No lo sé». Tiene las funciones motoras, tiene el inconsciente para responder a la pregunta, pero no sabe quién es. Ahora bien, no te parece curioso que puedan decir...; literalmente, el médico dice: «¿quién eres tú?», y la persona dice: «no lo sé». Es evidente que una parte de su cerebro no quedó afectada, porque puede comunicar y man­tener intercambios cognitivos, ¿correcto? Puede decir eso, pero, enton­ces, el médico le pregunta: «Bien, ¿quién eres?», y la persona dice: «Bue­no, no lo sé».
Esto es algo desconcertante. Es decir, son personas con uso de razón, me han oído, han intercambiado conmigo, pero no saben.
—Bueno, ¿cuál es tu número de la seguridad social?
Saben que existen los números de la seguridad social, pero ellos no tienen uno.
—Bien, ¿dónde está tu familia?
—No lo sé.
—¿Tienes un marido? ¿Tienes una esposa?
—No lo sé.
—¿Tienes hijos? ¿Tienes parientes cercanos? ¿Quién es tu madre?
—No lo sé.
—¿De dónde vienes?
—No lo sé.
Bien, qué concepto tan interesante médicamente. Ahora bien, ¿no es paradójico? Pueden responder a las preguntas, pero responden con un «no lo sé».
Entonces, ¿qué le ocurre a un amnésico? Un amnésico tiene una le­sión en su imagen, la parte del cerebro que gobierna su imagen. Así, puedes tener una pareja que esté locamente enamorada de ti, y de re­pente le atropella un camión de McDonalds y, ¿sabes? —el próximo día, o después de diez días, cuando sale del coma—..., ¿sabes que no sentirá nada por ti, nena? Quiero decir que es un poco desconcertante. Entras en la habitación y el radar no capta ningún sentimiento de amor.
De modo que ahora tengo que remitirme a la amnesia para seguir hablandóos de esto. Hay continuamente historias médicas de personas que sufren accidentes, accidentes: no es que hayan sido castradas y digan: «No lo sé». No dicen eso. Podrían tener una lesión en el pecho. «No lo sé.» No, nunca dirían eso; lo que dirían es: «Me ha ocurrido algo terrible». No, no, no. Por tanto, alguna parte del cuerpo puede tener un accidente y el cerebro sigue siendo consciente. Pero cuando le ocurre al cerebro, tenemos un problema, porque el cerebro puede olvidarte de un día para el siguiente. El amante más intenso y apasionado de este público será un extraño después del accidente.
Por supuesto, el equipo de doctores quiere averiguar rápidamente quiénes son los parientes de esa persona y —gente, lugares, cosas, tiem­pos, sucesos— traerlos a la habitación. Un hijo puede mirar a su madre y no reconocerla. Una esposa puede mirar a su marido y no conocerle de nada. Él será un extraño para ella.
Entonces, ¿qué trata de hacer la ciencia médica? Conseguir que reco­nozcan a sus familiares. Pero esas personas, ¿van a volver a ser las que fue­ron? Nunca lo son, porque no sienten ninguna culpabilidad y no recono­cen a su madre. Pero su madre les reconoce. Aquí se están manifestando algunas claves. Ellos no sienten ninguna culpa y su amante los reconoce, pero ellos no reconocen a su amante. Y su amante trata de amarlos; ellos no sienten nada por el amante. ¿Sabéis por qué? No tienen un pasado compartido con esa persona, ningún pasado.
De modo que el milagro existe fuera del tiempo emocional. Así, tal vez esas personas estaban buscando un milagro. Quizá querían reencar­narse, pero sin morir y sin sentir aflicción por perder a sus asociados. Y lo único que tenemos que hacer es dañar una parte del cerebro. Y eso es todo lo que tenemos que hacer, ¿sabes?; que nos pase por encima un camión de correos o el camión de la leche, o el camión de las hambur­guesas, cualquiera. Eso es todo lo que tienes que hacer. Y enseguida aca­ba todo.
Pero esto nos dice algo maravilloso y muy interesante, porque las en­señanzas que os imparto no son fantasía; son una realidad. Esto significa que las partes más superficiales y tenues de tu ser tienen que ver con tu pasado. En otras palabras, si una parte muy pequeña de nuestro cerebro se lesionara...; éste es el cerebro que registra, como un ordenador, que cada persona —cada persona, lugar, cosa, tiempo y suceso— de nuestro pasado y de nuestro presente sólo sea reconocida por la emoción.
¿Sabes cómo llamas a esas personas con las que no tienes ningún con­tacto emocional? Extraños. Bien, el amnésico reconoce a su madre como una extraña. Date la vuelta y cuéntale a tu compañero esta pequeña paradoja, por favor.
Ahora bien, la terapia ha demostrado que la reinserción en su familia, que incluso cuando son reinsertados en su familia..., así es como empieza a reaccionar la familia. La familia empieza mostrando lástima, por lo que el individuo que trata de ser reinventado es reinventado a base de lás­tima. Y entonces todo el mundo le quiere, y ellos están allí, y poco a poco empiezan a desgranar sus quejas: «Estoy tan feliz de que estés en casa. ¿Sabes?, estaba tan preocupado por ti que casi enfermo. Estaba tan preocupado, y le di tantas vueltas en mi mente..., ¿sabes?, hemos pasado por tan­tas cosas», y a continuación se ven arrastrados en su propio carrusel. Quiero decir que la pobre criatura ni siquiera sabe quién es, y de repen­te los demás le llevan a sus recuerdos. Y entonces se dan la vuelta, y le mi­ran, y les dicen: «¿Entiendes lo que te estoy diciendo?».
Y ellos se dan la vuelta hacia ti y te dicen: «No».
Como vemos, la reintroducción a la familia es una cosa difícil para los amnésicos, porque los amnésicos no tienen vínculos con esas perso­nas. Verdaderamente no los tienen. Es como sacarte de una situación fa­miliar, presentarte a una pandilla de extraños y decirte: «¿Sabes?, has te­nido un accidente, pero en realidad eres esta persona»6. ¿Cuántos de vosotros entendéis? ¿De verdad?
6 Este panorama queda brillantemente escenificado en la película de ciencia fic-C1°n Total Recall (Desafio total, Anisan Entertainment: Arnold Schwarzenegger, Sharon Stone, 1990).

Entonces, ¿qué tienen en común los amnésicos y el milagro? Bien, si dejamos solo a un amnésico, el amnésico podrá manifestar cualquier cosa, porque está muy limpio. Quiero decir que es amnésico está muy limpio.
Y  si tratas de rehacer a esa persona en el mismo cuerpo, nunca lo conseguirás. Nunca lo conseguirás. La has perdido para siempre. ¿Por qué? Porque el pasado está destruido por una red de neuronas que con­trolaba las emociones corporales. Y el único modo que tendríamos de re­crear la red neuronal sería ir paso a paso al pasado de la persona. Porque cada persona, lugar, cosa, tiempo y suceso —cada pequeño suceso— le hizo quien es en tu vida.
¿Cuántos de vosotros entendéis la enseñanza? Escuchadme. Cam­biad de actitud. No hay motivo para sentir lástima por vosotros mismos, Tenéis muchas partes del cerebro a las que os podéis trasladar. ¿Y sabéis como moveros hacia ellas? Con la voluntad. Voluntad.
Si un amnésico puede responder a las preguntas del médico y, aun así, desconocer sus raíces, estamos hablando claramente de un ejemplo de distintos estadios en la red neuronal del cerebro. Para realizar el trabajo, que es no-tiempo, tenéis que ser capaces de hacer lo mismo.
¿Cuál es la piedra con la que más tropezáis? Vuestro cuerpo emocio­nal. Oh, pensáis —pensáis realmente— que estoy hablando de culpabi­lidad, y falta de estima, carencia, vergüenza y todo eso. No, os voy a de­cir de qué estoy hablando: apatía y letargo. Apatía y letargo; ahora bien, ¿a qué parte de los primeros tres sellos pertenecen éstos? Quiero decir que eso es una renuncia. Eso es indiferencia. Tenemos que ser completos amnésicos cuando se trata de enfocarse7. No podemos pertenecer a nadie. No podemos conocer a nadie. No podemos estar asociados con nadie. No podemos tener ningún apego emocional.
Yeshua ben José era un hombre muy hermoso. Quiero decir que me­día uno noventa, era pelirrojo, de tez morena y ojos azules, tenía una es­posa preciosa, y estaba dispuesto a ser transformado a los treinta y tres. Ahora bien, en qué consistía la transformación: debía olvidarlo todo, de modo que intercambió eso por el reino del Padre en el cielo, porque es­taba dispuesto. El ya era capaz de predecir cada emoción.
Escuchadme. Toda vuestra vida tiene que ver con las emociones. Tie­ne que ver con sentirse bien, con sentirse mal. Imagina una vida en la que esos sentimientos no sean proporcionales a la justificación del propio yo. ¿Puedes hacer eso? Oh, dices que puedes, pero tengo gente aquí que ni siquiera podrían soportar vivir uno sin el otro. ¿Puedes hacer eso, puedes hacerlo por el reino del cielo? Bien, no, en cuanto intentaras algo, habrías traicionado a alguien. Bien, qué pérdida tan lamentable. En serio.
7 Cuando se trata de la aplicación práctica de la Gran Obra.

Las emociones son lo que el amnésico pierde. Eso no significa que no vaya a tener ninguna emoción en su nueva vida. Las construirán, pero nunca las construirán con los ladrillos del pasado. Ésa es la razón por la que las esposas y los esposos desaparecen: porque los amnésicos no tienen ningún pasado compartido con ellos. Ahora bien, ¿tienes un pasado con la persona con la que estás? Es decir, ¿le estás haciendo observar las normas a causa de tus propias indiscreciones? ¿Les estás haciendo cumplir las reglas por tus propias inseguridades y tu propia indignidad? Ademas —además—, ¿les estás haciendo sufrir porque ya no son tan sexuales contigo? Bien, a propósito de entender tu mente. ¿Sabes?, tu mente está entre tus piernas. Digamos la verdad. Tal vez sea porque ellos no saben cómo hacerte el amor, porque ellos, por sí mismos, no te ven así.
Estamos hablando verdaderamente de ir-hasta-el-acantilado-y-dejarse-caer. Tienes miedo de eso. Tienes miedo de eso. Quiero decir que has tra­bajado muy duro para tener esta imagen. Eso significa —eso significa— que la emoción se está moviendo. Es el péndulo; se está moviendo, tictac. El reloj de péndulo del abuelo va contando las horas. Y un día serás de­masiado viejo y no se te levantará y, Señor, ¿quién cuidará de ti entonces? El gobierno. Quizá sea eso lo que pase.
¿No te gusta lo que te estoy diciendo? Bien, si estamos aquí..., yo amo a Dios, de modo que voy a defender a Dios ante ti, y de ti ya sé cómo encargarme. Te voy a decir lo siguiente: nunca serás ese momento divino si vives en tu cuerpo emocional, porque tu cuerpo emocional ha determinado realmente tu forma de pensar. Ni siquiera puedes hacer una declaración sin que él interfiera con algún sentimiento.
La mejor conversación que se te puede ocurrir es aquella en la que acabas volviendo a la cama con esa persona. Quiero decir que eso es lo mejor que puedes hacer. Y eso es una vergüenza estrepitosa, especialmente si sabemos que vamos a morir a causa de ello y no vamos a vivir eterna­mente. Cuando vivimos según nuestras emociones... —y ésta es la otra cosa extraña que tienen los amnésicos—, investígalo: descubrirás que se vuelven más jóvenes, y no comprenden por qué les pasa eso. Yo te diré por qué les pasa. No sienten ninguna emoción. Rejuvenecen. Huesos de muchos años se convierten en huesos de veinte años de edad.

Veamos otro ejemplo: un sujeto con personalidad escindida. Una per­sonalidad opera con una parte del cerebro, mientras que la otra determina un amnésico. Esta personalidad es producto de mucha pena y sufrimiento causados por la otra persona, o debilidad, como le quieras llamar. De modo que una personalidad, una personalidad escindida, es una persona que se lamenta y se siente mal, y se ha creado esta imagen, esta superimagen, a partir de la imagen que está viviendo: le toman el pelo, se aprovechan de ella, ¿sabes?: «Aquí estoy, y voy a morir sólo para darte una lección».
Por tanto, lo que ocurre es que este tipo de personas desarrollan otra personalidad. Cuando esta personalidad entra en acción, el sistema inmunitario se fortalece, y de repente la persona ya no sufre diabetes, no sufre esclerosis del hígado, no tiene enfermedades gastrointestinales, y no tiene cáncer; ya no tiene la enfermedad de Parkinson. Hay una peque­ña, mínima, parte del cerebro que es la antítesis de la víctima. Esto es un hecho probado.
Una personalidad dividida es una personalidad que será su propia fuer­za, y su propio carácter, y su propia voluntad. Pero, al hacer eso, casi abóle a todas las personas de su vida, incluyéndose a sí misma. Y no tiene enfer­medades. Y en cuanto vuelve a ser la persona normal, entonces sucumbe.
Oye, ¿no me creéis? Yo soy un ejemplo maravilloso. Todos los biorritmos de este cuerpo cambian en un abrir y cerrar de ojos cuando yo me lo apropio8. Eso es; cambian. Soy completamente diferente. Ahora bien, eso no significa que tenga una personalidad escindida. Pero significa que, como solía decir al personal de mis Diálogos en los viejos tiempos, y es posible que algunos de vosotros recordéis esto —pero esto es lo que les solía decir, y era lo más severo que me ponía—, «¿Sabéis que a cualquie­ra de vosotros, los que estáis sentados en el público, podríamos arranca­ros de ese cuerpo, y poner un maestro en vuestro cuerpo? ¿Y sabéis que vuestro cuerpo caminaría como Dios?». Así de malo me mostraba. Eso es ser muy malo. De modo que hoy os lo he repetido, así es que me he vuel­to bastante malo.
Entonces, ¿qué significa? Un amnésico, que tiene una lesión que le destruye un centro del cerebro, una personalidad escindida, que no usa ese centro del cerebro y usa un centro del cerebro diferente para crear otra entidad distinta, nunca está sujeto a las reglas biológicas a las que estaba sometida la entidad que era antes. ¿Cuántos de vosotros entendéis? ¿No me creéis? Haced investigaciones médicas por vosotros mismos, por favor. Hay salones enteros de libros para que leáis9.

8  Stanley Krippner, Ian Wickramasekera, et al., The Ramtha Phenomenon: Psycho-logical, Phenomenologicai, and Geomagnetic Data, en The Journal ofthe American Society for Psychical Research, vol. 92, N.° 1, enero de 1998.
9  Para futuras investigaciones en este campo, véase el autorizado trabajo de Con" A. Ross, Dissociative Identity Disorder: Diagnosis, Clinical Features, and Treatment o] Múltiple Personality, segunda edición (Nueva York: John Wiley & Sons, 1996).

Entonces, ¿qué es lo que esto nos dice? El milagro existe fuera... (el público contesta: del cuerpo emocional). Lo habéis entendido. De modo que si un amnésico viniera a esta audiencia, no importa lo horrible...; po­dría ser Hitler; no me importa. Si es un amnésico, él nunca sabrá que fue Hitler alguna vez. Afrontaría las pruebas, y se sentiría como una víctima porque no podría recordar que lo había hecho. ¿Cuántos de vosotros en­tendéis? El podría venir a aprender y a ser un maestro.
TOTALMENTE PRESENTE EN EL MOMENTO DE HACER EL AMOR
Esto es lo que haces. Tienes un pensamiento —tu sistema educativo, tus padres, tu ADN—, pero sólo has sido educado hasta cierto punto. Quiero decir que has sido educado..., bien, la mitad del tamaño de esta uña, y mira cuántas más nos quedan. Pero, a partir de eso —de eso—, la ex­periencia, caliente y frío y bueno y malo, emergió. Entonces, cuando llegáis a ser criaturas sexuales, cuando llegáis a la madurez sexual, bueno y malo comienza a dominar, y resulta confuso.
Entonces, ¿qué es lo que hiciste? Estás en un cuerpo. Estás en un cuerpo, un cuerpo químico. Olvídate del cerebro. Estás en un cuerpo químico que está respondiendo a las decisiones. Y no se trata sólo de las megadecisiones; también es la pequeña decisión de sentarse aquí y com­portarse estúpidamente. Eso también es una decisión. Decidiste vivir, ba­lancearte de árbol en árbol de tu cuerpo emocional. Simplemente te estás balanceando.
Entonces, ¿qué mejor modo de explicar el tiempo que explicarlo se­gún nuestras expectativas de sentimiento? Despertamos por la mañana, somos totalmente inocentes, y empezamos a ser en el tiempo. Empezá­is a sentir. Empezamos a sentir. Levántate de esa cálida cama. En primer lugar, sabemos que está cálida; y sabemos que fuera hace frío. Está cálida; ese es nuestro primer sentimiento emocional. Después tenemos la vejiga llena, y tenemos que levantarnos y correr al cuarto de baño. Y corre­mos al cuarto de baño y orinamos. Orinamos al agua, y estamos sentados allí y estamos orinando, y lo siguiente que hacemos es ir a mirarnos al espejo para ver quién estaba orinando. Es cierto.
Nuestras vidas —tu vida y mi vida al principio— se basaban en los sentimientos. La mía se basaba en la ira. La tuya está basada en el senti­miento y en la redención. Y confundes todo esto con el amor. Piensas que ser fiel a esas emociones es amor. Pero te equivocas completamente.
Entonces, ¿alguien se puede extrañar de que diga que conciencia y energía crean la realidad? Aquí tenemos alfa y tenemos omega, y entre medias tenemos el tiempo. El tiempo sólo puede ocurrir en nuestra mente —en nuestra mente—; nunca aceptamos lo que hay en ella hasta que lo hemos sentido. Si tenemos que sentirlo, entonces esto se arroja al tiem­po, y a continuación pasamos por todo el circuito biológico de sentirlo. Fuimos creados originalmente para tener la conciencia —y, recuerda, te­nemos que hacer conocido lo desconocido—, tener el pensamiento, y después sentirnos no sólo como el observador que crea energía y crea este drama, estos disfraces, estas personas, lugares, cosas, tiempos y sucesos, sino que también debemos tener un cuerpo preparado para experimentar personas, lugares, cosas, tiempos y sucesos. Tenemos un enganche emo­cional con cada uno de estos criterios.
¿Y cómo —cómo— determinamos cuál es el enganche emocional más profundo? ¿Cómo sabemos que estamos operando desde los tres primeros sellos? Porque las personas, lugares, cosas, tiempos y sucesos de nuestra vida estarán dirigidos predominantemente hacia uno de es­tos tres.
Entonces un amnésico sería como una virgen. Realmente sería así. La primera vez que hace el amor, el instinto de hacer el amor vendría, pero no tendría fantasías, de modo que sería un momento puro. Momento puro..., eso es la virginidad: el momento puro.
No te va a gustar la siguiente enseñanza, pero ¿qué más da? Quere­mos volvernos amnésicos para poder renacer y poder trascender nuestro cuerpo.
De modo que la madre de Yeshua ben José era virgen, pero no una virgen en el contexto en que estamos hablando, sino una virgen en el puro momento de experiencia.
Entonces María, en realidad, era una virgen en su mente. Ella no tuvo pasado al hacer el amor, no tuvo experiencia al hacer el amor. De modo que su hijo fue concebido a través de la pureza del Ahora. Recuer­da: el milagro existe fuera del tiempo emocional, por lo que si ella no tiene afiliación con el momento, es como un amnésico. Y va a venir. El momento va a venir, y va a ser maravilloso y poderoso, y tú..., no tengo que decírtelo. Conoces el almizcle, y el olor, y el amor y la pasión que vienen cuando estás en el momento. Bien, a eso se le llama el momento virgen, y en un momento así sólo podemos concebir brillantez.
Ahora bien, la razón por la que los hombres —y voy a llevar tu aten­ción sobre esto en un momento, pero sigue conmigo—, la razón por la que los hombres nunca se casaban con prostitutas es que las prostitutas siempre podían tomar de ellos su semilla, pero sin responsabilidad. Nunca querían que una prostituta tuviera un hijo, porque sabían instintivamente que nunca eran vírgenes en su mente.
Esto es lo matriarcal... ¿Es lo matriarcal o lo patriarcal? Éste es el mundo de la religión dominado por los hombres. Esos términos ocurrie­ron mucho después de mí. Pero éste era el mundo de la religión y de la política y del gobierno, donde las mujeres eran ganado; quiero decir... verdadero ganado. Y tengo muchas mujeres entre el público que necesi­tan escuchar esta enseñanza sobre lo milagroso que tienen los hombres, y las mujeres también, un conocimiento realmente profundo que se re­monta a su Espíritu Santo; que cuando estamos allí y nos disponemos a engendrar un niño, no queremos engendrarlo en la decadencia, porque si la conciencia y la energía están ahí presentes, y lo están, entonces in­cluso la ovulación, los óvulos que van a bajar van a ser iguales a nuestra fantasía, a nuestra mente; el esperma que salga de nosotros va a ser igual a nuestra mente. Entonces, ¿qué es lo que finalmente traemos como fru­to del vientre? Al final hemos traído a un humano realmente decadente que va a venir aquí y va a estar podrido, y va a ser justo como tú, sólo que el lo va a vivir abiertamente, mientras que tú lo vives secretamente.
Entonces tenemos el problema opuesto. Tenemos el problema opuesto de una compañera ovulante que no fantasea con la decadencia, sino con el extremo opuesto, que es la iluminación. Está haciendo el amor en Dios. Está haciendo el amor a un santo. Está haciéndole el amor a algo concreto, y eso evoca en él el orden más elevado de su semilla, porque no me digas nunca y nunca tengas la ignorancia de decir que el semen de un hombre..., sus espermatozoides —¿me estáis escu­chando?— los vierte aleatoriamente, porque lo que hace que el más fuerte penetre el óvulo es que el más fuerte está apoyado por la mente de su creador.
De modo que lo que piensa un hombre, y cómo reacciona con su mujer, es toda esa dinámica. Si se hace tan sólo «aquí te pillo, aquí te lo hago, y acabo en unos segundos...», la mayoría de las mujeres del públi­co encuentran repugnantes a sus maridos, porque no son románticos; no son íntimos. No tienen ni la primera clave de lo sagrado. ¿Qué es lo sa­grado? Todo lo que es un rito sagrado, es difuminar y convertir en ma­gia las emociones del momento. No hay nada más importante y más poderoso que el momento. Cuando tenemos el «aquí te pillo, aquí te lo hago, y acabo en unos segundos...», claramente —escuchad, mujeres; escuchad, hombres—, claramente, a tu yo espiritual le falta mucho lus­tre. Tú no quieres tener un hombre así, ni tampoco quieres a una mu­jer así, no los quieres, porque lo que hace que el amor sea mágico no es el acto, sino la sacralidad que lleva al acto, porque todo ello es mente.
CAPITULO   4                                                DON JUAN Y SAINT-GERMAIN,  EN CASA DE LA CONDESA
DOS INVITADOS FUERA DE LO COMÚN
Hay una historia muy, muy famosa, una historia que ocurrió en Fran­cia, en casa de una condesa, donde había un montón de invitados ilustres, y uno de ellos era Saint-Germain, el alquimista consumado. Bien, él llegó en un carruaje muy sencillo, un carruaje tipo berlina, pero este carruaje te­nía dentro muchas comodidades modernas: una mesa plegable en la parte de atrás, un calefactor, un conductor que había estado con él doscientos años. Quiero decir que era el modelo con más equipamiento de la gama.
Y él entra. Es un hombre más bien bajo, y ciertamente no es un hom­bre muy hermoso; va vestido todo de negro, de terciopelo negro. Pero tie­ne botones que, en lugar de estar hechos de humildes conchas de mar, estan hechos de diamantes, y son así de grandes, los botones. El negro básico y los diamantes dan para mucho: es el atuendo del maestro. También lle­va puestas unas medias de seda negra. Calza unos zapatos de terciopelo ne­gro adornados con hebillas de diamante. En el extremo de las mangas tiene el más raro y hermoso de los encajes españoles que haya sido hecho jamás, y en el encaje tiene un pañuelo atado. ¿Sabes?, sólo llevábamos pañuelos porque las cosas olían mal en aquellos días, y cuando aspirábamos algo por la nariz, no queríamos que se deslizase hacia nuestros hermosos ojos color granate. Quiero decir que algo marrón mezclándose con algo granate  no da un color hermoso. Por eso teníamos un pañuelo a mano.
De modo que sale y viene a cenar. Y en realidad no le interesaba nada de la comida que tenían allí, porque era un ser iluminado, estaba como por encima, un ser que cabalgaba la mente. Es decir, todas aquellas riquezas que poseía se las había ganado él. No había trabajado para conseguir­las; se las había fabricado. Bueno, no importa.
Era un hombre pequeño. Lucía un peinado maravilloso, con tocado. Y allí estaban todas aquellas mujeres hermosas —mujeres muy hermo­sas— con sus vestidos y sus túnicas y perlas alrededor, y distintas sustan­cias espolvoreadas sobre sus cabezas; digamos que aquello era realmente algo digno de contemplarse. Y basta con añadir la luz de las velas para po­der imaginarnos verdaderamente el destello de aquellas piedras.
El otro invitado favorito del lugar era Don Juan. Bien, Don Juan acaba de llegar, y va muy elegante, con su terciopelo verde invernal y oro. Tenemos algunos problemas. Él va vestido todo de, ya sabes, verde oscuro con broca­do de oro y un encaje alrededor del cuello y, por supuesto, los puños y su pa­ñuelo. Y dejadme ver si puedo acordarme de sus botones. Bien, no eran de diamante. Ya me acordaré luego. Y lleva puestos unos bombachos y las me­dias, y tiene un brocado de terciopelo verde desde los talones. Y tiene el pelo negro aceitado, sujeto con un lazo de satén rosa. Oh, señor. Y la atmósfera que le rodea..., creíamos estar experimentando mil noches de jazmín.
De modo que allí teníamos a dos verdaderos maestros sentados a la mesa: Saint-Germain, muy guapo, austero, simple terciopelo negro y dia­mantes acentuados con el tejido de encaje, y después tenemos al llamativo Don Juan sentado a la mesa. Y se siente un poco infeliz porque Saint-Germain es como lluvia en su desfile. Y Saint-Germain no sólo no come los diecisiete platos de comida que se sirven, como comió Don Juan; ni siquiera bebe el vino de Jerez que se le ofrece. Está pidiendo el borgoña de más cuerpo que tengan. ¿Qué es lo que come? Come simples copos de avena con agua caliente y bebe vino.
Y a continuación produce un incidente muy clásico y registrado —registrado— por la historia1. Aquí tenemos a los invitados más ilustres de la época. Por tanto, ¿de quién va a estar pendiente la concurrencia? ¿Van las mujeres de la mesa a involucrarse con Don Juan? Y éste era el ma­yor atributo de Don Juan. No podía evitarlo. Lo que hacía de él un aman­te tan fantástico no era que fuera tan bueno en la cama —aquí te pillo, te lo hago, y acabo en unos segundos...—, sino que podía mirar a los ojos de una mujer y conversar con ellos, sin apartar la mirada jamás, sin impacien­tarse, y sosteniendo el momento. Y a cada mujer —cada mujer— a la que miró alguna vez la sedujo, y no es que quisiera hacerlo. Simplemente es que esta parte de aquí bajaba en cascada hacia ya-sabes-dónde. Eso es lo que le hizo ramoso. Y los hombres le detestaban. Le despreciaban. Hablaban de él a sus espaldas. Y él seguía presentándose a cenar con su verde invierno y sus brocados de oro. Tenía un don. Tenía un don. Sabía cómo hacer que cada persona a la que miraba sintiera que era la única persona en el mundo.

1 Giacomo Casanova, History of My Life, vol. 5, capítulo 5, p. 116: «La cena que encontré de lo más entretenida fue aquella en la que ella [Madame d'Urfe] invitó a Madame Gergy, que vino con el famoso aventurero, el conde de Saint-Germain. En lugar de comer, habló desde el principio hasta el final de la cena; y yo escuché con gran aten­ción, porque no había quien hablara mejor. Según decía, era un prodigio en todo, trata­ba de asombrar, y realmente asombraba. Su tono era perentorio, pero nadie se lo tomó a mal, porque era culto, hablaba bien todas las lenguas, era un gran músico, un gran quí­mico, con un rostro atractivo y la capacidad de ganarse la amistad de todas las mujeres.--»

Cuando los hombres hacen el amor a las mujeres, es casi como si ellas... A veces las mujeres piensan que ellos podrían hacer un agujero en la pared e ir a por él. Y después tienen la horrible sensación, que les lle­ga en ese estado de susceptibilidad, de que sus maridos o sus amantes en realidad no están haciendo el amor con ellas. Eso es cierto. Pero él no te­nía ese problema. Él sabía exactamente cómo hacerlo, y ése era su don. E hizo el amor a las mujeres más hermosas de Europa, y a las mujeres más feas de Europa. Pero, si le preguntabas, él ni siquiera recordaría qué as­pecto tenían. No recordaría. Eso es lo que le dio derecho a la fama. Por eso era Don Juan; porque lo único que tenía que hacer era mirar a esos ojos y mantener la mirada, y él conocía el alma de la persona y, a partir de ahí, florecía la intimidad. Era precioso.
De modo que aquí tenemos a un Dios con reputación de ser un se­ductor, pero un seductor que es mucho más que simplemente «dame un agujero en la pared y me masturbaré con él». Es decir, este hombre había entendido algo. No era un hombre sexual. Era un hombre mental que se orientó hacia el sexo.
Ahora bien, el noventa y nueve por ciento de los hombres del públi­co no saben hacer el amor. Y está hablando uno que nunca hizo eso, pero conozco cuál era el gran don de Don Juan, que tiene que ver con la manera en que debes hacer el amor a una persona: empiezas con amor, y si te enfocas en la persona, descubrirás que todo en ella es muy hermoso. Pero si no te enfocas en ella, sólo encontrarás flashes de imágenes, y esas imágenes son imágenes de seducción. Él seducía la intimidad de la per­sona, no su cuerpo, y eso, amigos míos, es lo que hizo de él un maestro. ¿Estaba casado? Sí, estaba casado. ¿Continuó comportándose a su mane­ra? Sí, lo hizo. Su hijo y su hija, ¿cómo eran de hermosos? Exquisitos, porque en el momento de hacer el amor a su madre, él estaba completa­mente presente, y esa madre era toda una hermosura.
LO QUE REALMENTE QUIEREN LAS MUJERES
Si todos estuvierais vestidos con vuestras más finas sedas y perlas, vuestros cordones más finos, los más finos, vuestros mejores tacones, vues­tras mejores hebillas y adornos, y vuestros abanicos orientales, y estuvierais en una cena, ¿a cuál de estos ilustres invitados escucharíais: al hombre de terciopelo negro con botones de diamante o al renombrado amante? Ahora bien, es evidente que había una división en la mesa, porque Saint-Germain —y quiero decir que éste es un antiguo maestro, y es muy her­moso; verdaderamente hermoso— su aura, su atmófera es poderosa, y des­pués tenemos a un hombre que sólo sabe seducir. Entonces, ¿a cuál de ellos, en la fiesta... —la única en la que ambos coincidieron—, a cuál de ellos escuchará no sólo la realeza que estaba sentada a la mesa, sino las da­mas sentadas a la mesa? Saint-Germain.
Don Juan se enfadó tanto después de eso que llamó charlatán a Saint-Germain. Bueno, ya sabes cómo funciona esto. Si te muestras desairado, esa persona tiene que estar muy por debajo de ti. El otro nunca podría ser tan glorioso como tú, pero si afrontas la verdad, el hecho es que ha sido más grande que tú, y Don Juan nunca, nunca aceptó esta realidad. De modo que escribió cosas muy horribles sobre Saint-Germain, y así es como sabemos que Saint-Germain fue un ser real, por los celos de Don Juan. Así es como sabemos. Lo sabemos por las emociones. ¿Cuántos de vosotros entendéis?
Ahora bien, si puedes hacerte con las memorias de Don Juan, y todos los volúmenes que escribió en una etapa avanzada de su vida, está allí2. Asi es como sabemos que hubo una vez un maestro viviente que trascendió la Edad Media y llegó a la Ilustración. Y ése fue Saint-Germain, un maestro. Puedes intrigar a hombres y mujeres con tu capacidad de enfoque, pero puedes orientar ese enfoque de dos maneras, y hay dos caminos sobre este tablero: podrías tomar a esas personas para tu propia facilitación, puedes tomarlas para tu propio uso, puedes tomarlas para tu propia emoción, o puedes hacer lo contrario. Puedes llevarlos a la tierra del mis­ticismo, al país de la magia, al país de la vida eterna, a la tierra de Merlín.
2 Véase Giacomo Casanova, Chevalier de Seingalt, History of My Life, traducido por Willard R. Trask, 12 vols. (Nueva York: Harcourt, Brace & World, Inc. 1966).
Y cada mujer en aquella mesa se sentía fascinada por aquel hombre­cito de terciopelo negro, los botones de diamante, las hebillas de diamante, y sus historias. Y cada una de aquellas mujeres quería un frasco de eter­na juventud. Y si tenían que elegir entre el frasco de la eterna juventud y pasar una noche con —¿cuál es su nombre?— Don Juan, ¿cuál creéis que eligieron? Date la vuelta y explícale a tu compañero. Estoy consiguiendo probar mi planteamiento con contundencia.
Muchas gracias, Don Juan, por escribir sobre tus celos, tu envidia, y por llamar lascivo a Saint-Germain, porque sin tu básica emoción huma­na hubiéramos descartado tu biografía, o autobiografía, como una obra de fantasía. Pero como fuiste tan emocional y tan hostil hacia él, él debe de haber existido.
Oh, aquí se están afirmando muchos puntos, bellezas mías. Enton­ces, ¿qué es lo que quieren las mujeres? ¿Crees que quieren un frasco?
Este es el punto que quiero demostrar, y tengo muchos puntos que demostrar aquí. Pero mi punto es —mis puntos, en plural, son éstos—: que cuando se llega al grano, lo que ningún hombre puede dar a una mujer es vida inmortal. Y es la fascinación de las mujeres, que ya van por delante de los hombres básicos, querer y desear eso. Y, entonces, ¿a quién van a escuchar: al mayor amante de su época o a la inmortalidad? Ellas le escucharon a él. Y él fue suficientemente grácil y generoso como para dar a la anfitriona de aquella cena un frasco. Pero, por desgracia, ella tenía un compromiso aquel día, y su doncella, que tenía dolor de cabeza, tomó el frasco y tres horas después se volvió treinta años más joven. Es magia.
Todo esto es una historia verdadera. La condesa volvió, quería des­pedir a la intrusa, y ocurrió que la intrusa había sido su doncella; ella la echó de todos modos, porque había consumido su frasco. La condesa envió muchas, muchas invitaciones a Saint-Germain para que volviera.
Él volvió una vez, pero no le dio otro frasco. Y, evidentemente, su an­títesis y antagonista, Don Juan, no apareció, porque, como Saint-Ger-main estaba invitado, él no estaba dispuesto a ir. Bien, Saint-Germain, nena, esta historia es para ti.
FANTASÍAS SEXUALES, SECRETOS AL DESCUBIERTO
Si los hombres tienen una plétora de humanidad en su semen y sim­plemente son tan estúpidos de no hacerle caso...; es decir, ellos son como un Dios que tiene dentro de la semilla de su alma todas las personalida­des humanas disponibles. Y ahora empezamos a ver por qué no es sabio seguir sin hacer caso de este hecho para conseguir un pequeño orgasmo. Bien, lo necesitas, lo necesitas, lo necesitas. Oh, pobrecito. ¿Has pensado alguna en elevar tu energía? Seguro que no. Ahora bien, ésa es una en­señanza diferente. Lo que ocurre —y aquí hay algo interesante; escu­chad esto—, y ésta es la razón por la que algunos de vosotros estáis en­tre este público, aunque otros sois totalmente diferentes, es que sólo un puñado de vosotros estáis aquí porque vuestro padre hizo el amor a vuestra madre en una ceremonia de romance muy sagrada que condujo hasta ello... Porque, ¿ves?, la ceremonia es para abordar las emociones, el antagonista.
¿Dónde estaba? Ah, sí, esto, la ceremonia... Hacer el amor no tiene que ver con..., bueno, ya hemos acabado de cenar, cepillémonos los dientes, duchémonos, y saltemos a la cama desnudos y saquemos el seca­dor de pelo, y el vibrador, y cualquier otra cosa que nos haga sentirnos muy bien. Es decir, eso es malo. Quiero deciros algo: eso es malo. Eso no es sagrado. Eso no es sagrado. Eso es tecnología.
Escucha: un Don Juan sabría cómo activar el momento. Y comenzaría como a medio día, trayendo flores, y compartiendo el momento, y co­miendo juntos sin ninguna distracción, y mirando a esos ojos. Eso es lo que él sabe hacer de manera muy bella. Miras a sus ojos y, ¿sabes?, si ha­ces eso, ocurre una metamorfosis. No es sólo que vaya preparando el am­biente para vivir una noche en las carreras, sino que en el momento en que miro a los ojos de esa persona, de repente me siento atrapado en un estado de saber libre de emociones.
Y va pasando el resto de la tarde. Bien, puedes imaginarte la activi­dad en el hogar. Todo el mundo se está abanicando porque allí hace ca­lor, y toda la tarde está preparada para que empiece a colapsar en el mo­mento. Se pasa toda una vida de preparación para llegar a ese momento. Cuando llega el momento, debería ser lento, y fácil y muy hermoso. Y siempre deberíamos empezar de la cara hacia abajo, nunca desde abajo hasta llegar a la cara, porque nadie mira nunca a su amante después de eso. Yo lo sé; he observado esta experiencia de la cópula durante siglos.
¿Y qué tipo de niños vienen? Bueno, cuando no lo haces bien, tie­nes... Los hombres: los hombres son realmente criaturas decadentes en lo tocante a la fantasía, porque ellos tienen un millón de almas, y no saben con quién fantasear. De modo que suelen acabar fantaseando con las más decadentes. Cuando los hombres fantasean con experiencias homosexuales —están haciendo el amor con una mujer en la realidad y están pensando en hacer el amor con un hombre—, el esperma que va a ir a ese óvulo...; dime tú qué ocurre después de eso.
¿Para cuántos de vosotros tiene sentido esto? Levantad la mano. Que así sea, porque si lo tiene, entonces podemos avanzar e ir más lejos.
Y, sí, éste es un asunto humillante. Y también está haciendo otras cosas. Está destruyendo el poder de las personas de este público sobre ti. Bueno, me gusta hacer eso. Bien, dejadme que os cuente algo sobre mi padre. Nunca conocí a mi padre. Pero mi padre era un atlante, y mi ma­dre una lemuriana. Obtuve la altura de mi madre y obtuve de mi padre mi tremenda capacidad de entender a mi enemigo. Pero obtuve el cora­je de mi madre. De modo que en aquel pequeño encuentro amoroso... él tomó a mi madre, mi amada madre; él estaba dominando a una gran mujer, y le encantaba. Él era un animal. Y yo fui concebido de su esper­ma. Bien, él concibió al diablo, porque yo fui más grande y más malo; había asimilado ambas culturas, e iba a arruinarle. Él creó, con su lujuria, mi primera encarnación. Era virgen, inocente. No sabía. Estaba dispuesto a venir, y ahora estaba en mi cuerpo.
Bien, si mi padre era un atlante, ¿adivinad a quién puse en estado de sitio? A la Atlántida. Yo fui su peor pesadilla. Cuando las viejas ciudades resurjan, veréis escrita la historia de Ram, y el día de terror que les sobre­vino. Y yo era el hijo de un atlante. Y obtuve mi altura de mi madre. Fue mi madre la que se quedó conmigo. Y fue mi mente feroz y mi ira las que se volvieron contra ellos. Por eso sé de qué estoy hablando. Bien, yo era...; ningún atlante fue tan agresivo como yo. ¿De dónde demonios creéis que me venía? Del esperma. Aquel hombre hizo al diablo.
¿Quiénes sois vosotros? Os lo diré. La mayoría de vosotros fuisteis concebidos en fantasía. Fuisteis concebidos en sexo básico. No fuisteis con­cebidos porque vuestro padre estuviera mirando a los ojos de vuestra ma­dre. Y si él hubiera estado haciendo eso, y si lo hubiera hecho bien, vo­sotros ni siquiera estaríais aquí hoy. ¿Podéis ver el cuadro? Oh, ya sé que no os gusta. Sé que no os gusta. Pero escuchad. Tenemos que arrogarnos algún mérito. Éste es el cuerpo que fue hecho para nosotros. Es decir, de los millones de parejas, millones, billones que están copulando cuando tú estás preparado para entrar... Quiero decir, ¿cuál es el plan de tu alma? ¿A qué cuerpo vas a ir? ¿Vas a ir a un cuerpo que sea la antítesis del alma? Si conciencia y energía crean la realidad, vamos a ir directamente a un cuerpo que sea igual a quienes somos.
Entonces, ¿eres un crossover? Eso se debe a que tu viejo lo era mien­tras hacía el amor con tu madre. ¿No te gusta eso? Bien, aquí hay algo peor. Tu madre estaba haciendo el amor con otra mujer cuando te con­cibió, mientras su marido le daba el esperma. ¿No os gusta eso? ¿No os gusta eso? Entonces sois personas ignorantes, porque no habéis llevado la enseñanza a su mínimo denominador. Los espermas no son aleatorios; los óvulos no son aleatorios. Ellos son quienes nosotros somos.
¿Por qué crees que era muy, muy importante que una mujer fuera virgen e inexperta cuando un rey quería crear un reino? El no quería que ella interfiriese con sus planes, con su legado. Despertad, por favor. Nin­gún hombre quiere tener un hijo con una prostituta, porque el hombre sabe intrínsecamente que no sabe. Él sabe que ella no está haciendo el amor con él. Él sabe que ella lo está haciendo por supervivencia. Enton­ces ¿qué tipo de niño va a salir de esa unión? Alguien que volverá y le cortará la cabeza. Ésa es la verdadera historia de los cesares, en caso de que os interese3.
3 Suetonius, The Lives ofThe Caesars, Loeb Classical Library, ed. trad. por J. C Rolfe, 2 vol. (Cambridge: Harvard University Press, 1914).

¿Cuántos de vosotros entendéis hasta ahora? Bien, ¿qué es el concep­to de moralidad? ¿Es la moralidad simplemente algo relativo al nivel en el que estás existiendo? Por supuesto que lo es. ¿Hay una moralidad superior? Siempre. ¿Qué es moralidad? Moralidad es una palabra que tiene su origen en la moraleja de la historia. Es la moral de la fantasía; ésa es la verdad. Eso es a quien generamos. Tus hijos —tus hijos—, tus mayores pesadillas, fueron creadas por uno de vosotros, o tú o tu marido. Y uno de vosotros estaba teniendo una fantasía en el momento de la concep­ción. El único modo en que esa alma, problematizada y degradada, pudo entrar es porque uno de vosotros estaba degradado y problematizado. Y un hombre... —una mujer tiene un óvulo—, un hombre tiene millones de oportunidades.
La moralidad, entonces, no se asienta enteramente en la mujer, pero lo hace si ella continúa eligiendo el compañero equivocado y sigue tra­tando de actuar como una fantasía de esa pareja. Deberíamos amar lo que somos. Deberíamos amar que somos una mujer, deberíamos amar que so­mos un hombre, y que cuando somos un sistema equilibrado de concien­cia, la enfermedad nunca puede comerse nuestros huesos, nuestro cora­zón, nuestro hígado, nuestro cuerpo. Cuando estamos desequilibrados —desequilibrados—, si estamos negativo con negativo y positivo con po­sitivo, o alternamos entre positivo y negativo, basta con un momento de desequilibrio para que una semilla... —del mismo modo que traemos un hijo al mundo—, para que la semilla de la enfermedad progrese en el mundo.
¿Sabes?, existe un maravilloso misterio en la ciencia y en la medicina. Es un misterio. Y la única razón por la que lo reconocen es porque, se­gún sus hipótesis de cómo ocurren las enfermedades venéreas, hay algu­nas personas que son totalmente inmunes a ellas, y tanto si se trata de sí­filis como de tumores genitales, tanto si se trata de gonorrea como de cáncer de útero o sida, hay ciertas personas que, por más que les expon­gas, nunca contraen estas enfermedades. En otras palabras, estas enferme­dades vienen verdaderamente de personas desequilibradas y conscientes. De ahí es de donde vienen, y después son transmitidas.
Me refiero a que puedes decir: soy una persona muy equilibrada. Pero cuando sitúas a las personas en el acto sexual y observas sus fantasías, lo que hacen es muy extraño, lo que piensan, lo que llegan a degradarse para realizarlas. Ese desequilibrio es el mecanismo acortador que debilita el primer centro, y hace que ese primer centro debilitado sea propenso a las enfermedades. Hay personas que, les expongas a lo que les expongas, nunca las contraen. Sabes cuál es la explicación que da a este hecho la ciencia médica: dice que se trata de personas inmunes por naturaleza. Y lo son, absolutamente, porque no está en su conciencia. Ellas no piensan, ellas no fantasean. Simplemente no lo hacen. De modo que si ambos en­ferman, ambos estaban fantaseando.
Eso está bien. Cada organismo, cada organismo vivo, se comporta más o menos así: nos juntamos, copulamos y traemos un hijo al mundo, ¿correcto? O copulamos y simplemente nos vinculamos. Hacemos lo de Don Juan: mirar-a-los-ojos, y acuéstate-creo-que-te-quiero, y así luego podemos resolver todos los problemas con ese acto. Pero, en realidad, nunca deberíamos tener que resolver todos los problemas con ese acto, porque entonces eso se convierte en una conciencia y energía, en una fa­cultad corporal, usada en exceso.
Me refiero a: ¿podría amarte tu pareja si fueras abstinente? Esta es una buena pregunta, ¿verdad? Y entonces, si no puede, le tienes que mi­rar y comprender que tal vez ha sentido atracción por lo que le estabas dando continuamente. Bien, esto no es diferente de que los milagros exis­ten fuera del tiempo emocional. El amor incondicional también existe fuera del tiempo emocional. Ahora bien, ¿cómo sabemos que alguien nos ama realmente? Si de repente somos castrados o ya no podemos hacer el amor, ¿seguirán amándonos, seguirán siéndonos fieles, o se verán con­ducidos hacia otra pareja?
Las personas que están protegidas por la naturaleza no están prote­gidas en realidad por la naturaleza, en el sentido de que son criaturas muy evolucionadas. Y no están sometidas a ello, no es allí donde está su conciencia, no fantasean con esas cosas. Viven el momento, son sinceras. Vienen desde una autoridad más elevada que la del primer sello. En otras palabras, los ojos establecen el contacto. Y entonces hacer el amor es una verdadera rendición de confianza, de intimidad, de contacto del alma.
Bueno, ¿cómo se explica que alguien no contraiga estas cosas? «No son individuos sexuales»; éste es un modo de explicarlo. Y si esas perso­nas llegan a contraerlas, pienso que finalmente se dan cuenta de que ellas sí lo son. No hay nada malo en eso. Pero, en la medida en que tenemos contacto para crear otro ser sensible, si no copulamos para crear otro ser sensible, crearemos otra forma de vida.
Aquí, en este público, muchos de vosotros habéis dado a luz a otros organismos. Ellos son vuestros hijos. Viven con vosotros a causa de vues­tras anteriores fantasías. Ellos son organismos. Están vivos. Tienen un periodo de vida. Entonces, ¿qué haces cuando te encuentras con una persona que no tiene ninguna de estas cosas? En primer lugar, tienes que amarla. Tienes que amarla más que a la criatura en quien trataste de convertirla en el pasado, porque en cuanto ella se vuelva una criatura del pasado para ti, estará sometida a esas enfermedades. Quiero que no olvides esto nunca. El milagro existe fuera del tiempo emocional. El amor y la sanación existen fuera de nuestras emociones del pasado que mantienen nuestras enfermedades, nuestras enfermedades venéreas, y sus ciclos.
Basta con que pruebes este experimento. Vuelve a tus fantasías. Prueba a hacer el amor una vez en las fantasías que generaron esas en­fermedades, y observa cómo se produce la erupción. Las erupciones pertenecen a la conciencia. Si ha habido alguna vez un profesor estric­to, éste va a ser ese profesor para ti, y yo sólo habré sido viento. Prué­balo. Si no me crees, quiero que sepas que lo que estoy enseñando es la verdad.
¿Cuántos de vosotros habéis aprendido? Doloroso, pero es la rea­lidad. Es una de las cosas que bloquea el milagro en vuestra vida, por­que, como veis, toda vuestra identidad está ahora en las emociones de Don Juan. Y vuestras enfermedades siguen siendo traídas cíclicamen­te a vuestro presente a través de vuestras fantasías. Nunca, nunca me digáis que algo os ocurre sin más. Nunca me creeré eso. Sé que en al­guna parte, mientras estabais en silencio, os he observado tener la fan­tasía, y ahí está. Tú creas la realidad. Por eso eres Dios, válgame Dios. Por eso eres Dios.
De modo que la emoción es... Antes de la emoción debemos haber tenido un pensamiento; colapsamos la realidad, preparamos el cuerpo químicamente, y después lo activamos, y una corriente de información vuelve química y eléctricamente al cerebro. Nos ha sabido bien, de modo que queremos volver a repetirlo, sólo que la siguiente vez que lo hacemos lo tenemos un poco más difícil, porque ninguna experiencia repetida volverá a ser la misma que en sus orígenes. Siempre tendrá que evolucionar a partir de ellos. Por eso la gente se vuelve decadente: porque parten del concepto virgen, de lo sagrado y lo íntimo. Tienen una primera vez, pero después viene la segunda vez, y tienen que añadir algo, de modo que siguen construyendo el pastel con todas esas especias que se le van aña­diendo, y muy pronto ni siquiera podemos disfrutar del pastel, porque no nos aporta la misma experiencia. ¿Por qué no nos aporta la misma experiencia? Porque somos Dioses en evolución, es decir, la naturaleza de nuestra fuerza de vida es hacer conocido lo desconocido. En realidad nunca podemos tener la misma experiencia dos veces. Siempre tenemos que modificarla. Lo cierto es que vas agotando la experiencia. Vas ago­tando la experiencia.
Un hombre copula con una hetaira muy hábil en el arte de hacer el amor; es fabuloso. Es decir, su pobre esposa, que le ha dado todos esos hijos, no puede hacer lo mismo. Pero si ella no le hubiera dado hijos y hubiera sido una hetaira, podría haber hecho lo mismo. La segunda vez que visitas a la hetaira se ha cambiado de ropa, y de incienso, y se ha aceitado el cuerpo de manera diferente porque va a ser una nueva expe­riencia. Eso es lo que sabe hacer la hetaira. Pero hasta las hetairas se vuel­ven aburridas, porque eso es lo mejor que puedes hacer, nena. Y un día son cambiadas por una virgen. A veces se desea que la experiencia que no sea tan diseñada, tan preparada y tan reforzada. ¿Cuántos de vosotros entendéis?
Todas las emociones tienen un fin, porque las emociones nacen en el tiempo. Tienen un tiempo de vida, y después se desgastan. El aburri­miento viene cuando las has experimentado. De modo que es un nuevo día —muy bien, maravilloso—, y te dispones a comenzarlo, y el día de hoy vas a ser un poco diferente. Ah, eso te anima un poco. Descubres que tu amante no se quiere quedar en la cama contigo todo el día porque quiere salir a hacer cosas. Quiere ser diferente, de modo que tienes que sa­lir y hacerlas. Así, ir a la cama por la noche te resulta excitante. De modo que cada día tienes que seguir cambiando para mantenerte a la altura de tu amante. ¿Y qué hay de ti? Ya sabes: ¿por qué estás en esto, por la di­versión, por el dinero, por la celebración que son tus hijos? Qué cosa tan lastimosa.
¿Qué hay de ti? De modo que decides hacer algo distinto. Lo haces tres días seguidos y tu amante te seguirá; entonces va, hace eso y en un momento dado deja de gustarle. Pero descubres que a ti te ha gustado todo lo que él o ella ha hecho. Ahora tienes un pequeño problema. Ahora las emociones cambian. Ahora ya no somos tan rápidos al entregarnos porque no nos comprenden, no nos quieren y no les importamos. Sólo lo hacen si cumplimos sus condiciones, pero somos nosotros los que he­mos accedido a eso.
En definitiva, éstos son grandes ganchos que están dentro de ti. ¿Y por qué estoy dedicando todo este precioso día a hablar de ello? Porque la razón por la que no puedo conseguir que hagas aparecer un Toyota, o un pozal de oro, o vida eterna, es que aún estás usando estas enseñanzas del mismo modo que has usado la totalidad del cuerpo emocional, y sim­plemente no funciona. Simplemente no funciona. Lo que quiero decir es que no puedes persuadir a Dios de que haga el amor contigo. No puedes persuadir a Dios. No puedes ser una hetaira para Dios. No puedes pro­meter. No puedes pensar que serás bueno, que serás todas esas cosas que dice la religión —no puedes hacer eso—, y después salir ahí fuera y dar vida. Se trata de un personaje totalmente distinto, y es tu creador. Esto no es hablar por hablar. ¿Cuántos de vosotros entendéis?
Ahora bien, cada experiencia emocional, si nos hacemos adictos a ella, es importante que la alteremos cada vez, porque ésa es nuestra adicción. La alteramos. Y puede tratarse del sexo, puede tratarse del dolor, y puede tratarse del poder. Y existen personas que son adictas a los tres. Ni siquiera les importa con quién están. Ellas sólo quieren la adicción.
Ahora puedo decirte, y te diré ahora mismo, que eres adicto a tus emociones. No tenemos que preocuparnos por el vino y por fumar una pipa, nena. Tenemos otras dificultades más serias. Si y sólo si queremos ser un maestro y tener la vida eterna, tenemos dificultades serias. Si no queremos esas cosas, y estamos inmersos en sentirnos bien, entonces sólo tenemos vida: vida, muerte e impuestos.
De modo que la razón por la que Saint Germain encandiló a las se­ñoras de la mesa y a los hombres fue que era maestro de eso que tanto unos como otros podían disfrutar. Eso era un misterio. Practicar el coito no es un misterio. Y muchos de vosotros nacéis cuando vuestros padres analmente se hacen amantes, y entonces la línea de quiénes sois queda emborronada por la fantasía. Es decir, tienes que preguntarte: ¿te quiere realmente tu marido cuando decides convertirte en una sádica, o masoquista o en un hombre? Quiero decir que ¿de quién...?, ¿de quién está él enamorado? Y esto se vuelve muy molesto para la mente femenina porque. .., sí, la primera vez será divertida y excitante, pero después de algún tiempo empezarás a sentirte un poco incómoda por ello, porque en rea­lidad significa que estás teniendo que desempeñar un papel que, si bien al principio estaba muy bien, ahora se está haciendo adictivo. ¿Cuántas de vosotras, mujeres, habéis experimentado esto? Levantad la mano. Mi­rad a vuestro alrededor, hombres.
¿Queréis saber por qué las mujeres tienen inseguridades en una relación? Porque vosotros las hacéis así. No es lo suficientemente bue­na. ¿Sabes por qué? Porque tú eres el que has perdido el arte de lo sa­grado, y te dedicas al «aquí te pillo, y en un momento acabo», como si realmente fueras una criatura especial. Ellas ni siquiera saben que no eres especial. Sí, contienes un millón de almas en una eyaculación, pero ¿de qué vale eso? No es de extrañar que no se quieran quedar em­barazadas de ti, porque después de un tiempo se sienten inseguras. ¿Sabes por qué se sienten inseguras? Porque la única vez que realmen­te tienes muchas ganas de estar con ellas es cuando pueden trascender su feminidad y ser algún monstruo, algún hombre, y ofrecerte su rec­to. En el momento es agradable, pero después vas a tener problemas, porque esa mujer va a acabar por darse cuenta de que no está con na­die que esté enamorado de ella, y va a tener muchos problemas con su propio compromiso emocional contigo. Y eventualmente acabará reem­plazándote, porque va a buscar a alguien que se pueda enamorar de ella, y mirarla a los ojos, y hacerle el amor a ella —y no a un fantas­ma, no a un hombre, no a otra mujer, no a una bestia, no a un ave—, sólo a ella. Y si alguna vez encontramos a esa criatura, vamos a ena­morarnos locamente de ella. No nos va a importar lo joven o lo vieja que sea.
Entonces, ¿por qué Saint-Germain atrajo tanta atención en la mesa y Don Juan estaba tan resentido? Porque él ofrecía una promesa y una aventura a cada ser humano allí presente que ni siquiera las grandes hazañas del mayor amante podían igualar. Y, sin embargo, este maestro era un maestro de la mente, un maestro de la vida eterna. Todo el mundo lo cambiaría por un frasco del elixir de la vida eterna. Eso te muestra cómo son las cosas. Por tanto, ¿quién no está en tu vida? ¿Quién no está en tu vida? ¿Quién no eres y quién eres?
Las sorprendentes revelaciones en nuestra revisión de la vida
¿A qué nos lleva esto? Es decir, éstas son todas las cosas que verás en la luz4. ¿Dónde nos lleva esto? Bien, quiero plantearos una pregunta: ¿Con cuánta rapidez quiere tu esposa tener un hijo contigo cuando se en­tera de lo que esperas que te haga? ¿ Con cuánta rapidez quiere tu mari­do o tu amante tener un hijo contigo cuando sabe lo que haces y piensas estando con él? Porque ¿sabes de dónde surge el abuso infantil? Viene de la fantasía que crea a esos niños. Los padres violan a sus hijas porque esa es una fantasía que el esposo y la esposa acaban teniendo. La tienen. ¿No me creéis? Muere, ve a la luz, vuelve, y enseña a este público. Las esposas sienten envidia de sus hijas porque sus hijas nacen de las fantasías de sus maridos. Han salido de su esperma. ¿Cuántos de vosotros entendéis? Los hijos —sí, los hijos— que están allí tienen un apego especial a la madre y un apego especial al padre. Y a veces incluso son víctimas de abuso se­xual por parte de su padre. ¿Dónde crees...? Quiero decir que sé cuántos de vosotros habéis sufrido abuso infantil en vuestra vida, y os estáis pre­guntando: «¿por qué yo?». Yo os diré por qué vosotros: porque vinisteis de padres que hicieron eso, y tú eres la razón secular para ese abuso, por­que te concibieron así.
Me encanta mi médico. El está sentado aquí, moviendo la cabeza. No es que esté en desacuerdo conmigo. Está todo formulado y él lo en­tiende, y lo único que puede decir es que es triste. Sí que lo es. Siempre creamos la realidad. No dejes que ninguna revista, ni ningún programa de televisión o que ningún ser humano te diga que la naturaleza huma­na es simplemente así. Sí, podemos ser irresponsables, pero la sabiduría es para nosotros. No hemos de juntarnos con otro ser humano a menos que tengamos la sabiduría de implicarnos plenamente en una relación con él o ella esperando que sea igualmente sabio, que ambos hayamos pa­sado ya por esos amores infantiles y esas tontas fantasías. Y entonces nos juntamos con otra persona, y la razón por la que lo hacemos es que no estamos juntándonos con una fantasía; no queremos soportar un demo­nio surgido de una distorsión. Y eso podría ocurrimos fácilmente, fácil­mente.
4 En la revisión de la vida después de la muerte.

Entonces, ¿qué es moralidad? Moralidad es decir: «No, no estoy pre­parado para una relación. Y no estoy preparado para dar mi semilla, y no estoy preparado para ser suficientemente responsable como para compartir el amor, porque lo cierto es que, cuando hago el amor contigo, a me­nudo, si vieras con qué hago el amor en mi mente, harías las maletas y te irías de aquí. E, igualmente, si yo viera con quién lo haces tú, también me daría miedo. Entonces, ¿por qué estamos haciendo esto? ¿No debería­mos estar enamorados y no deberíamos haber trascendido nuestras emo­ciones hasta el punto de que pudiera ocurrir el milagro del amor?».
El amor sólo puede ocurrir si no hay pasado. ¿Y sabes qué? Acabo de escribir la clave aquí con Cuerpo Azul: los milagros ocurren cuando no basamos la relación en cómo practicábamos el sexo, en cómo hacíamos el amor, y en cómo pensábamos y fantaseábamos.
¿Pensáis que es horrible que una niña pequeña e inocente sea violada y forzada por su padre o por su tío? Bien, hablemos de eso. El padre pro­dujo esa situación porque la creó del polvo de su polvo. Ella sólo puede ser en la mente de él lo que él la hizo ser, y es por eso por lo que tenemos que pagar mil vidas: porque nadie nos ha enseñado nunca que nos equivoca­mos al pensar así, porque ellas quieren ser populares, y ellas quieren ser se­xuales, y quieren ser aceptadas, y viven hipocresías. En un momento dado son seductoras, y después actúan así: no, no, no. Escuchadme. Bien, por favor, ¿qué estamos diciendo? ¿De qué señales estamos hablando?
Queremos unirnos en un milagro de amor. El amor no tiene pasado. Tiene que crear su propio Ahora.
De modo que si aún estás luchando con tu vida sexual y estos mons­truos de aquí arriba5, nunca vas a oír ni una palabra de lo que tengo que enseñarte, porque pensarás que es tu prerrogativa. Y, de hecho, lo que hoy tratábamos de hacer era llegar a tu mente, a tu alma, a tu intención, y sa­car fuera esos parásitos. Bien, no me importa quién seas. Si no haces eso, nunca conocerás el milagro, nunca conocerás el momento, y nunca conocerás el amor.
¿De qué hemos de avergonzarnos? De lo que tenemos que avergon­zarnos es de que ésta es la parte secreta de nosotros que nunca hemos conseguido dominar, porque creíamos que el sexo no tiene nada que ver con ser un buen hombre o una buena mujer, pero, de hecho, tiene todo que ver con ello. Es el primer sello, y nuestra forma de reaccionar allí es la que repetiremos en todos los demás lugares.
De modo que hemos empezado con el milagro en el primer sello, y entonces llegamos a ver —llegamos a ver— que en realidad nuestros hi­jos encarnan las fantasías que nosotros creamos mientras estábamos practicando el sexo. ¿Por qué debería eso estar exento? ¿Tienes otra explica­ción para ello? Bien, si dices que está exento, voy a preguntarte: ¿quién es el Dios que creó esa exención? ¿No deberíamos estar hablando con el Dios del sexo?
5 En tu cabeza.

Hay hombres y mujeres entre esta audiencia que dijeron que nunca podrían tener hijos. El hecho es que no los querían. No querían la res­ponsabilidad. Querían la libertad de ser quienes querían ser sin cargas. Y lo cierto es que no habrían sido buenos padres.
De modo que concebimos grandeza, debemos estar enamorados de la grandeza. Consumimos poder, pero deberíamos concebir poder. Si conce­bimos poder, éste se transmitirá de generación en generación. ¿Cuántos de vosotros entendéis?
Ahora sé que ésta es una enseñanza muy intensa, pero quiero pre­guntaros una cosa: ¿sabéis qué es lo que veo cuando os miro? ¿Cómo puedo decíroslo? ¿No queréis que os diga por qué no podéis hacer ma­ravillas?
Entonces volvemos muy atrás, hasta ese viejo pensamiento borro­so: moralidad, pensamientos limpios, hacer el amor limpiamente, la cama virgen, el tálamo nupcial. Sólo nos hemos casado porque estába­mos locamente enamorados uno de otro, locamente enamorados uno de otro. En otras palabras, esa mirada a los ojos y ese llegar al alma, ese abrazo a la mente, ese transportarse del alma, eso era energía nacida aquí que se movía hacia abajo, en lugar de ser energía que se acumula aquí y nunca subirá hasta aquí. Esos anticuados principios siguen vivos en nuestros días. Estaban vivos en mis tiempos. Quiero decir que son muy antiguos.
¿Quieres un niño genial? Espera y enamórate, y eso cada vez; el amor no necesita evolucionar, el amor simplemente es. El sexo necesita evolución. Son las partes del cuerpo que tienen tan buen aspecto. Pero, ¿sabes?, cuando te enamores de una persona, nunca será por el aspecto que tenga. Será por su mente. Y lo que hay en su mente es evidente —su alma, su dulzura, su belleza—, la belleza de la mente. Queremos tener hijos con alguien así porque eso va a crear niños geniales, niños verdaderamente ge­niales.
Así que puedes seguir jugando, y puedes seguir haciendo el mono, y puedes seguir haciéndote el gracioso, y simplemente ser un niño grande y decrépito, o puedes ser un ser joven y eterno. Los jóvenes decrépitos han derramado toda su fuerza de vida, millones y millones y millones de almas, demonios, extendidos sobre las sábanas. Eso es un viejo decrépito; eso es una vieja decrépita. O puedes tener una comprensión de que los milagros ocurren, y los milagros ocurren porque el único modo de que pudiéra­mos meternos en problemas sería hacerlo por el sentimiento químico, emocional.
De modo que ahora se hace muy evidente, volviendo a Saint-Ger-main y a Don Juan, que Saint-Germain no hizo proposiciones amorosas a nadie de la mesa. De hecho, ni siquiera comió los diecisiete platos. Ni siquiera... No tomó nada de la comida, pero bebió de su vino. Y ésa era la condición. Escuchad. Él dijo: «Sólo vendré si no me dais de comer esas cosas horribles que coméis vosotros». Eso es lo que dijo. «No hay problema. Simplemente ven.»
Bien, él no comió. De modo que mientras todo el mundo estaba co­miendo hasta hartarse y les estaban saliendo pústulas, él estaba contando historias. El era muy hermoso; maravilloso. ¿Piensas que la anfitriona se enfadó porque no quiso tocar la comida? Ese era el único modo de que él pudiera venir. Él era honesto, una marca comercial grandiosa y escasa. Él era honesto.
«No, pero llevaré puesta mi ropa más fina.» Terciopelo negro con bo­tones de diamante y encaje español en las mangas: un aspecto genial.
Finalmente, él acabó siendo el invitado más buscado para dar char­las de su época, porque era mágico. Y toda la gente que se sentía celosa le llamaba charlatán, pero él era mágico. ¿Qué es lo que hizo? Bien, les echaba la buenaventura. Les miraba y les decía su profecía. ¿Y sabes qué? Daba en el clavo. Recuerda: aquello era la corte de María Antonieta. Ponte la mejor ropa que tengas.
Bien, maestros, él es un enigma incluso en nuestros días. Está aban­donando su descanso. Él volverá, pero no para darte la hora, en caso de que alguien diga que le está canalizando; porque nunca le canalizarán. Él será su propio ser.
Así que volvamos a lo nuestro. Aquí está la analogía. La analogía es ésta: que la existencia humana es tan aburrida, y no tiene un código mo­ral, ni siquiera tiene el deseo de conseguirlo, que no hay razón para alcanzarlo, porque ¿qué hay en el otro extremo de la vida? ¿Qué existe al final de esta buena vida: el cielo y el infierno, lo de pesar el corazón, o, como dijo el Buda —como el Padre ha explicado de manera tan hermo­sa—, nada? Quiero que sepáis algo. Hay reinos que son enormes.
Yo no creo que seáis malos. Es decir, creáis hijos que son vuestra némesis. No tengo que contároslo, ya estáis inmersos en ello. ¿No has teni­do hijos, no los has hecho, porque no querías que el cuerpo se te agrandara? Nunca escuches a nadie, a nadie que te diga que no podía tenerlos. No, sí que podía. Simplemente querían jugar —¿estáis conmigo?—, por­que escucho sus excusas, y simplemente les miro y sonrío. Porque, en cierto sentido, tuvieron la suerte de saber que no podían hacerlo, y no lo hacían porque, por dentro, sabían que simplemente estarían creando lo que ellos son.
De modo que no tenemos que castigar a nadie, porque ya estás te­niendo esa experiencia. Mi tarea es sacarte de esa experiencia, tal como Saint-Germain hizo en la mesa de la cena, y por eso era un invitado tan querido. No había ninguna mujer que quisiera llevárselo a la cama y no había ningún hombre que quisiera llevárselo a la cama, porque era una conciencia original, secular. Él era su propio ser. Quiero decir que todo el mundo sabía que no se podían acercar a él. Todo el mundo sabía eso, porque sabían que para estar en su presencia tendrían que ser humil­des, tendrían que escuchar y tendrían que desear saber. Y todos ellos querían saber lo que este mago sabía. Él fue el antagonista definitivo, el antagonista último de la realidad de Don Juan. Él era la criatura que nos imploraba que soñáramos más allá de lo que nunca habíamos pensado anteriormente.
¿Por qué? Porque Saint-Germain no era un hombre emocional. quiero decir que simplemente no tenía ninguna emoción. No tenía nin­guna. No practicaba en absoluto ni el sexo, ni la enfermedad, ni el poder, la tirania o el victimismo. Él no tenía nada de eso; tú, sí. Ése es tu modus operandi. De modo que él podía caminar entre el público y ser claramente su propio ser, y era un misterio, y estaba lleno de mística y hermosura, y todos los que estaban sentados a la mesa le prestaban oído. ¿Por qué? Porque todos los demás eran normales.
Ahora bien, el milagro es: la emoción fue diseñada para que nosotros experimentáramos lo que habíamos creado en nuestra mente. Pero nos quedamos tan enganchados con sentirnos bien, con sentirnos mal, con sentirnos rechazados, con sentirnos indignos, con sentirnos culpables, con sentirnos carentes, que entramos en el sentimiento; ni siquiera pode­mos tomar la decisión de salir de él. Bien, entonces somos un cuerpo vulnerable a la enfermedad. Insisto en que ciertamente lo somos. No somos presentables. No me importa. No me hables de esa mierda de la compa­sión o la condolencia. Sabemos cuál es nuestra más profunda condolencia. Nuestra condolencia más profunda es que realizamos elecciones en esta vida. Elegimos vivir en función de lo que sentimos, más que en fun­ción de lo que sabemos.
Ahora bien, ¿sabes cuántos millones de años —mírame—, sabes cuántas encarnaciones has vivido y qué era lo que estabas mirando en la luz? Se debe a que una emoción implica que estás en medio de la experiencia y no has obtenido su sabiduría; no te has adueñado de ella. Ah, eso es. Ahora puedo usar esta piedra para dar un paso, y luego para dar otro paso, para dar otro paso más, y a eso se le llama evolución. ¿Sabes cuántos millones de años te has reencarnado por las mismas emociones?
¿Por qué te enviaría de vuelta el alma? ¿Piensas que tu alma te envia­ba a conquistar lo que no sabías? No, te enviaba de vuelta porque estás en medio —estás en medio— de la posesión; estás en medio del sentimiento.
¿Sabes cuál es la mayor verdad que podrías decir a alguien? Le podrías decir esto: «¿Sabes por qué eres importante en mi vida? Porque haces que me sienta de cierta manera. ¿Sabes por qué estoy cambiando y por que tu no estás incluido en ese cambio? Porque no quiero sentir nada, porque quiero crear y tener el espacio de experimentar las acciones sensuales des­de el cuarto, quinto, sexto y séptimo sellos. Por eso no estás en mi vida, nena». ¿Palabras duras? Bueno, o lo quieres o no lo quieres.
¿Sabéis cuántos de aquí estáis esperando..., estáis esperando a alguien de quien podáis enamoraros, y que no tenga que ver con su imagen, que no tenga que ver con su sexualidad, que no tenga que ver con su pasado, que sea tan nuevo, limpio? Un amnésico. Sí, nena. Oh, Señor, tráeme un amnésico. Bien, sí, es un concepto viable, plausible, ¿cierto?
Dejadme que os cuente. Dejadme que os cuente algo. Vais a saberlo de todos modos porque vais a morir si no comprendéis lo que os digo, lo vais a ver en la luz. ¿Cómo sabéis que no habéis muerto ya y que yo no os estoy predicando en la luz? ¿Qué probabilidades tenemos? ¿En cuántas salas de espejos logramos mirar? Tal vez ya estemos muertos. Oh, señor. Quizá hayamos muerto y estemos haciendo la revisión en la luz6. No obstante, ahora podemos darle un giro a esto. Quizá no hayamos muerto, pero este momento estará en nuestra revisión en la luz, de modo que vamos a morir y vamos a mirarlo, y lo reviviremos, y escucharemos la misma enseñanza. ¿Cuántos Atrapado en el tiempo o Groundhog Day7 necesitamos? ¿Cuántos? ¿Cuántas revisiones en la luz, nena? ¿Cuántas?
6 Véase Ramtha, Nacimiento, muerte y reencarnación (Editorial Sin Límites y Arkano Books, 2003).
7 Groundhog Day (Bill Murray, Andie MacDowell: Columbia Pictures, 1993).

Es decir, tal vez fuera de este entorno y fuera de tu casa haya una cor­tina; ¿sabes?, es sólo una pequeña comunidad, pero la pequeña comuni­dad sigue formando parte del escenario. Todo forma parte del escenario. Mira a tu alrededor. Todos nosotros somos parte del escenario. ¿Sabes?, puedo llevar esto más allá y practicar un juego mental contigo. Oh, ¿te gusta? Bien, digamos entonces que cada vez que vienes a un curso y te vas a tu casa revuelves todo lo que hay en tu vida y lo cambias, y cada vez que regresas de nuevo a un curso has muerto y estás en la revisión en la luz. ¿Qué pasaría si te digo que es así? ¿Qué crees, podrías probar que es de otra manera? Porque estás viviendo en una dimensión en la que toda­vía estás vivo. Aquí abajo hay un estampador de lápidas para ti, un estam­pador de lápidas. Tal vez ésta sea la gran clase en el cielo. Tal vez estés en la gran clase del cielo. Bueno, miraos a vosotros mismos, lo lento que aprendéis, lo que tardáis en renunciar para llegar a ser.
Esto es lo que solía decir a mi grupo de los Diálogos. ¿Sabes?, ellos solían estar conmigo dos días y medio, tres días. Y solían preguntarme: «¿Cuál es la esencia de tu enseñanza?». Quiero decir que ahora —ahora—, ahora empiezas a ver cuántas palabras se han dicho desde aquellos días, de modo que ahora ves cómo debo elaborar la respuesta. Y yo les decía:
«Superaos, seguid adelante hasta que lleguéis a ser». Esto sigue siendo vá­lido al día de hoy.
Entonces ¿sería posible que nacieras como uno de esos seres verda­deramente originales, un hombre, un hombre verdaderamente original, tan iluminado, tan puro, y tan hermoso? Su conciencia no está en su pri­mer sello, y él es verdaderamente hermoso. Y todas las mujeres guapas tratan de reunirse a su alrededor, y tratan de ser únicas y de superar a las demás. Quiero decir que él ni siquiera las ve, porque eso no es lo que él es. Esa no es su fantasía. Esa no es su fantasía, y a ellas todavía no les ha lle­gado el mensaje.
De repente, aquí llega, con un aspecto tan normal, esta persona que está reencarnada; es muy normal pero muy consciente, y muy hermosa en su mente. Y se enamoran locamente —se enamoran locamente, de mente a mente—, de mente a mente, y lentamente se produce el corte­jo; ¿un cortejo? Bien, el cortejo es la conciencia que lentamente va des­cendiendo seis sellos hasta llegar a la cópula, pero al empezar tiene que estar en el séptimo sello. Y ocurre que como hacemos el amor, hacemos la vida.
Tener hijos es un acto sagrado. Hacer el amor es un acto sagrado. Es decir, está bien tener problemas a los dieciséis años. Y no me pregun­tes cuáles son, porque podría explicártelos. Pero no pretendas tener dieci­séis años otra vez, no de ese modo. Crece. Sé maduro. Sed hombres y mu­jeres maduros. Empezad a crecer.
¿Queréis crear lo milagroso? Empezad en el primer sello. Empezad allí. Ésta es, ciertamente, una clase para maestros, y comienza tan cruda­mente y con cosas tan básicas como hoy. Pero, con algo tan básico como hoy, empezamos a encontrarnos con cada una de vuestras mentes místi­cas y a sumergirnos en lo que realmente está detrás de vuestra intención, y en lo que está detrás de vuestros hijos, y en lo que está detrás de vues­tra infertilidad. Se hace muy evidente.
También entendemos de quiénes sois hijos. ¿Por qué culpar a vues­tros padres? Ellos tuvieron una fantasía, fuisteis creados, pero vosotros fuisteis iguales a esa creación. Es decir, estáis teniendo la misma fantasía. Es lo que hicisteis en vuestra última vida y lo estáis afrontando en la luz. Vais a bajar y a encontraros con gente que está haciendo lo mismo. Es decir señor mío, ese «haz a los demás lo que te gustaría que ellos te hicieran a ti»
se puede extender mucho. ¿Cuántos de vosotros entendéis? Piensa en los demás como te gustaría que ellos pensaran en ti. Piensa en tus hijos como te gustaría que fueran.
De modo que ahora hemos dado la vuelta completa a la necesidad humana más común y la ignorancia humana más básica: sexualidad, hijos, cópula, intimidad, la sacralidad del acto o la crudeza del acto. Y así podemos ver por qué te digo que tomes la responsabilidad de tu vida. Tú eres el que vino a tus padres. Y, sí, ellos tuvieron esa fantasía, pero adivi­na qué: de los millones de espermatozoides, la fantasía que fabricó el cuerpo era la adecuada para ti.
LA MORALEJA DE ESTE RELATO
Entonces, ¿qué tiene esto que ver con tener relaciones? Bien, hay muchas mujeres en este público, y muchos hombres en este público, que tienen que entender algo: amar a otra persona significa inequívocamen­te amarte a ti mismo. Y amarte a ti mismo no tiene nada que ver con arreglarte las uñas, ni con el peinado que llevas. No tiene que ver con los músculos que tengas, ni con los pechos que tengas, ni con el hambre que pases para poder estar delgada. Y puedo decirte que haces eso, y sabes que lo haces. Eso no tiene que ver con amarte a ti misma. Despierta.
Amarte a ti mismo es vivir tu moral y tu aptitud espiritual más ele­vada. Eso es amarte a ti mismo. Y amar a otra persona sólo es igual a lo que sientes por ti mismo espiritualmente. Cualquiera puede ser un cuerpo. Podemos tomar a todas las personas de este público, jóvenes y mayores igualmente, y decirles: entregaos a mí durante noventa días; si queréis ha­ceros un cuerpo, yo sé cómo hacer un cuerpo. No sólo vas a ser esbelta; vas a ser analógica, y puedes hacer cualquier cosa. Sé cómo usar los músculos. No es por eso por lo que estoy aquí. No estoy aquí por eso, y deberíais alegraros.
Ahora bien, maestros, dejadme que vuelva al tema principal, porque es importante. Si dedicamos tanto tiempo a desarrollar nuestra gran mente moral, si dedicamos tanto tiempo a desarrollar nuestro ser espiritual, no nuestro ser carnal —los seres carnales vienen con facilidad; los seres espirituales no, porque están subdesarrollados—, si hacemos eso, entonces podremos amar a alguien. Y entonces ese alguien no tendrá que ser un alguien que nos necesite tanto para que su vida siga adelante. Pode­mos amar a alguien y dedicar nuestro precioso templo, que es lo que es nuestro cuerpo en ese caso; si Dios se manifiesta, el cuerpo se convierte en un templo sagrado y por ello podemos compartir templo y ritual con alguien a quien queremos, limpia, virtuosa y honorablemente. Eso está bien. Es muy hermoso.
Pero si somos unos bribones, si sufrimos la psicosis de nuestra ima­gen, nunca seremos fieles a nadie. Además, nunca seremos honestos con nadie. Más que eso: nunca lo habremos sido con nosotros mismos, pues si lo hubiéramos sido, no estaríamos en una relación deshonesta. ¿Me es­táis escuchando?
Si nos hubiéramos querido mucho y nos hubiéramos honrado, si hu­biéramos entendido que nuestro semen... —para los hombres, porque yo era un hombre—, que nuestro semen estaba vivo...; los hombres de virtud no derraman su semilla a menos que sea en nombre del amor y del compartir, y sólo eso podría ser equiparable a quienes son, a quienes somos. Podemos amar a otro por el amor que nos tenemos a nosotros mis­mos. «Te doy el regalo de mi semilla. No la he derramado diariamente me­diante la masturbación porque no tengo el hábito de hacer eso. Me he honrado a mí mismo y me he atesorado y me he amado. Y cuando me doy a ti, es verdaderamente un regalo.» Esa es una persona moral.
¿Y existen personas así? Sí. ¿Han existido personas así? Sí, grandes personas, grandes hombres y mujeres. ¿Qué son los Cristos? Ellos saben que el semen está vivo, y saben que es energía, y si no lo derraman inne­cesariamente, pueden usar la energía en su cerebro para centrarse en eso que se denomina perfeccionamiento de la vida moral.
Cualquier maestro que quiera ser un maestro no tiene una deuda, porque eso es el pasado y no es el presente. Y cuando perdonamos lo que se nos debe, somos libres de vivir el presente, y eso es lo más precioso.
La persona a la que perdonamos puede pensar que somos unos estu­pidos. Puede que celebren la bondad de nuestro corazón, pero ellos aca­ban de ser liberados de mantener su honor.
Así, pues, ¿qué es un verdadero maestro? Alguien que está tan presen­te que no puede ocupar el espacio del pasado y perdona a todos aquellos que le deben dinero. Ahora comenzáis a ver por qué el ideal elevado aquí arriba carece de utilidad práctica en la vida. Pero un Cristo no busca la utilidad práctica en la vida, sino hacer conocida la imagen espiritual de Dios.
Por favor, no os durmáis. Es verdad; hay gente mayor en esta escuela que ha escuchado estas palabras muchas veces, pero tú nunca has llegado a un grado de evolución como el que posees en estos momentos. Y quizá es­tás empezando a entender lo que te estoy diciendo, que en el presente di­vino, en el momento, esto es lo que te he enseñado: que esta caja que ve­mos justo fuera de nuestro lóbulo frontal es lo que queremos limpiar. No queremos que sólo esta porción de nuestra caja, justo aquí (lóbulo fron­tal), este pequeño y estupendo centro, sea todo lo que tenemos disponi­ble para manifestar la grandeza.
De esta forma, cada día tenemos que seguir renovando nuestro pasa­do, nuestras deudas, nuestros amoríos, nuestros enojos, nuestros odios, nuestros egoísmos, nuestra imagen..., y todo ello nos roba tanto de nues­tro momento. No me extraña que nos estemos muriendo de hambre espiritualmente. La mente se muere de inanición. Necesita una persona mecánica para mantenerla funcionando. ¿Sabéis por qué? Porque la men­te es el fenómeno. La mente es lo extraordinario. La mente es esa criatu­ra deseosa que crea la realidad.

CAPITULO   5                                            VERDADERA BELLEZA Y ORIGINALIDAD   
CUANDO A LA VERDADERA CONQUISTA SE LE LLAMA BLASFEMIA
Escuchadme. Escuchadme con mucho cuidado. Sé que estoy tocan­do en sitios duros y delicados, pero eso es lo que quiero hacer.
Quiero que sepáis algo; en realidad, quiero que lo sepáis todo. ¿Sabíais que nadie, excepto los grandes maestros de la antigüedad, y aquellos que exponían públicamente las enseñanzas, dijo nunca que tú también eres un Cristo —eso era lo escandaloso—, y que eres Dios? Eso era una blas­femia. Es una blasfemia en Occidente. Es una blasfemia en Oriente. Es una blasfemia en el Norte. Y si vas a conquistar tu imagen, una verdade­ra blasfemia en el Sur. Me gusta. Por qué no ser original.
¿Y qué me importaba a mí? ¿Qué me importaba? Lo mismo le pasaba a Yeshua ben José: tengo un mensaje y voy a darlo. Y la gente que trata de destruirlo lo hace porque mina el estilo de vida al que están acostum­brados. Y el mensaje es: tú eres Dios. ¿No crees que ya es hora de que ac­túes como tal?
Ahora bien, ¿qué tipo de impacto tiene esto en tu vida? Bueno, a ciertos maestros de la antigüedad les costó la vida.
Te digo que el más sublime y hermoso de los hombres es un hombre que camina con gracia, que es impecable con su yo espiritual, que se ama a sí mismo no por el reflejo en el espejo, sino por lo que sale de sus ojos, por lo que sale de sus labios, por lo que siente en las lágrimas que derrama. Ése es un hombre hermoso, un hombre que no siente vergüenza de acep­tar todo lo que ha dicho en los últimos cien años, un hombre honesto, un hombre que no es un oportunista, un hombre que usa su mente de las maneras más brillantes y que comprende que, en definitiva, la cosa más satisfactoria no es revolcarse entre la paja, sino cuánto has sido capaz de influir en tu propia vida desde una perspectiva más elevada.
Una gran mujer, una mujer muy hermosa, no es una mujer juzgada por su cara, por su figura, como os ocurre a tantas de vosotras. Eso no es vida. La biología natural de vuestra vida os ha dado un tiempo agradable en la vida en el que sois la más hermosa y sonrosada, y tenéis la oportu­nidad de tener hijos. Tienes la figura; tienes los pechos; tienes el útero; tienes el rostro. Pero eso sólo dura un momento. Eso sólo sirve para cap­turar y copular.
Pero la verdadera belleza no tiene que ver con el cuerpo. Es la origi­nalidad del Espíritu, los ojos danzantes y la mente rápida, un Espíritu que conoce y entiende los desafíos de la vida, que no depende de los de­más, que no depende de un hombre, que no se pasa la vida atrapando a un hombre. Un Cristo espiritual femenino es, verdaderamente, una cosa impresionante de contemplar, y es admirable, y más raro que ver dos lu­nas en el cielo.
Se trata de una entidad autocontenida en su propio poder que se enamora de sí misma. Cuando te amas a ti mismo, perfeccionas tus pen­samientos, perfeccionas tus acciones, perfeccionas los sueños, y de repente tu núcleo central no es otra cosa que tú mismo. El centro de la alegría no es otra cosa que tú mismo, así como hacer esas cosas que al final del día te dan sensación de felicidad y de alegría, y lo que hiciste es mayor que tu cuerpo, es mayor que tu genética —es mayor que tu género—, y cuan­do llega la noche te das cuentas de que las grandes cosas por las que has vivido tu día, y que transcienden las relaciones de tu vida, te hicieron mas sabio, más hermoso y más espiritual.
Cuando desarrollas el cuerpo, sueles dejar que la mente muera de hambre. Dejas morir de hambre a la mente en nombre del cuerpo, de tus reacciones químicas, porque eres una bolsa de productos químicos. Dejas morir eso de hambre por la satisfacción, y piensas que eso es vivir. Pero ¿se te ha ocurrido alguna vez que vivir es tal vez un orden más alto, una mente tan poderosa y elevada que pueda manifestar cualquier cosa. ¿Excluye eso el cuerpo? No, el cuerpo se convierte en el templo perfecto de un líder grandioso y magistral.
¿Significa eso que no volverás a tener relaciones sexuales otra vez? No, pero significa que serán más valoradas, más reales, y más en el mo­mento; no serán artificiales. ¿Significa eso que vas a perder oportunidades de hacer negocios? No, simplemente te harás más sabio, más inteligente y más entendido. Estarás años luz por delante en el juego. ¿Significa eso que te has perdido oportunidades de ver mundo? Una vez que hayas vis­to un microcosmos del mundo aquí y allá te darás cuenta de lo ignorante que es el mundo en realidad. ¿Cuántos de vosotros habéis entendido lo que he enseñado hasta ahora?
EL MAYOR MISTERIO DE TODOS: EL YO
Entonces, queridos míos, en la Antigua Escuela de Sabiduría nuestra asignatura consistía en estudiar el mayor misterio de todos: ¿quiénes so­mos? Y, evidentemente, nunca puedes abordar la cuestión de quiénes somos a menos que abordes los intrincados detalles del sistema biológico al que llamamos «nosotros», y que entiendas cómo funciona. Y, por supues­to, aunque podemos analizarlo y diseccionarlo completamente, y podemos verlo reír y llorar en la vida, y verlo mórbido, frío y rígido en la muerte, tenemos que preguntarnos dónde reside la esencia que lo anima, que después se va y nos deja únicamente con una brasa apagada, un penoso recuerdo de la animación de la vida. ¿Qué era lo que animaba el cuerpo?
Vosotros no sois vuestros cuerpos; si lo fuerais, iríais a la tumba. Y cuan­do el embalsamador te inserte tubos por debajo de tus axilas y entre tus piernas, y empiece a bombear y extraer toda la sangre de tu cuerpo, vertiéndola a algún desagüe mientras estás en una fría camilla de acero inoxidable, ¿podrás entonces decirte realmente «yo era mi cuerpo»? Por­que si lo eras, te vas en esa camilla para ser pasto de los gusanos, y vas a ser embalsamado con productos químicos que sólo preservan una ima­gen. Pero ¿qué era eso, esa encantadora entidad de la que el cuerpo ha sido el escenario, y a la vez todos los actores que actuaban en la obra? ¿Para quién representaba la obra el cuerpo? Para aquel que ha abandonado el trono, y los actores ya no tienen para quién representar. Esto es lo que llamamos muerte biológica.
De modo que, por muchas cosas que hayas oído sobre el cuerpo, simplemente para educarte te diré que no hay molécula en él, ni péptido, ni hormona que no lleve consigo una intención, una información, y que la información es llevada a todas las células del cuerpo1 para que puedan cambiar de traje; y, por tanto, tenemos que volver a este punto: ¿nos hemos dedicado a representar la obra demasiado tiempo, nos hemos tomado demasiado en serio nuestro disfraz, hemos ensayado el guión demasiadas veces? En definitiva, ¿para quién es la representación? Para la entidad que has estado practicando ser. Y cuando escuchabas, ¿quién estaba escuchan­do las voces? Ése es quien deberías ser, el que estaba escuchando las vo­ces, no las voces mismas, porque ése es el eterno. Ese es el director de todo el montaje.
Entonces, ¿qué es un maestro? Un maestro es alguien que comprende esto, y comprende que el cuerpo es pensamiento coagulado, en verdad es intención coagulada. Y en sus maravillosas complejidades, en su maravillo­so modo de operar, es un tributo a quienes éramos, no a quienes somos. «Quienes somos» es desafiar a quienes éramos para ser quienes somos. ¿En­tendéis? ¿Cuántos de vosotros entendéis?
El cuerpo vive en el pasado. «Quienes somos» está en el presente. Usa­mos el pasado y desafiamos el pasado para convertirnos en el presente. Usamos un pensamiento coagulado en el pasado desde el presente para ejercer nuestra intención en él. Y nuestro trabajo consiste en hacer que la antigua molécula de intención —el antiguo biorritmo, la biofísica, la biociencia, el bioectoplasma— cumpla nuestra voluntad. Y la razón por la que lo usamos es que pone sobre la mesa experiencia y preparación. Y le daremos lo que le falte en forma de voluntad. Donde le falte coraje, se lo daremos. Cuando le damos coraje, cambiamos sus péptidos molecu­lares.
No pienses ni por un momento que los aminoácidos son estables. No lo son. Y no pienses ni por un momento que existe una ley rudimentaria por la que cada día que despiertas se te bombean los mismos productos químicos; no es así. Cada una de esas moléculas es cambiante. Cada una de ellas puede ser cambiada en función de la actitud y de la intención. No pienses ni por un momento que tu ADN es estático. No lo es. Hay gran cantidad de cosas en el ADN latente que nunca has sido, y el potencial de ser eso te fue dado por los dioses, los progenitores del neocórtex.
1 Véase Candace B. Pert, Molécula of Emotion (Nueva York: Simón & Schuster 1997).

No pienses ni por un momento que tu cuerpo es estático. Es tan adaptable como la oruga a la mariposa. Cualquier molécula puede cam­biar en función de la intención, porque sólo son sirvientas de la intención2. A las células les está llegando la información. No pienses ni por un mo­mento que tus células tienen una expresión lineal estática. No la tienen, a menos que ya estés muerto conscientemente; entonces su expresión vital seguirá el reloj biológico del ADN. Y el entorno la afectará muy poco, porque el entorno sólo es eso que denominamos el producto del obser­vador, y en este caso el observador ha sido simplemente emoción. Todo el mundo está de acuerdo en eso. Por eso tenéis el capitalismo.
De modo que un maestro no tiene rostro; sólo los participantes en el baile de disfraces tienen rostro. El maestro —el maestro— no está aquí por placer; sólo lo están los actores del drama, que están leyendo su guión. Sólo los actores tienen un guión; el espectador no lo tiene. ¿Estáis conmigo?
Ahora bien, ¿por qué hablan las voces en tu cabeza? ¿Por qué los re­presentantes del cuerpo colectivo convergen en la cabeza y se disputan tu atención? Porque están discutiendo ante el trono de Dios por la precedencia, por la continuidad de esos sentimientos. ¿Y qué ocurre cuando el Dios es pasivo y lo permite? Que sólo eres la continuidad de tus emocio­nes. Eso es todo lo que eres.
¿Qué ocurre un día, en el Plano Sublime, cuando sabes que estás ha­ciendo la revisión en la luz —ya sabes eso— y puedes cambiar cualquier cosa? ¿Qué ocurre el día en que te das cuenta, en que dejas de represen­tar un papel y te conviertes en eso a lo que todas las partes piden recono­cimiento? Ese es el Señor Dios de nuestro ser. Eso es lo que la ciencia nunca, nunca podrá averiguar. La ciencia sólo puede estudiar el efecto, solo puede estudiar el fenómeno, sólo puede estudiar la aleatoriedad cuántica de su expresión, pero nunca puede hallar la Fuente. La Fuente nunca puede ser explicada por la ciencia; y nunca lo será. Nunca lo será.
2Véase Figura G: Biología celular y su conexión mental con el pensamiento, en el glosario.

Por tanto, ¿cuándo te conviertes en el Observador? A la Escuela de la Antigua Sabiduría los alumnos vienen a aprender a ser eso, aprender a elegir. Y comprenden que la elección es un gran sacrificio, porque de re­pente se les saca fuera del centro del escenario como actores dramáticos, bajo los focos, y se les pone en el papel de director. ¿Quiere alguien con­vertirse verdaderamente en eso que no tiene rostro, eso que no está ahí fuera proyectado en la pantalla de potenciales cuánticos? Ninguna ima­gen querría eso.
Entonces, ¿por qué son tan escasos los maestros? Porque hace falta un ser muy enrarecido para decirse a sí mismo: tengo que ser más que mis sentidos. Yo soy algo más que comer, tener relaciones sexuales o aventuras amorosas, ir a dormir, despertar, integración en la sociedad... Tiene que haber más. ¿Y cómo sé que hay más? Porque tengo este gran agujero dentro de mí que ninguna cantidad de dinero, o alimento, o sexualidad puede llenar nunca. Es un pozo sin fondo. Es lo que los cris­tianos llaman el gran Satán. Es un pozo sin fondo. ¿Cómo puedo llenarlo? Siendo ello.
Hay una parte de nosotros que sabe que somos nobles. Pero ¿cuán­do vas a seleccionarla? Cuando dejes de dirigir estas moléculas y de considerarlas la razón de tu existencia, cuando real y verdaderamente la existencia no consista en lo que vas a comer, ni en lo que vas a seducir, cuando no se centre en otro ser humano. Tiene que ver con algo mucho más extraordinario que cualquier sensación táctil que pueda ser calibra­da emocionalmente en forma de circuito molecular que va hasta el cere­bro y de vuelta al cuerpo, y que del cuerpo vuelve a ir al cerebro. Tú de­bes ser más que eso.
La Escuela de la Antigua Sabiduría siempre produjo a los grandes maestros de la antigüedad, que son aquellos que estaban preparados para aprender a ser el observador sin el efecto narcótico de las emociones —y todas las emociones son narcóticas—, para ser eso, para hacer una elec­ción verdaderamente clara. ¿Cuántas veces he sido un hombre o una mujer, y cuántas veces he tenido una experiencia sexual en diez millones y medio de años? ¿Cuántos cuerpos he visto —cuántos pechos, cuántas vaginas, cuántos penes, cuántos músculos, cuánto pelo, cuántos rostros he visto en diez millones y medio de años? ¿Cuánto más puedo seguir repitiendo eso? Cuando digo que tengo muchas ganas de ver el cosmos de la Via Láctea, ¿lo digo en serio? La Vía Láctea no me produce un impacto emo­cional, pero tener una erección sí.
El día en que decidas ser el observador, cuyos sueños puedan alcanzar la Vía Láctea, y quieras eso más que una erección, ese día experimenta­rás la Vía Láctea. Será el día en que viajarás con los Dioses verdaderamen­te adultos y maduros. La escuela tiene que ver con comprender que las moléculas de emoción funcionan mano a mano con el progreso del alma y su intención en este plano es dar a conocer lo desconocido y conquis­tar lo que es el agitador del alma, la agitación de la emoción. Mira eso. Hoy podrías acabar con lo que no pudiste superar hace más de seis millo­nes de años. Hoy podrías acabar con las emociones.
¿Y cómo se superan? Decidiendo ser eso que no siente nada quími­camente, y empezando a entrar en la esfera del conocimiento de lo que es. Y con ello viene lo que se denomina el propio impulso sentimental, que no tiene nada que ver con productos químicos: Dios en su estado de ser natural. Nosotros, los caídos del Punto Cero, somos los seres más ale­gres. Nosotros somos los seres más hermosos. No tenemos límites. No tenemos miedo. Vivimos sin carencia, vivimos sin infelicidad. Somos los viajeros del tiempo. Lo hemos visto todo y lo hemos hecho todo. Y cuan­do somos totalmente nosotros mismos, no hay nadie, ni siquiera el cuer­po de Cristo, que pueda hacer más magnífico nuestro brillo. No hay mo­lécula, no hay terminal receptor, ciertamente no hay nada que pueda darnos lo que ya somos naturalmente, porque Dios es amor, y, en verdad, «Dios es amor» es la alegría y el pegamento que lo mantiene todo unido. La alegría está en el pegamento, no en lo que mantiene pegado. Esto sólo son elecciones.
Y así, a medida que vamos haciendo este viaje, podemos estar segu­ros de una cosa: independientemente de lo que nos ocurra en esta vida, nos merecemos una oportunidad, y estamos equipados —no estamos emocionalmente lisiados, sino equipados— gracias a la voluntad, el ce­tro de decisión, respecto a lo que queremos. Si simplemente basamos cada decisión en nuestras emociones, estamos destinados al fracaso, y nunca vestiremos la corona de nuestro Dios, de nuestro Cristo. Nunca se­amos descritos con atrevimiento como los viajeros del tiempo; sólo sere­mos otro ser humano de los que nunca son héroes: los héroes son los únicos recordados por la historia.
¿Y qué es el héroe? Dicho de manera simple, ellos fueron los rebeldes contra el sistema. Por eso son recordados. Nadie recuerda a la gente del «sí». ¿Se les recuerda? A ninguno de ellos. Nadie te recordará nunca por estar integrado en el statu quo. Las únicas personas que son recordadas alguna vez son las que escucharon otro tamborilero. No iban al mismo paso que la humanidad. Ellos son los que merece la pena recordar. Por tanto, ¿no debería esto ser un signo para ti?
De modo que los viajeros del tiempo son los que han dejado huella en la historia. Nunca fueron el hombre del «sí» ni la mujer del «no». Sabían lo que tenían que hacer y lo hicieron, y dejaron que ocurriera lo que tenía que ocurrir, porque no hacían las cosas en función de la aceptación ajena. Lo hi­cieron porque se vieron obligados a hacerlo, porque son viajeros en el tiem­po. No lo hicieron por emoción. Si lo hubieran hecho por emoción, nunca lo habrían conseguido. Se habrían sentido intimidados. ¿Entendéis eso? Y nunca habrían tomado las decisiones que tomaron, porque les habrían cos­tado su matrimonio, su relación. Les hubieran costado eso que se denomi­na reputación. Les hubieran costado su oro. Les hubieran costado su lugar privilegiado en la sociedad. Todos estos elementos estaban en juego, y aun así tomaron la decisión; dejaron toda emoción de lado y tomaron la deci­sión. Ésos son los viajeros en el tiempo. Eso es lo que es el observador.
Ahora bien, hay maestros que ya están mucho más allá que tú en el tiempo cuántico, y tú sigues aquí escudriñando lo que te hizo tu madre. Aún sigues quejándote del abandono de tu padre. Sigues poniéndote enfermo porque nadie te quiso de niño. El pensamiento de no ser acepta­do aún te hace vomitar. ¿Qué tipo de niños vas a criar? Neurosis; niños que son propensos a la neurosis: conducta de actitud psicosomática. Ese es el tipo de niños que estás criando. Van a morir temprano. La natura­leza se los llevará en su primera plaga. No están bien equipados. No es­tán bien equipados biofísicamente. ¿Comprendes?

A la vida eterna, siendo el viajero del tiempo,
Dios Yo Soy,
el Observador
de esta vida bendita.
Que así sea.
Por la vida.
RASGOS DE UN GRAN HOMBRE
Los hombres que han venido a escuchar las enseñanzas de una enti­dad extraordinaria en un cuerpo de mujer son, evidentemente, hombres de renombre. Y están aquí para oír la verdad. Ellos son más que la suma to­tal de eso que se denomina su primer sello. Están moviéndose más cerca de eso que se denomina el tercero, y van hacia el cuarto. Simplemente ocurre que a veces quieres definir a los hombres por su sexualidad. Insis­tes en ella, y ellos ceden. Pero ¿no sabes que su corazón no está donde está su primer sello? Si lo estuviera, los habrías mantenido allí desde hace mu­cho tiempo. Así, los hombres, como las mujeres, están en movimiento, hablando evolutivamente.
Y quiero decir en nombre de mis hermosos hombres de este público que ellos tienen un sueño más grande, y en verdad tienen un deseo más alto, y que sus ideales de la relación de pareja son mucho más elevados de lo que las mujeres suponen, porque no hay un hombre entre este públi­co que no quiera que quien comparte la cama con él, y su semilla..., que esa persona no comparta de manera igualitaria, como par, una mente que sea al mismo tiempo desafiante y vigorizante, y eso que se llama el Espíritu creativo, que no conoce límites y que ama a Dios por encima de todo. No hay un hombre entre este público que no quiera una mujer así, una pareja así.
Los hombres que están aquí no deberían ser categorizados como esos que son vulnerables a las hetairas, porque han venido aquí por otros mo­tivos, porque su camino también es un camino que está lleno de terrores, y amenazas, y batallas, y guerras, y siempre el pasado. Y, tal vez, para un nombre el más importante de todos los desafíos sea fracasar a los ojos de los hombres que le rodean.
Si un hombre puede superar los desafíos que le plantean sus pares, no tendrá igual. Un hombre que mantiene su autoestima a los ojos de los hombres que le rodean, tiene muchos iguales. Y si las mujeres quieren hombres ordinarios, ciertamente hay un mercado donde encontrarlos.
Entonces ¿a quién me estoy dirigiendo esta noche? La cuestión es que no importa de qué sexo seamos. Nunca deberíamos aliarnos con nuestro sexo, sino con nuestro Dios. Eso indica al estudiante que está en el sendero de la Gran Obra. No hay mujer que deba suplicar consideración por parte de la voluntad masculina. No hay mujer aquí que deba de­cir: «Soy menos porque soy una mujer, y por lo tanto pongo la responsa­bilidad de mi cuidado en mi hombre». Si lo haces, no estás en la Gran Obra. Y me atrevo a decir que no hay aquí ningún hombre que diga que es superior a ninguna mujer, que su único igual es la mente.
Y ¿qué dice esto de cada uno de vosotros, los que estáis aquí? Cada uno de los que estáis aquí tenéis un observador. Cada uno de vosotros sois eso en último término. Ser menos que eso es degradaros a voso­tros mismos. Convertiros en las fragilidades de vuestras propensiones emo­cionales y biológicas es degradaros a vosotros mismos. Sed el observador y decid: «Estoy creando esto», y a continuación, la siguiente declaración es: «Tengo ganas de vivir la experiencia», y la siguiente declaración no ha de ser: «Estoy creando esto, pero no me siento bien con ello, o no hace que me sienta bien»; no quiero oír eso. Un maestro de la Gran Obra dice: «Estoy creando. No es cuestión de cómo me siento. Ya llegaré a eso cuan­do lo manifieste. Cualquier otra cosa que no sea eso es simplemente atra­vesar el pasado hacia el futuro».
El Retiro tiene mucho que ver con pelar la cebolla, con encontrar esa parte que nos da miedo o nos hace sentirnos inseguros, o desiguales, o desanimados, o que nos hace grandiosos, o lo contrario. Y si hemos de en­contrar el núcleo de quienes somos, en algún lugar del camino debemos apreciar nuestra hermosa belleza femenina; pero eso no puede ser el fin de todas las cosas. Y sólo es temporal. Además, no podemos quedarnos atrapados en nuestros penes y en nuestras hazañas como amantes. Y no podemos pensar que nuestro éxito consiste en quitarle la mujer a otro hombre. No podemos pensar así. Así es como piensan los viejos sátrapas, y todos ellos ya están muertos. En algún lugar debemos dejar eso de lado y tratar de llegar a algo más profundo. Tenemos que ir más a fondo. Y te­nemos que encontrar esa voz que simplemente observa calladamente, sin emoción, y simplemente está en un estado de Esencialidad tal que, pongamos lo que pongamos a sus pies, eso no hace que sea más ni menos.
En esto consisten los Retiros, en encontrar el observador por debajo de la mujer y en serlo, serlo con tanta valentía como has sido una mujer en tu astucia, y en toda tu manipulación, y en todas tus mentiras, y en todas las trampas que has preparado. Y evidentemente es encontrar el Observador en el hombre que intenta y pretende ser valiente, y fuerte, y espiritual, y proveedor de los suyos, y sexual. La verdad es que los hom­bres verdaderamente divinos no disfrutan tanto de su sexualidad. Aque­llos lo hacen simplemente en nombre de la competición. Para un hombre verdaderamente divino, la sexualidad no es el extremo superior con el que mide la validez de su existencia física. Cuandoquiera que encuentres a un hombre que sienta más pasión por su pensamiento y su creación que por su cuerpo, has encontrado a Dios, y estos hombres son más raros que ver dos soles en el cielo. Ese es el viaje.
Ahora bien, ¿por qué decimos «cuando seas más viejo y más sabio»? ¿Significa eso que la edad física debe venir antes que la sabiduría? General­mente suele ser así. ¿Por qué? Porque, generalmente, todo eso que nos merma acaba cediendo y ya no interesa a nadie. Es entonces cuando todas esas emociones pueden convertirse finalmente en sabiduría. Cuando a na­die le importa ya, es cuando te vuelves realmente sabio. Más viejo-y-sabio es la antesala dorada de los Dioses, pero podemos convertirnos en eso cuando aún tenemos el rubor de la juventud.
Este Retiro tiene que ver con encontrar al observador más allá de la sexualidad física, y encontrarlo en un lugar que nos colme plenamente —completamente—; y, mujeres, vosotras ya no tenéis que jugar vuestros juegos. ¿Qué os pasaría si en una quincena no hicierais eso? ¿Qué pasaría si en lugar de hacer el amor dijeras la verdad? ¿Qué pasaría si durante una quincena fuerais realmente quienes sois, el observador? ¿Qué ocurriría? ¿Cambiarían muchas cosas? Sí, me gusta. Se le llama caos. Muchas cosas caerían para que surjiera algo equiparable a lo nuevo que se ha presenta­do. Así pues, ¿quién serías si no pudieras ser una hetaira? ¿Tienes una men­te? ¿La tienes?
Y  respecto a los hombres: ¿sois realmente bravos y hermosos sin vuestra sexualidad? ¿Quiénes sois vosotros? ¿Quién está con vosotros en vuestra vida? Eso dice quiénes sois. ¿Podríais ser eso por vosotros mis­mos? ¿Podríais ser honestos y sinceros? ¿Os atreveríais a ser emocionales? ¿Os atreveríais a decir la verdad? ¿Os atreveríais a hacer todo esto? Si lo hicierais durante una quincena, cambiarían muchas cosas. Y para aque­llos de vosotros para los que no cambiará nada, benditos seáis, porque ya estáis viviendo una vida de rectitud.
Y éste es el quid de la cuestión. Estamos hablando de las fabulosas ri­quezas que todo el mundo quiere. ¿Qué obstáculo se alza en el camino?
Falsedad, hipocresía, engaño, mentira, todas esas cosas que no son el ob­servador en absoluto. Si el observador puede observar una riqueza fabu­losa, entonces, ¿cómo la creamos? ¿Le damos un giro masculino, o le da­mos un giro femenino? ¿Cómo vamos a conseguir nuestra riqueza? ¿Y la vamos a conseguir a través de un hombre? ¿La vamos a conseguir me­diante luchas y traiciones? ¿Cómo la conseguimos? ¿No entendéis, que­ridos míos, que el día en que el pasado acaba para ti es el día en que cualquier cosa que el observador crea carece de apego al pasado.
¿Qué milagro puede venir a tu vida que deba someterse a tu aproba­ción? Es interesante, ¿verdad?, porque conciencia y energía siempre están creando la realidad, incluso del cuerpo emocional. Quiero que seas capaz de crear con claridad. Quiero que crees cualquier cosa que el observador vea sin ningún motivo ulterior. Los motivos ulteriores son los juegos que hombres y mujeres juegan en los campos del Señor. El modo más claro, limpio y rá­pido de manifestar es crear sin diferencia de sexo. En ese caso ocurre de in­mediato. ¿Cuántos de vosotros entendéis eso? Que así sea.
Si esta vida fuera a acabarse mañana por la mañana, irías a la luz, y dispondrías de un cuerpo de luz que tendría un aspecto similar al que tie­nes, pero mucho más hermoso y mucho más radiante. Y si tuviéramos que revisar el cuerpo de luz, no tendrías un cuerpo de un género u otro, porque, ¿quién estaría viendo? Ese es quien queremos ser. ¿Lo entiendes? De modo que mañana vas a tener aquí a una científica3 que vendrá a hablarte de tus emociones; es apropiado que sea una mujer la que te hable de eso. Pero quiero que recuerdes algo en medio de esa disertación: se tra­ta del punto de vista de una científica. Además, no explica el gran y ver­dadero yo; sólo explica el cuerpo y sus emociones. ¿Lo entiendes? Algunos de vosotros necesitáis que una científica os cuente lo que yo os he estado contando todo el tiempo antes de poder aceptarlo. Otros no necesitáis eso. Sólo es conocimiento. Añadidlo a vuestro banco de conocimiento.
Hay un círculo en el que ni siquiera yo puedo entrar; sólo puedo ex­plicarlo dando vueltas y más vueltas a su alrededor. Pero hay un territorio dentro del círculo. No hay palabras en ningún lenguaje, y tampoco hay símbolos capaces de explicar lo que hay dentro del círculo. Es algo así como el lóbulo frontal. Se le llama la zona tranquila del cerebro. No se puede explicar de otro modo que diciendo que está callada. Pero es allí donde el asiento de la conciencia concede sus deseos.
La parte interna de este círculo... Puedo hablar en torno a él y dar vuel­tas y vueltas —y no hay nadie más dotado para la estrategia que yo—, pero hay un lugar en el que no puedo entrar, y ése es el lugar donde es necesario que el hierofante diga: «te he enseñado una disciplina». La disciplina es en­señarte a ir al lugar al que no puedo llevarte. Y el lugar es: no puedo hacer que seas el observador, ni puedo hacer que oigas tus propios pensamientos, porque siempre estás ocupado oyéndome a mí. Debes entrar dentro del cír­culo. El círculo es para las disciplinas4 y, a partir de las disciplinas, para la autorrealización y, evidentemente, para la iluminación. Sólo vas a iluminar­te y entrar en tu verdadero yo si aplicas lo que te he enseñado, y si después entras al círculo, al núcleo central. Cuando te sientas en el núcleo, verás toda tu realidad. Y cada una de las disciplinas que te he enseñado te lleva a ese punto central. Si no haces eso, siempre estarás dando vueltas por la perife­ria de las enseñanzas sin experimentar la verdad. Y yo no he venido aquí para transmitir la enseñanza sin la experiencia. Las dos van de la mano. El úni­co modo que tienes de crecer es tomar las enseñanzas y aplicarlas. ¿Lo en­tiendes?
Este pequeño retiro tiene que ver con la entrada en ese círculo que está en silencio, que nadie puede explicarte. Te he dado las disciplinas. Te llevarán hasta el núcleo. Si no las aplicas y no vas allí, no mereces el fru­to que te ofrecerá la experiencia. Ninguno de vosotros lo merecéis.
Ahora bien, ¿quieres ser Dios? Yo te he enseñado cómo ser Dios. Dios es el observador. ¿Cómo podemos ser el observador en cada mo­mento de cada día? Entra en el círculo y no tengas miedo de observar el proceso de pensamiento del cerebro carnal que has creado en esta vida, y la realidad que has creado. Y, en el núcleo mismo, desde el observador, el observador es capaz de dar un salto hacia delante, atrapar cualquier sue­ño en sus garras y hacer que ocurra. Pero ese sueño sólo puede ocurrir si trasciende tu pasado, porque, cada día, el sueño de la imagen sigue ade­lante, y sigue, y sigue. ¿Lo entiendes?
3 Candace B. Pert, neurocientífica, investigadora y profesora del departamento de fisiología y biofísica del Centro Médico de la Georgetown University en Washington D. C Ella fue responsable del descubrimiento del receptor de opiáceos, en 1972. Su libro, Molecules of Emotion, presenta los descubrimientos de sus amplias investigaciones.

4 Las disciplinas de Ramtha de la Gran Obra son ejercicios prácticos que permiten al estudiante experimentar las enseñanzas de primera mano. En este caso, la disciplina se denomina «escuchar las voces», y simplemente es el acto de aquietar el cuerpo para hacerse agudamente consciente y observar la corriente continua de pensamientos que tenemos en la cabeza.

Este es el regalo por haber pasado siete años sobre mi roca. Éste fue el regalo de mi dolor. Y éste es el regalo de lo que me ocurrió cuando abandoné la roca, porque no era la misma criatura que, náufraga y me­dio muerta, fue puesta allí y descendió. Vais a entrar en mi roca y vais a aprender las cosas que yo aprendí, que me permitieron ser un transfor­mado, y me permitieron ser el viento, o esta mujer, o eso que se denomi­na «una dulce caricia sobre tu rostro», o el reino de los cielos. El observa­dor no conoce fronteras. ¿Lo entiendes?
EL AMOR ES ALGO MULTI-ESPLENDOROSO
¿Por dónde iba? Aquí estoy repasando mi cuaderno de notas mental. Me doy cuenta de que he aburrido a muchos de vosotros y de que he pre­sionado a muchos de vosotros. Cuando eres viejo —tienes que aprender esto sobre la gente mayor— simplemente divagas, te vas por las ramas.
De modo que sólo quiero comentar un par de cosas más, porque es­táis maduros para oírlas. Bien, repetiré lo que dijo un poeta del siglo XVII: él dijo que el amor es una cosa multi-esplendorosa 5. Verdaderamente lo es. El amor es algo multi-esplendoroso.

5 Sólo hemos podido hacer el seguimiento de la frase: «el amor es una cosa multi-esplendorosa» hasta el año 1800. Esta frase fue usada en la película de 1955 Love is a Many-Splendored Thing (La colina del adiós, Twentieth Century Fox: William Holden, Jennifer Jones). Esta película estaba basada en el libro A Many-Splendored Thing (Boston: Little, Brown and Company, 1952), una autobiografía de Han Suyin, seudónimo de Elizabeth Chow Kuanghu Comber. Hacia la conclusión de su libro, Suyin cita al poeta in­glés Francis Thompson (1859-1907) y su poema «In No Strange Land» como fuente:

Los ángeles conservan sus antiguos lugares:
Sin girar una piedra ni abrir un ala.
Así vosotros, vuestras extrañas caras
se pierden la cosa multi-esplendorosa.

Entonces, ¿a qué llamas amor? He observado a muchos de vosotros definir el amor, pero ni siquiera sabéis de qué estáis hablando. Escuchadme. Es importante que aprendáis. El amor no gira en torno al primer sello, ir a la cama con alguien, copular con él o ella. Eso no es amor, eso es lu­juria. Y muchos de vosotros habéis tenido que asumir la responsabilidad de tener hijos por la lujuria, sin la oportunidad de sentir el amor como cosa multi-esplendorosa.
Ahora bien, hay muchos de entre vosotros, aquí, en esta habitación, que tenéis relaciones abusivas. ¿Pensáis verdaderamente que el amor es amar a alguien que abusa de ti porque eso es todo lo que vales? No, el amor no es abusivo, el amor no es inseguro, el amor no tiene que ver con la lujuria. La verdadera cópula ocurre en medio del florecer del amor.
El amor, la lujuria, la necesidad de compañía, son áreas muy diferen­tes. El animal básico desea procrear. No lo saben en el momento, pero es­tán químicamente —químicamente— esposados para copular, y las consecuencias de ello son la siguiente generación. Sois muy sabios, algunos de vosotros. Habéis aprendido a evitar el pequeño y desagradable efecto posterior de la lujuria. Otros no lo habéis aprendido. Algunos de vosotros, para tener hijos, fuisteis sólo detrás del deseo, y no disteis ninguna consideración a las consecuencias de ello, porque todos, incluyéndome a mí mismo, tenemos un profundo anhelo de amor. Es un misterio. Pero una vez que hallamos el misterio, es algo multi-esplendoroso. Es un fe­nómeno, y sin embargo es la base de la vida misma, porque, en la visión mayor, nacemos del amor, conocemos la vida a través del amor. Somos amados por un orden superior que está tan apasionadamente implicado con nosotros que si no fuera por esa pasión, literalmente no seríamos nada: ni recuerdos, ni pasado, ni presente, ni futuro, ni esperanza. Seríamos una nada.
Pero algo nos amó haciéndonos entrar en la vida, nos amó animán­donos, nos amó haciéndonos emprender la aventura. Ese es el primer gran amor. Y puedo decirte, por ser uno de los que ha alcanzado el orden superior de ese amor, que es algo multi-esplendoroso. Para los más primi­tivos, el amor es la relación más básica entre dos personas que se sienten atraídas, que químicamente son atraídas, que emocionalmente son atraí­das, porque, generalmente, las personas, como los animales, no se sienten atraídas si la atracción no es de naturaleza química. Y la diferencia entre amigos y amantes es que los amantes son del sexo opuesto. Es la única cosa que un amigo no puede compartir y un amante sí. Y algunos de vo­sotros habéis cruzado todas esas líneas.
Ahora bien, ¿es natural? Esto nos remite a quién eres tú y cuál es tu prerrogativa en la vida. Todo el mundo puede hacer el amor. Todo el mundo puede practicar el sexo, pero ¿es el sexo necesariamente amor? No lo es. Es conveniencia, y es químico. Amor es esa elevada existencia do­rada que trasciende el deseo carnal, pero que, una vez que lo encontra­mos, incluye el deseo en forma de unidad apasionada, una unidad que es compartida no sólo sexualmente, sino también espiritualmente. Unidad que es compartida de maneras humanistas; que es compartida en sueños, que es compartida no como uno apoyándose en el otro, sino como dos indi­viduos fuertes y capaces de caminar y de definir la realidad, y capaces de combinar esas realidades o de mantenerlas separadas. Pero es una compañía grandiosa en todos los aspectos.
Y muchos de los que estáis en el público estáis muy ocupados entur­biando el momento con este problema de vuestra naturaleza básica —tan básica y tan animal—; yo me sentiría avergonzado de que se incluye en la misma categoría, porque si hubiera querido ser una liebre, una ye­gua o un semental, un burro o un perro, podría haber sido eso. Ser hu­mano —ser un ser humano— es simplemente ser el atuendo confeccio­nado por lo divino.
En el mundo hay mucha propaganda sobre la libertad sexual y acerca de que eso es lo más esencial en una relación. Yo difiero. No lo es. Lo más importante en una relación es la honestidad, la individualidad, la grandeza de ser único, porque eso es lo eterno. Ésta es una sociedad en decadencia, y si todavía no te has enterado, es que te estás haciendo el loco. ¿Cuántas veces te has hecho el loco esta noche? Y lo único que te diferencia de los animales del bosque es que controlas —tú controlas—-las armas que les controlan a ellos. Eso es lo único que te separa de ellos.
Pero el amor es algo multi-esplendoroso. Y no es algo que comience entre tus piernas. Es algo que empieza en nuestras almas, y sólo allí. Es algo que permite, como el más pulido y perfecto espejo —del cobre de la primera mañana o del mercurio de la luna creciente—, un reflejo de nosotros mismos. El esplendor es ser capaces de interactuar en un espejo de reflejo perfecto, y que cuando nos miramos en ese espejo, y si encontramos que ese reflejo es precioso, satisfactorio, desafiante, excitante, si nos enamoramos del reflejo que contiene en sus ojos la promesa de un nuevo desarrollo, de nuevas aventuras, de una nueva conciencia, si mira­mos dentro de ese espejo y, cuando tocamos el espejo, el reflejo sale a en­contrarse con nuestro tacto, y si movemos el dedo, el espejo se mueve con nosotros; si nos damos la vuelta, él se da la vuelta, pero sólo para volver­se y asegurarse de que estamos mirando... El amor es algo multi-esplen­doroso. Tanto si el espejo es de cobre o de plata, tanto si es de mercurio como de azul medianoche, tiene un reflejo.
Y el reflejo del amor como algo multi-esplendoroso es esencialmente el reflejo de nuestro yo, y cuando miramos en ese espejo, estamos mirando a otra entidad. Pero la entidad nos ofrece espontáneamente su reflejo para que nos encontremos con ella en el espejo, para que sonría y sonriamos, para que sus ojos dancen y nuestros ojos dancen, y para que, cuando nos juntemos, con todo nuestro cuerpo, y nos toquemos, la única cosa que nos separe sea que él es la ilusión de nuestro propio reflejo. En ese mo­mento estamos en el esplendor.
¿Qué significa esto? Un reflejo en el espejo nunca será deshonesto. Un reflejo en el espejo nunca mentirá. Un reflejo en el espejo nunca se animará por sí mismo. Cuando miramos al reflejo, nos mira directamen­te. E incluso cuando nos volvemos de espaldas para mirar y ver si sigue allí, nos devuelve la mirada. No tiene pasado ni futuro. Es nuestro com­pañero en el momento de nuestro deleite, en el momento que celebra­mos un lugar prístino, celestial.
Cuando nos encanta lo que vemos, no copulamos con el espejo. No violamos al espejo. No abusamos del espejo. Nos sentimos fascinados por el. Eso es espléndido. Y cuando tenemos a alguien con quien empezamos a preguntarnos: ¿es él el espejo, o lo soy yo?, cuando estamos así de cerca, hemos encontrado el amor, porque en eso encontramos nuestro deleite, nuestra desnudez, nuestra gloria, nuestra belleza, nuestra felicidad.
Has confundido aquello en lo que debería consistir una relación. Nunca debería estar basada en la sexualidad. Si eso es todo lo que hay, debe quedar claro que eso sólo es un momento de química y no hay nada más detrás. Y si a continuación te das cuentas de que eres adicto al mo­mento de química, ésa es la suma total de tu reflejo: cuando te mires al espejo, siempre te bajarás los pantalones y miraras a tu trasero, y mirarás lo único que importa, y nunca llegarás a ver el pleno reflejo. Simplemente así son las cosas.                                                                                                     
Demasiados de vosotros amáis a las personas por su apariencia, y no sentís completamente insatisfechos con su forma de ser. Ése es vuestro engaño. Hay muchos de vosotros cuyo lugar de encuentro es la cama; allí sois felices y compañeros dispuestos, y en ese momento todo es posible justo antes del orgasmo. Pero cuando el orgasmo ha acabado, ¿sigue sien­do posible todo? Raras veces es así, porque cuando sólo amas al otro por su sexualidad, entonces eres un necio, y el otro también.
Amar a otra persona es amarnos a nosotros mismos tal como nos ve­mos en el espejo, sin buscar un cuerpo compatible con el nuestro. Un maestro nunca haría eso. Y si lo hizo alguna vez, es algo del pasado que limpió y de lo que no ha quedado huella.
Y  el amor es una cosa multi-esplendorosa. Y el mayor amor es esa esencia de la persona que nos conmueve —nos conmueve— de un modo que nunca antes hemos sido conmovidos, que ronda nuestra mente, que es nuestro ideal. Es una persona que por mucho que abracemos y por más hondo que vayamos, nunca toca fondo. Y parece como si quisiéramos per­dernos en ellos, y que su momento sea nuestro momento, y que cuando estamos separados, el esplendor del encuentro eufórico siempre esté allí. Verdaderamente hemos encontrado un compañero al nivel más elevado. Eso es amor.
Y el reflejo saca lo mejor de nosotros, no lo peor. El reflejo nos llama a ser lo más hermosos que podamos ser, lo más pulidos, lo más refinados, no lo más decadentes; no saca nuestras carencias, nuestras debilidades, nuestro miedo. Nunca miras en el espejo para ver eso. Miras en el espejo para verte a ti mismo.
De modo que muchos de los aquí presentes descendéis a la expresión más baja que podéis pronunciar y llamáis a eso amor. Y si sois maestros de la Gran Obra, deberíais ser maestros de todas las partes de vuestra vida. Esto, este cuerpo, es algo sagrado. No está a la venta. Dios vive aquí. No debe ser desperdiciado en nombre de un orgasmo; debería ser santificado para algo realmente maravilloso. No vayas por ahí tratando de acostarte con alguien para satisfacer tu apetito sexual. Date la vuelta; cambia de perspectiva. Mira y observa si puedes encontrar tu reflejo en una multi­tud exasperada. Y tal vez ese reflejo no se parezca en nada a lo que, en tu opinión, debe parecerse, pero tal vez su esencia, su magia, su... Puedes to­mar a la que crees que es la mujer más bella del mundo, y si no tiene esencia, no tiene nada. Puedes tomar al hombre más joven y viril del mundo, pero si no tiene Espíritu, pronto se queda en nada. El amor tiene que ver con eso que es nuestro reflejo. Eso es lo que deberíamos amar.
Muchos de vosotros os estáis agarrando a otras personas, y el único momento de encuentro que tenéis es en la cama, pero el resto del día es­táis reñidos uno con el otro. Eso no es amor. Eso es dependencia sexual. Y cuando reconoces que no es amor, vives culpabilizado y te sientes res­ponsable, y sólo esperas la siguiente vez que copularás, porque ése es el único momento en el que ambos os ponéis de acuerdo. Todo lo demás es desacuerdo. No se le hace eso a un espejo. No se le hace eso al reflejo. Y, sin embargo, tu infelicidad, tu ira, tu tendencia a abusar viene de la falta total de crecimiento en algún sentido; el único modo de tener comunica­ción con la otra persona es a través de la sexualidad, y tu crecimiento está asfixiado.
Detestas a la persona, pero la amas. Te encanta detestarle. Te encanta hacerle desgraciada. Te encanta encontrarle defectos. Te encanta encontrar­le carencias. Eres un entrometido. Eres un chismoso. Pero él o ella sabe cómo eres, porque el único momento en que le besas y os entendéis es en la cama, y en la vida no os entendéis en absoluto. Esa no es una relación basa­da en el amor. Ese no es el amor que es una cosa esplendorosa. Esa es una relación nacida de la culpabilidad y de la necesidad sexual. Eso es un error. Todos vosotros lo habéis cometido. No tenéis que volver a cometerlo.
Si estás abusando de la persona con la que estás, le estás golpeando porque no te puedes golpear a ti mismo. Eres carente, eres feo, estás atra­pado, eres miserable, y a continuación no puedes separarte porque es ahí mismo donde tienes el vínculo.
De modo que el amor no es únicamente la cama. El amor está a pri­mera hora de la mañana. El amor está en el esplendor de medio día. Está en la somnolencia de primera hora de la tarde. Está en la hora dorada. Está en el compartir de los silenciosos susurros de luz en la hora dorada. El amor lo es todo.
Mujeres, vivís con vuestros hombres porque sabéis llevarles a la cama y sabéis qué hacer para mantenerlos allí. Pero ¿creéis que eso los va a mantener allí? Sois unas necias —sois unas necias—, porque si vuestro único modo de conseguir a un hombre es a través de la sexualidad, os pue­do garantizar una cosa: habrá otras mujeres mucho más listas que voso­tras que vendrán y usarán las mismas herramientas. Bien, ahora tenemos un problema, y el problema es la infidelidad. De modo que él está vién­dose con otra, y tú pensabas que te quería. No te quería. Tú le venías bien, y usaste eso para atraparle. ¿Qué puedes esperar de una relación así?
Siempre habrá alguien mejor que tú. ¿No sabes eso, o es que estás vi­viendo en un mundo de ensueño? Y si ésa es la base de tu relación, ver­daderamente no te quieres a ti misma; eso te lo puedo asegurar. Abusas de las herramientas de tu oficio, que son tan viejas como los cimientos del mundo. Y no has ido más allá de eso, no te has desarrollado más, y todo lo que te preocupa es mantenerle en la línea: que no mire a otra mujer, que no se vaya a la cama con otra mujer, que traiga el sueldo a casa, que te sea fiel. ¿Qué tienes que ofrecerle? Y, además, ¿qué tipo de hombre has atrapado? Quizá no valga —quizá él no valga— nada de esto. Esto no es el amor que es multi-esplendoroso. Esto es una trampa multi-esplendorosa.
¿Eres sabia? ¿Eres reflexiva? ¿Eres sabia y reflexiva, o simplemente eres guapa y lista y estás intentando quedarte embarazada para cimentar la relación? ¿Quién eres tú? ¿Qué planes tienes? Tus hijos crecerán y un día te dejarán —¿no sabías eso?— tal como el hombre que has atrapado. Él también te va a abandonar. ¿Qué has hecho?
No has danzado con la imagen en el espejo, y no la has amado. Hay mujeres hermosas por todas partes. No eres única. Lo que te hace única —lo que te hace única— es entender lo que te estoy diciendo aquí: eres más que tu cuerpo, y cuando eso se convierte en el orden superior de tu existencia, entonces te haces única.
Y, hombres, ¿por qué estáis en esta relación? ¿Estáis en esta relación porque ella os excita sexualmente, aunque el resto del tiempo os com­plique la vida? ¿Cuánto de vuestra vida vais a sacrificar para copular. ¿Merece la pena, o es que tenéis miedo de que otro la consiga? ¿No os dais cuenta de que el otro se topará con el mismo lío que acabáis de te­ner? ¿No queréis compartirlo? ¿Cuál es el problema aquí? Extender el lío a vuestro alrededor.
Si estás ahí por la sexualidad, entonces no trates de fingir otra cosa, porque ella siempre te decepcionará y, además, siempre te decepcionaras a ti mismo porque ésa no es la base de la unión. ¿Cómo puedes averiguar si es así? Trata de abstenerte de las relaciones sexuales durante sesenta días y observa cómo evoluciona la relación.
¿Es este hombre tu bono de comidas? ¿Es esta mujer un trofeo? ¿Lo es verdaderamente? Si ella es un trofeo, entonces cada momento del día es una buena base para fortalecer la unión. Y si uno de vosotros golpea al otro, es porque eres una entidad tan débil, retrasada, ignorante y celosa que no puedes seguir adelante con tu vida y cambiar la orientación se­xual establecida en esta relación. Ni siquiera mereces tener una nueva relación. Eso es quien eres. Si te das cuenta de eso, te darás cuenta de que ahí no hay nada. Mi «golpear a esta persona» es mi frustración sexual en acción. Es todo lo que es. Es inconsciente. ¿Cuántos de vosotros enten­déis eso?
¿Estás tratando de mostrarte a un hombre porque va a ser rico y va a cuidar de ti el resto de tu vida? ¿Qué te ha ocurrido? ¿Estás guardando tu cerebro y tu cuerpo para manipularle y que traiga el sueldo a casa? ¿Es eso lo que haces?
¿Y qué hay de ti? ¿Estás trabajando todo el día para llevar el sueldo a casa y así conseguir llevarte a alguien a la cama por la noche? Podrías te­ner relaciones mucho menos complicadas con anfitrionas callejeras que sólo te pedirían unos pocos euros, y evitarías los problemas emocionales asociados.
Ahora bien, si es por eso, no quiero que te sientas culpable de estar en esa relación. ¿Por qué no dices que la relación es lo que es? Eso sería impecable. Eso sería propio de un maestro. No toques la fibra a otra persona simplemente porque la estás usando. Y no digas a alguien que le quieres si no le quieres. La mejor respuesta a esto es: «No sé lo que sien­to por ti porque no sé lo que siento por mí. Si te estoy usando, y el único lugar donde funcionamos es en la cama, a eso yo no llamo amor. Yo no lo llamo amor por mí mismo ni por ti. Si dijera otra cosa estaría min­tiendo, y eso, aunque soy un alma infeliz, va contra el núcleo de mi moralidad interna».
Nadie de esta habitación debería vivir como un animal. En este pú­blico hay mujeres muy listas que saben usar sus cuerpos para conseguir lo que quieren, pero, desgraciadamente, tendrás que pagar un precio por el yugo de su deseo. Hay hombres entre este público que saben mentir a las mujeres y manipularlas por sus cuerpos, y nunca tienen la plena in­tención de realizar sus mezquinos sueños. No deberías hacer eso; ningu­no de vosotros debería hacerlo.
La impecabilidad empieza incluso cuando eres joven. Y el amor es algo multi-esplendoroso. Hace falta llevar una vida recta para encontrar un amor así. Hace falta una vida recta, moral, para encontrar un amor así. Hace falta una entidad que no esté dispuesta a vender su cuerpo o su alma por algún tipo de comodidad. Hace falta una entidad que ame su alma y su Espíritu, y el cuerpo que habita, que lo encuentre puro a sus propios ojos. Puede que todo el mundo se ría de ellos, pero hay otros maestros en el mundo que están en un gran sendero y se sienten del mismo modo.
Ahora sé que te he enseñado desde dónde ser Dios y manifestar tu vida. Puedes hacer lo que quieras. Pero te diré que estas cosas que son es­tigmas para ti, que te hacen sentir como un elefante pisando arenas movedizas, son una de tus debilidades, y no deberían serlo —deberían ser uno de tus puntos fuertes—, y tener la mejor relación en esta escuela no es tener una relación basada en la popularidad, ni basada en lo físico, sino basada en dejar de lado toda la basura: todos los amantes, todas las mujeres, y todos los hombres, y empujarlos a un lado, aunque estés acos­tumbrado a implorar compañía.
Aprende a ser un bailarín en el espejo; hazlo, practícalo, aprende a ser eso. No vas a saber la diferencia, no vas a saber si es el reflejo el que ha levantado la mano o si has sido tú. ¿He levantado la mano y he visto mi reflejo, o yo soy el reflejo en el espejo? Y si haces eso, hallarás integridad en los siete sellos. Hallarás pureza en los siete sellos. Hallarás honestidad. Y cuando consigas eso, no podrás evitar amar quien eres. Y es posible que nadie en esta escuela te aprecie. No es para ellos. Es para ti. Es para ti.
Así pues, ¿qué separa la belleza común de la belleza única? Fuerza, te­nacidad, pensamiento original, una mujer que tenga su propio poder, su propia genialidad; un hombre que sea su propio guardián moral; un hombre que no viva en el pasado, cuya integridad no requiera que derrame su semilla para probar su hombría, sino que se atreva a soñar fantásticos conceptos mentales.
Es posible que en esta escuela no haya nadie para ti. Es porque tú de­berías ser eso para ti mismo. La belleza, como el amor, no puede ser vista. Es un estado existencial que se remonta a lo espiritual en nosotros. Estoy hablando de atributos espirituales: el carácter, el vino que llena el vaso, y no únicamente el vaso.
Quiero que todos conozcáis el tipo de amor del que estoy hablando, pero nunca vais a conocerlo hasta que afrontéis quiénes sois. Y hay algu­nos de vosotros que habéis tenido matrimonios largos en los que la pa­sión se fue hace mucho tiempo, ha desaparecido. El amor de las cosas multi-esplendorosas, desaparecido hace mucho tiempo, fue recubierto por las responsabilidades y problemas, familias y diferencias de opinio­nes, amigos y problemas de dinero, y ese tipo de cosas. Vuestro trabajo es desbrozarlo todo y encontrar lo que os llevó a estar juntos originalmen­te, y redescubrir ese amor tan sublime, tan hermoso, tan puro y tan lim­pio, porque cualquiera puede preocuparse, pero no todo el mundo con­sigue amar y ser amado.
Ahora bien, queridos míos, ¿cuántos de vosotros habéis aprendido algo a regañadientes esta noche? ¿Lo habéis hecho? ¿Supones entonces que el efecto de la enseñanza de esta noche... —por más gráfica que sea, por más poética, más simple, más desafiante—, podría la enseñanza de esta noche llevarte a una vida más elevada, con más cuidado y más respeto por ti mismo, hasta llegar a ser como la vida que conmemoramos el do­mingo de pascua durante una mañana tormentosa, cuando celebramos la vida de un gran ser?
La virtud es un camino duro en algunos sentidos, pero merece la pena. Virtud —virtud— es honestidad. Virtud es claridad. Es no usar a nadie. Es no mentir a nadie. Tiene que ver con ser sincero contigo mis­mo. Toda la culpabilidad que albergas dentro de ti —de todas las cosas que has hecho, de todos los abusos cometidos sobre otros— son semi­llas de enfermedad, y en último término caerás en manos de tu propio desastre.
El día en que nos abrimos y respiramos con mucha claridad y perdo­namos a nuestros deudores, perdonamos a aquellos que se han excedido con nosotros... Perdonar no es reabrazar; perdonar es simplemente apar­tarlos del aspecto de nuestra visión que perteneció al pasado. Y cuando perdonamos, dejamos que el pasado descanse y deje de ocupar esos pre­ciosos momentos que nos imploran que renovemos nuestra vida, que nos convirtamos en una nueva persona, que nos reinventemos, que nos de­mos nacimiento de un modo que nadie nos ha permitido jamás.
Libertad y virtud son la misma cosa. Vienen por la voluntad y a cos­ta de quien disfrute de ese privilegio: el trabajo duro de perdonar a tus enemigos y de dejar que el perro muera, de limpiar tu ventana, de per­donar a los transgresores, perdonándote por la visión que aceptaste ante­riormente en tu vida y te llevó a unas aguas tan turbias, de recorrer todo el camino hasta la raíz de ello, y perdonarlo y quedar limpio de ello, y no dejar entrar en nuestra vida a nadie que te recuerde esas faltas.
Es algo terrible, queridos míos, cuando nos buscamos problemas. Es terrible cuando desenterramos nuestro pasado; porque acabamos siendo el ahorcador y el ahorcado. Me sentiré feliz, muy feliz, cuando todos aprendáis a reinventaros a vosotros mismos, y no os convirtáis en la men­tira del pasado, sino en quienes queréis ser, a toda vela, y que os améis tanto que nunca volváis a dejar que nadie abuse de vosotros y que nunca sin­táis que lo merecéis, nunca, y que conozcáis el amor y lo busquéis, diciéndoos: quiero conocer el amor como algo multi-esplendoroso. Puedo ser un animal, pero nací siendo hombre, y nací siendo mujer. Quiero co­nocer mi propia cualidad. Quiero conocerla y poder ir detrás de ella, y vivirla impecablemente, y no criar como crían los animales, en nombre de la siguiente generación, sino engendrar hijos de esa unión que es pre­ciosa —tan hermosa, tan limpia, tan pura—; no atrapar a nadie sólo para acabar fracasando en la satisfacción de las expectativas que se tienen de ti fuera de la cama.
Hay tanto que aprender, pero merece la pena, porque consigues la vida inmortal. Vives mucho tiempo; tienes pensamientos agradables, y pensamientos profundos, y no están teñidos por los prejuicios. No están teñidos de culpabilidad, vergüenza e ignorancia. Son limpios, como ni­ños pequeños.
Cristo dijo que sólo cuando seas como uno de ellos podrás entrar en el reino del cielo, y eso casi supone la abolición del animal por la existen­cia encantada del Dios puro, de la pura juventud, de la pura claridad sin prejuicio. Y nunca eres demasiado viejo para despertar y volver a ser joven. Y nunca eres tan malo para no poder despertar, y reinventarte, y ser virtuoso.
De modo que esta charla es importante para ti. Y, sí, podrías decir: «Yo mismo podría haber llegado a estas mismas conclusiones», pero para eso habríamos necesitado un público mucho más progresista; si hubiera habido la posibilidad, claro está. Esta noche te he dicho muchas cosas, y si eres verdaderamente sabio, joven o viejo, pensarás en ellas y harás tus elecciones. Para quererse a uno mismo —para quererse—... ¿Has pensa­do alguna vez en quererte a ti mismo? Éste es un concepto único. ¿Y el amor? Bien, si eres realmente afortunado y lo mereces, encontrarás un bailarín en tu vida, en el espejo, que danzará contigo, y no sabrás —no sabrás— si eres tú quien está mirando a su reflejo o si tú mismo eres el reflejo. Que así sea.
De modo que está bien hacer el amor, pero sólo cuando hay amor.

FINAL                                                        EL ELIXIR: UN AMOR POR TI DENTRO DE TI
LA CLAVE PRINCIPAL es el elusivo estado de trance. Es el secreto y el premio que muy pocas veces reconocemos. Por desgracia, no se com­prende bien, y quienes pretenden conocerlo y teorizar sobre él suelen ser responsables de convertirlo en algún concepto inalcanzable, esotérico, oculto y envuelto en un misterio que genera miedo y preocupación en la gente.
En nuestra experiencia, el trance es un estado más común de lo que llegamos a darnos cuenta. No es algo de lo que debamos tener miedo, ni debemos pensar que es sinónimo de brujería o charlatanería. Por ejem­plo, es lo que la gente de todos las procedencias y de todas las culturas, en un momento u otro, experimentan cuando se enamoran. El simple hecho de pensar en otra persona transfigura su mente; es una fantasía, un sueño que nos eleva y da significado a la vida. Se le llama comúnmente estar enamorado.
Toda la gran riqueza de imágenes que se han utilizado para describir el amor en canciones y poemas: imágenes de sentirse elevado, la sensa­ción de flotar, de volar sin alas, una sensación de estar fuera del tiempo o de que el tiempo se detiene, de belleza indescriptible, de que los colores cobran vida y fluyen, de una luz que no es de este mundo, de vitalidad imitada, de conocimiento instantáneo y expansivo, de claridad, paz, alegría, inextinguible fuerza interior, comunión con seres extraordinarios, desaparición de los límites y las limitaciones, etc., en realidad describe el estado de trance que es el amor. Es un estado dinámico de creatividad desde el que florecen nuevas expresiones de vida, y la vida evoluciona por doquier. En este agudo estado de conciencia alterada, las opciones nunca se estancan, y los desafíos y limitaciones nunca son insuperables. Nada parece imposible o inalcanzable en esta presencia de mente e identidad propia. Pero cuando se pierde la visión, el estado de trance también se pierde, junto con la elevada visión en la que nos manteníamos. El amor se ha marchitado y ha muerto.
Así, vemos que el estado de trance y quienes creemos ser están ínti­mamente conectados, y guardan una relación recíproca que no solemos percibir. Por eso Ramtha dice continuamente: «Enamorarse de una persona, de otro ser humano, tiene que ser el resultado directo de haberte enamorado previamente de ti mismo»1.
Existe, sin duda, toda una cascada de emociones y de química cor­poral asociada con la experiencia del enamoramiento, pero debemos tener cuidado de no confundir el verdadero elixir con los efectos de las emociones químicas de acción/reacción que gritan intensamente en nues­tra cabeza para conseguir nuestra atención: «De modo que, en lugar de llevar puesta una corona de mil espinas, tenemos una sola voz; la voz úni­ca es esa voz que es amor, que nos ha traído a este momento uniflcador de nuestra vida».
«Yo sé estas cosas», declara Ramtha. «Y conozco todo el potencial que no habéis usado, y conozco, sobre todo, la cosa que necesitáis y queréis más desesperadamente que ninguna otra en la vida: conocer ese elixir lla­mado amor que nos da vitalidad —que nos da, que no toma de noso­tros—, que nos da la alegría inmortal y la paz mental que nos permite te­ner una voz en nuestra cabeza, en lugar de cincuenta voces. Eso es lo que hace el amor»2.
El amor, cuando se le considera cuidadosamente, no es una emoción, sino la fuente de los sucesos personales que a continuación experimenta­mos emocionalmente. Es de la máxima importancia recordar esto en nuestro deseo de entender este misterio. Es un estado de ser sutil que colorea el mundo que nos rodea y es la fuente de nuestras experiencias, independientemente de quién esté en nuestra vida o de las posesiones que tengamos. Lo primero que ocupa nuestra mente es la diana de nues­tro amor; a continuación le sigue la experiencia que llamamos vida. Esto no es diferente de la idea socrática de que lo «bueno» —por más subjetiva­mente definido que esté— es la fuente y objetivo último de la felicidad y ¿el amor platónico. Como Ramtha explica con claridad, el amor es «el pegamento cósmico que sostiene todas las cosas»3.

1   Finding Peace in Love, cinta 478 ed.
2  ídem.
3  The Emotional Body, cinta 9428.1 ed. (Yelm: Ramtha Dialogues, 1994).

El amor es precioso, y se le llama elixir divino porque es el único re­flejo de nosotros que nos define como seres eternos, que no pueden ser descritos en términos de reacciones químicas aleatorias o de emoción física. Como hemos considerado a lo largo de este libro, nosotros somos los jugadores y el factor determinante del resultado y expresión de la vida. Por el amor sabemos que somos seres divinos. Y así como el amor tras­ciende todos los límites de la realidad física, también nuestra verdadera naturaleza e identidad es sobrevivir más allá de la muerte, y tener el po­der de llegar más allá de los límites del espacio y del tiempo. En este mar­co de referencia podemos empezar a considerar la posibilidad y la mecá­nica del viejo concepto de la reencarnación, o, si lo prefieres, la idea de una vida después de la muerte: «El amor permitió que surgiera esta con­ciencia exploradora. Pero, por desgracia, después de algunos incidentes emocionales quedó esculpida en piedra, y, entonces, todo el mundo deja de crecer, y tenemos reencarnación porque nuestros cuerpos se desgastan, pero las lecciones no se completan»4.
No hay ningún misterio oculto y esotérico en la reencarnación; como explica Ramtha, «eres una maquinaria de representación teatral permanente y cambias más veces de vestido que en una obra de Shakes­peare. Vas quemando cuerpos, pero la mente sigue adelante».
«La mente no muere. La mente nunca desaparece. La reencarnación sólo es la necesidad de seguir eligiendo vidas que podemos quemar, con la esperanza de llegar finalmente a la sabiduría»5.
Ahora ya tenemos una imagen un poco más amplia de en qué con­siste verdaderamente este elixir llamado amor. Es lo invisible que hace la­tir nuestros corazones, y que la vida crezca y florezca por todas partes. Es la plataforma y el escenario que permiten que la obra teatral de nuestra vida exista y sea representada. Es un amor por ti dentro de ti, que te da vida.
Es la emocionante visión que nos refleja una abundancia de razones por las que estar vivos. Es el vino mágico en los labios y mentes de los Dioses y Diosas que inspira a aquellos mortales cuyo viaje de autodescubrirniento acaba de empezar.
Y la voz de la sabiduría obtenida durante una vida notable habla a través de los océanos del tiempo: «Todos vosotros queréis amor, la gran fuente, el gran elixir. Es cierto, para sentir ese momento mágico ofrecería­mos nuestra existencia durante vidas enteras, para revivirlo aunque sólo fuera por una hora. Así de grande es su éxtasis y de quintaesencia! su or­gasmo». Pero recuerda el consejo del Maestro: «Amarte a ti mismo es el comienzo de la búsqueda»6.
Jaime F. Leal Anaya
Yelm, Washington
Primavera de 2003
4 Finding Peace in Love, cinta 478 ed.
5 Finding Peace in Love, cinta 478 ed.
6 Ibid.
CAPÍTULO  6                                                                                                         IMPACTO SOBRE LA REENCARNACIÓN               
LA VERDAD, AL FINAL, REINA SUPREMA
A estas alturas tenéis que plantearos una pregunta muy importante. «Mi profesor», pensáis, «me está enseñando sobre el amor.» Bien, yo creo que lo conozco, pero ¿lo conoces tú? ¿Estás todavía con esa persona de la que dijiste que estabas locamente enamorado? Bien, entonces tenemos que destilar la experiencia hasta extraer su esencia, su sustancia básica, y ver que lo que en realidad te ha ocurrido es que has tenido amor sexual con esa persona, y hasta la fecha muy pocos de vosotros le habéis dicho la verdad. No le habéis dicho: «¿Sabes qué? Te mentí cuando te dije que estaba enamorado de ti. De hecho, lo que quería era tener una relación sexual contigo. Quería que tú tuvieras una relación sexual conmigo».
No le has contado la verdad, porque sigue creyendo que le quieres. Y por eso estás condenado a encontrarte con él o ella en la próxima reen­carnación, porque vas a tener que decirle la verdad. ¿Cuál ha sido la base de mi enseñanza aquí? Hacer conocido lo desconocido. A través de la conciencia y la energía creamos un paradigma, lo creamos masivamen­te, colapsando partículas en estructuras atómicas coaguladas por las que caminamos con nuestro cuerpo emocional para experimentar sensual­mente lo que hemos creado y, hecho esto, registrar la experiencia en el cerebro. Eso impide que el cuerpo emocional desee continuamente. Lo hemos usado todo de manera apropiada. Lo hemos usado todo adecuadamente.
De modo que esos pequeños amores vuestros..., os vais a volver a en­contrar con ellos en la próxima vida. Y siendo todo tan sutil y casual como es, tus palabras son ley, y vas a volver a encontrarte con esas personas, y si no les dices la verdad ahora, te reencarnarás con ellas, y esta si­tuación volverá a repetirse.
La verdad nos guía hacia el amor.
De modo que sabes que estás en la Tierra y dices: «Pero, ¿sabes?, la conciencia de ahora es la del amor libre; en realidad, nadie mantiene lo que dice». Dile eso a alguien que tenga el corazón roto. Y eso es exactamente lo que te estoy pidiendo que hagas.
De modo que hemos visto que hay animales más elevados que noso­tros. Encontramos animales... —animales—, encontramos animales más grandiosos que nosotros, que pueden ofrecer amor para siempre. Encon­tramos un gusano que puede convertirse en mariposa, que puede tomar su cuerpo y fabricarse alas. Yo siempre he dicho que la naturaleza está más allá de la conciencia humana, y lo está absolutamente. De modo que pue­des excusarte diciendo que es la juventud —sí, puedes excusarte—, pero mi pregunta se dirige a ti: ¿por qué sigues teniendo esas fantasías?
Ahora vemos que el amor sexual tiene que ver con el ardor. Vemos que el segundo sello tiene que ver con el amor lisiante, el amor que te deja lisiado. Este amor no busca el sexo; busca compasión y atención, que en su opinión deberían seguir al amor sexual. Has levantado la mano y has dicho: «Escucha, me sentí mal para poder conseguir un poco de aten­ción. Sé que puedo hacer el amor. Sé que puedo hacer eso, pero ¿es eso todo lo que soy? Y esta persona con la que estoy, ¿es eso todo lo que pienso de ella? Porque la única razón por la que pienso en ella es idear lo que le voy a hacer en la cama, y, francamente, las últimas veces he estado fantaseando con otras personas y cosas. Esto simplemente se ha convertido en otra parte corporal para que mi mente pueda entretenerse con ella».
Éste es un asunto muy duro. Esto es muy duro. En nombre del amor nos hemos vuelto hipócritas. Nos hemos convertido en profanadores. En lugar de ser estoicos, en lugar de abstenernos, no, vamos allí y lo hacemos, pero en la libertad de nuestra mente silenciosa estamos pensando en otra persona. Y eso no es lo que hace un maestro. ¿Sabes qué? Un águila no hace eso, no lo hace en absoluto. La mariposa sólo llega a serlo por­que el único pensamiento consciente del gusano después de su último banquete fue el de ir a dormir y cambiar. En este mundo ni tú ni yo ve­mos algo parecido. Esto es lo que hace que estemos desencantados. Y el
mundo dice que ama esto y que ama lo otro. No aman eso; simple­mente sienten deseo de ello. De modo que ahora vemos que la enferme­dad está creada por una falta de amor, y que en realidad estábamos bus­cando atención y fidelidad.
Y ahora vamos al tercer sello, que es poder y victimismo. Y aquí es donde encontramos el nacimiento de gurús, sacerdotes, ministros, polí­ticos, empresarios internacionales, gurús de la salud, gurús de la belleza —nos encontramos con todos los que han llegado a la cima—, y a través de cierto conocimiento reúnen a gente a su alrededor y les enseñan a estar en el statu quo, y se alimentan de ellos. Viven de ellos; viven. La gente de este tipo nunca puede retirarse, porque si se retiran, ya no tienen susten­to. ¿Y qué es el amor para un tirano? Adulación, devoción. La devoción es la madre de la ignorancia. Tenemos la adulación, tenemos la devoción, tenemos el renunciar a nuestro poder porque éste es el gran kahuna, éste es el gran amante, éste es el gran salvador. «Ésta es la persona que me va a salvar de mi enfermedad, la que me va a hacer superar mi dolor de co­razón.» Quiero decir que están ahí fuera a millones. Cualquier persona que quiera ser alguien sabe esto. Ellos son astutos. Lo único que necesi­tan es ser unos «amotinados».
Bien, en el tercer sello incluimos el credo, la religión, la nacionali­dad, las diferencias sexuales, la política. Lo incluimos todo, gurús, lo que tú quieras, porque si vacilas ante esta gente es porque son el amor últi­mo, el padre amado de tu vida. La gente ama a su candidato político. La gente ama a su reina, a su rey.
¿Qué hacen estos parásitos? Quiero decir que no hacen nada para ayudar a los ancianos y a los enfermos. Toman el dinero de estas perso­nas y viven como reyes y reinas. Pero el pobre desgraciado muerto de hambre que ves en la calle es monárquico. ¿Por qué? ¿Por qué son mo­nárquicos? Porque, aunque no tengan qué llevarse a la boca, cantan Dios salve a la reina, no «Dios me salve a mí», sino «Dios salve a la reina». Que le conceda otro sombrero más. Es decir, ¿qué tal si...? —sólo acabo de em­pezar; debéis permanecer sintonizados—, ¿y qué hay de todos esos prín­cipes y reinas de facto que se ponen todas esas medallas? Simplemente, se dedican a brillar. Quiero decir que no les han dado ninguna de esas me­dallas por morir por otra persona. Ninguno de ellos ha luchado en una guerra para salvar a su gente del mal. Ninguno de ellos realiza un desembolso unilateral de bienes en favor de la gente, ni presta el médico real a la gente para que tengan buena salud, para dar a todos los niños el dere­cho al conocimiento, como al príncipe o reina o rey o princesa se les ha enseñado. ¿Y llevan puestas esas medallas? ¿De dónde han venido? Creo que vienen de Cartier y de Fabergé. Esa es mi opinión, por supuesto. Ésas no son medallas al honor; son joyas. No hay ningún rey o reina gober­nante, ninguna familia gobernante que se haya desprendido de sus apo­sentos reales y haya vivido en el cuchitril del más bajo de sus subditos; si lo hubieran hecho, entonces sí merecerían una medalla.
¿Por qué lo hacen? Porque, siendo tan desgraciados como son, perte­necen a la Corona. Pertenecen a alguien; alguien que les necesita. La gen­te dará todo lo que tiene para apoyar un decadente régimen monárquico, para que todos los príncipes y las princesas, y los duques y duquesas, o como se llamen, puedan ir en coche por ahí y dedicar el día entero a jugar al polo. Se lo darán y les aplaudirán, y se esforzarán mucho para dar el ochenta por ciento de lo que ganan a esas personas que comen caviar a kilos. ¿Y por qué? Porque sus líderes les aman, porque son sus líderes, y sin ellos no habría líderes.
Ahora llegamos a los gurús, a los políticos. Los gurús son unos líde­res tan carismáticos que el simple hecho de estar en su presencia..., es lo mismo que para un subdito estar en presencia de un rey o de una reina; sólo que ahora se le llama gurú en lugar de llamarle rey o reina. Y ese rey o reina no puede hacer nada mal, porque la persona le contempla como el ideal, la bendición de su vida y a quien está apoyando. Así es un gurú. Y nos enamoramos del poder y de la influencia, de la fama, fama. Bien, si la última persona famosa tiene la ropa de una talla que es el doble de su tamaño, eso es lo que todo el mundo debería llevar, porque ellos son nuestros líderes, y debemos seguirlos, y si los seguimos, seremos amados tal como nosotros les amamos.
Las estrellas del rap emiten un mensaje de salvajismo y degeneración, pero son adoradas porque son degeneradas y salvajes. Pero nadie com­prende que lo hacen para ganar dinero y hacerse famosas, para comprar más cocaína, y comprar más drogas y promocionar estas conductas entre sus seguidores.
Pero, al final, la verdad reina suprema. El tiempo nos preserva tal como pasamos a la historia. Y si manejas la idea de tener poder sobre tus seguidores, más vale que te pienses dos veces lo que les vas a enseñar, porque si les enseñas de tal modo que aceleren tu aprobación, eso es lo que se denomina amor hipócrita en el tercer sello, el amor más podero­so que existe.
Déjame que te cuente algo: ha habido republicanos y demócratas que han estado enamorados de sus partidos respectivos más tiempo que de su primera pareja sexual. Hay monárquicos que están enamorados de su rey y reina, y de su familia real, y sienten más pasión por ellos que la que sintieron en su primer y en su segundo matrimonio. Hay gurús a los que sigue la gente, y la gente les ama mucho más apasionadamente de lo que han amado nunca a cualquier persona a la que hayan dicho «te quiero». Ahora estamos hablando de un orgasmo. Estamos hablando de estar en el poder, y de lo que crea una dinastía real, de lo que crea un gobierno despótico, de lo que crea a los líderes, de lo que crea a los gurús religio­sos, de lo que crea a la gente famosa que ni siquiera piensa con la cabe­za, pero como llevan ropa del doble de su talla y tienen trece años son, de algún modo, los salvadores de la humanidad. Todo el mundo les re­gala su poder, y las corporaciones esperan que hagas eso, porque si pue­den contratarlos y establecer un precedente, tendrán un producto para venderte.
Esto es poderoso, miradme. Has sido fiel a tu sociedad personal más tiempo que a tu primer «te quiero». Así de poderoso es el tercer sello.
Tengo más que decir. Vamos a hacer que ésta sea una enseñanza me­morable. Así pues, maestros, repasemos lo que he dicho. Ahora sabemos que el amor sexual sólo va a durar mientras se mantenga el calor animal, y después pasaremos a la siguiente sesión sin ningún tipo de remordi­miento, sin ninguna consideración. Simplemente hemos dejado de sen­tir lo que sentíamos por esa persona. Bien, si todo lo que sentimos por cualquier persona...; si hemos vendido nuestra alma para conseguir lo que queríamos, esa persona no será más que basura en nuestra vida, y no­sotros mismos no somos más que plantas rodadoras al viento. Hemos descubierto que actuamos como animales, con la salvedad de que hay animales en el reino de la naturaleza que son superiores y están más or­ganizados, que son más sabios, más precisos y más decididos que noso­tros. Qué experiencia tan humillante. Pero ésa es la verdad.
Entonces pasamos del amor sexual, mientras siga el calor, al segundo sello del amor, basado en la atención y en la necesidad. Podemos ir a cual­quier extremo para hacer que la persona sienta por nosotros, para hacerle pagar por su indiferencia, para convertirnos en una carga de compasión tan grande que organicemos nuestras vidas absolutamente en torno a nuestra propia enfermedad y la riqueza que nos ofrece, sin entender y sin querer entender las consecuencias de esta decisión en nuestra vida a lar­go plazo, en nuestra vida genética basada en la decisión absoluta de la mente y en la emoción. Pero haremos —nosotros, vosotros; yo tengo mi propia historia—, haréis cualquier cosa que sea necesaria para conseguir simpatía, compasión, y atención, aun a riesgo de jugaros vuestra propia salud física y vuestro propio bienestar. Y cuando eso se desgasta, no nos damos cuenta, vosotros no os dais cuenta, de las consecuencias a largo plazo para la salud mental y la salud física de intentar mantener en tu vida a un amante inestable que no es más que calor sexual. Eso muestra el poder —te sientes atraído como una polilla a la llama—, el poder má­gico del amor. Y durante todo el tiempo, durante todo el tiempo, ha sido algo hipócrita. Ha sido una decisión cuyas consecuencias afectan a tu salud.
Y llegamos al tercer sello, una graduación, una mente vigorosa, una inteligencia de la naturaleza humana y de lo que la gente necesita, y ser ca­paces de posicionarnos en una gran variedad de situaciones, desde hacer de rey —en una reunión social de amigos y vecinos, tú tienes que ser el que consiga más atención— hasta en el vecindario, hasta en la política so­cial de una ciudad, hasta en un país y su política, consiguiendo siempre la mayor atención, haciendo más promesas que nadie, dando a la gente más «os quiero» sólo para conseguir el voto y después «si te he visto no me acuerdo», abriéndote camino hasta llegar al voto estatal y al nacional. Es la misma cosa. El primer sello marca el paso de los otros dos sellos invo­lucrados en la tríada de sellos de la naturaleza humana.
Todos los políticos son amantes de la masa en el primer sello. Todos los reyes, reinas, nobles, son amantes del segundo sello que ocupan el ter­cero. Todos los tiranos individuales producen el mismo efecto de un go­teo paulatino en tu vida personal.
Ahora, hablemos del amor: ¿Hubo alguien de este grupo de gen­te... —desde el gurú, presidente, reina y rey, hasta el anterior amante, y entre la enfermedad, el descontento y el dolor—, hubo alguien de ellos que tuviera amor, o lo que tenían era instinto de supervivencia? ¿Quieres girarte hacia tu compañero y responder a la pregunta? Sólo quiero asegu­rarme de que conserves esa respuesta en un registro vocal. Los viejos amantes no están presentes esta noche, pero las viejas acciones lo están. ¿Cuántos de vosotros habéis oído lo que acabo de decir? Los viejos aman­tes no están presentes esta noche, pero las antiguas acciones lo están.
El amor, por tanto, parece escapar completamente a los sacerdotes, ministros —al menos según mis enseñanzas—, reyes, reinas, duquesas y duques, primeros ministros, republicanos y demócratas, presidentes, musulmanes, judíos y cristianos, ateos y dictadores. Cuando echamos una mirada a todos ellos, nos preguntamos: ¿ha mostrado algo de amor alguno de ellos? Entonces, ¿hasta qué punto estás alineado con el mode­lo de la clase social a la que perteneces? Quiero que te plantees esta pre­gunta.
¿Por qué amaban tus padres a Dios? Porque le temían. Dejaron de vi­vir porque le tenían miedo. El era... —él—, era dador de vida, pero ellos se negaron a vivir la vida, porque temían al dador de vida que también la tomaba. Esa es una poderosa —ésa es una poderosa— medicina en ma­nos de la religión, y de los gobiernos y de la política.
Es un nuevo día, y era un nuevo día cuando vine aquí y empecé con un puñado de gente. Era un nuevo día cuando el mensaje de Cristo no tomó un significado surrealista, sino un verdadero y profundo significa­do de pertenencia absoluta, y no de adoración, sino de ser parte integran­te de una vida de amor y del regalo del amor.
Si Dios es amor —si Dios es amor—, no deberíamos tener disensio­nes entre un hombre y otro hombre, entre una mujer y otra. Si Dios es amor, deberíamos estar de acuerdo con las leyes naturales en su impulso evolutivo. La naturaleza es muy cruel; es la supervivencia del más adap­tado. Pero el hecho de que un águila hembra se niegue a criar cuando el amor de su vida ha sido asesinado no significa que no vaya a sobrevivir..., porque eso que ella es garantiza que la escasez de su descendencia mues­tre la rareza y la delicia de su carácter en medio de las hordas de los de­nominados animales del llano, que son vegetarianos y comen, y comen y comen, y crían, y crían y crían sin ninguna unidad familiar y sin ningu­na necesidad de amar. Dejadme que os diga algo: sólo harían falta cuatro ñus africanos para matar a un león que atacara a un miembro de su clan, pero ellos nunca hacen eso. Se alejan despavoridos, y dejan que el león mate a su hija, a su hijo, a su marido, a su esposa, a su abuela; los cap­turan. Horrible. Es horrible, y todo el mundo que lo vea debería sobresaltarse.
Pero si atacas un águila, su pareja vendrá al rescate, y tendrás que pe­lear contra dos en lugar de contra uno. A ningún león le importan un co­mino las crías de su grupo. Si una cebra macho le rompe la mandíbula a una de ellas, a los demás no les importa un comino; la dejan morir. No llamo a eso nobleza y no llamo a eso amor, pero tú puedes llamarle amor porque es sexual. Tienes un hombre dominante; ¿para qué necesitas un hombre dominante que ni siquiera saldrá en tu defensa, ni siquiera te cuidará cuando estés enferma? Y esperemos que tengas suficiente amor y suficiente compasión para no enfermar nunca porque te sientas plenamente satisfecha en tu vida, y de lo único que tengas que preocuparte es de la gente que trata de destruirte.
Así pues, yo sé de depredadores. He sido un depredador. Sé cómo pien­san. Sé exactamente cómo dirigir a la gente. Sé exactamente cómo marchar sobre la gente. Conozco las debilidades humanas. ¿Por qué? Porque he es­tado en el extremo más arduo de todas ellas. Las conozco. Y en lugar de tumbarme, y morir, y decir: «Bueno, éste es mi destino, así es como Dios me hizo —sólo soy un leproso, sólo soy un líder despótico, mentiroso, engañador—, y sólo me siento bien cuando tengo gente a mi alrededor que me retroalimenta, de modo que puedo darles mi retórica, que ni yo mismo vivo»... Conozco la naturaleza humana. La he estudiado toda mi vida. Para mí fue crucial hacerlo, porque quería destruir todas las cosas que el Dios de mi gente creó y abandonó. Pensaba que el Dios Descono­cido había abandonado a mi madre, a mi pueblo, Lemuria, lo había abandonado por este despótico montón de idiotas de rostro rojo que vi­vían aquí, en la Luna, en Marte, y Dios sabe dónde más. Y fue un niño pequeño el que se alzó y dijo «no». Un águila se irguió en Lemuria y dijo «no», no a los cuarenta y dos o a los cincuenta, sino a los catorce. Catorce años y estaba aprendiendo a manejar una espada, y miraba y observaba a la gente porque quería venganza. Estaba enamorado de la venganza.
¿Ves?, por eso entiendo de poder y entiendo del tercer sello y todo lo que cae bajo su dominio, porque el primer sello es débil comparado con el poder del tercer sello. Es porque todos vosotros, excepto unos pocos, habéis caído bajo la mentira del amor para tener una relación sexual con alguien. Has prostituido tu propia verdad, tu propio valor como ser hu­mano; has prostituido el valor de otro ser humano al mentirle y decirle algo sagrado, y ellos te han creído y han confiado en ti. Y aunque fueran idiotas e inocentes nadie debería abusar nunca de la inocencia.
Conozco estas cosas. Sé lo que es ser un Dios, y sé lo que es ser un conquistador, y sé lo que es estudiar a la gente, a los hombres y mujeres. Os conozco a todos. Conozco todos vuestros cuelgues, conozco todas las cosas que creéis que hacéis muy bien, y conozco todas las mentiras que contáis. Y conozco todo el potencial que no habéis usado, y sé, sobre todo, la cosa que necesitáis y que queréis más desesperadamente que nada en la vida, que es conocer ese elixir llamado amor que nos da vitalidad —que nos da, que no toma de nosotros—, que nos da esa alegría inmor­tal, y esa paz mental que nos permite tener una única voz en nuestra ca­beza, en lugar de tener cincuenta voces. Eso es lo que hace el amor.
Tenemos todas las voces hablando en nuestra cabeza; no tenemos amor en nuestra vida. Sólo tenemos lo que hemos hecho y lo que tene­mos miedo de hacer. Y somos nosotros los que hemos creado esas voces haciéndoles esto a los demás. Somos mentirosos, somos timadores, somos impostores, y por el hecho mismo de engañar a alguien creamos una voz en nuestra cabeza. El acto mismo de contemplar una conquista, de maniobrar y mentir a una persona para conseguir su cuerpo, crea una voz, porque es una experiencia que ahora está completa, y tiene algo que de­cir. De modo que, en lugar de llevar puesta una corona de mil espinas, sólo tenemos una voz, y una voz es esa voz que es amor, que nos ha traí­do a este momento unificador de nuestra vida.
La raíz de toda enfermedad: la falta de amor
Mírame. Tú dices: «Yo no necesito amor». Correcto. Bien, si no ne­cesitas amor, ¿por qué culpas a tus padres, a tus amigos, a los lugares don­de estás, por qué tomas drogas, por qué te chutas, por qué tomas éxtasis, por qué fumas marihuana, por qué comes en exceso, por qué pasas ham­bre, por qué ves películas pornográficas? ¿Por qué haces esas cosas? Por atención, atención.
La persona que te creyó cuando le dijiste que la querías...; dices: «Bien, es culpa suya porque creyó lo que le dije». Tenías el poder en tus manos y no renunciaste a él. Te permitiste un capricho. Y lo que te puso de rodillas, y lo que estará presente en tu muerte, es que has abusado de la con­fianza de otro ser humano no a través de Dios —Dios no es blasfemo; Dios es incapaz de ser blasfemo—, sino del amor.
Bien, entonces llegamos a... Si no te he convencido con mis pregun­tas, mis enseñanzas y, por supuesto, tus subsiguientes respuestas a tu pa­reja, si el amor no es importante, entonces la búsqueda del Santo Grial puede haberse limitado a la línea de sangre de Jesucristo, pero el Santo Grial fue objeto de una gran búsqueda, y lo que se buscaba era el elixir de los colibríes, el elixir dorado de este sentimiento mágico, el amor.
Descansa esta noche sabiendo que si has creado tu enfermedad para conseguir atención, lo hiciste por falta de amor. Pero también has de en­tender esto: en cualquier momento en que orientes tu necesidad de amor fuera de ti mismo, recuerda que puedes conseguirlo dentro.
Así pues, en mis primeras enseñazas, hace muchos años, os decía no sólo que sois Dios, sino que os améis a vosotros mismos, que os améis a vosotros mismos como habéis amado a otros. Y, evidentemente, aquí en­tramos en el modus operandi del núcleo de la cuestión, porque tu forma de amar a otros ha sido fantasear con ellos, derramar tu semilla, y men­tirles, lo mismo que te mientes a ti, y lo has estado haciendo todo el tiempo. Un ser que aprende a amarse a sí mismo tiene ante sí un viaje ex­traño, maestros, porque, recordad, las voces están haciendo esto1 y lo que es posible amar aquí va a estar sujeto a objeciones allí. Ésa es la ra­zón por la que hay tantas voces: porque a algunas las amas, a otras las odias, pero lo cierto es que a todas ellas tu amor les ha dado la existencia, porque tú las has creado; les has dado tu aliento de vida. Creaste esa red neuronal en tu cabeza para el amor.
1  Discutir por la atención y por la supremacía dentro de tu cabeza.

De modo que un hombre que dice a una mujer que está enamorado de ella, cuando sabe en el fondo de su mente que lo único que quiere...; y, sin embargo, está obligado. Y ella quiere oírlo, así que después de al­gún tiempo tienen hijos y se casan. Y, cuando están viviendo juntos, él se da cuenta de que, de noche, está empezando a hacer el amor con otra mujer en su fantasía. En otras palabras, él ya no le hace el amor a su mujer, y es posible que ella tampoco esté con él; quizá ella esté haciendo el desayuno. Entonces viene, ya sabéis, el «Kuma Satra», o el Kama Sufra, o como se llame: el arte de conseguir gratificación de tu pareja. Ahora bien, si tienes que aprender a dar gratificación con plumas, campanas y silba­tos, es que no estás enamorado de esa persona. Y creo que la naturaleza cuida muy bien de sí misma excitándote. No creo que necesitemos nin­guna ayuda externa, y si la necesitamos, no estamos excitados. ¿Cuántos de vosotros entendéis esto? Gracias. Que así sea.
Muchos de vosotros estáis estancados con personas que eran simple­mente sexuales. Muchos estáis con personas por piedad. Amas a esa per­sona, pero es como si sintieras pena por ella, y tu compasivo corazón hace que estés obligado a cuidarla —cuidas de su enfermedad, de su trauma, de su lo que sea—, porque eso es importante para tu corazón compasi­vo. Entonces, ¿se curará esa persona alguna vez? No, no y no. Si tratas de conseguir amor poniéndote enfermo, es muy probable que confundas la atención con el amor, y así, el hecho de ponerte bien tendría el coste de que perdieras atención. ¿Tiene esto sentido para ti?
Ahora bien, ¿estás en una relación de compasión? Si lo estás, nunca te vas a poner bien. Si estás en una relación de comprensión, nunca te pon­drás bien, porque el día que te pongas bien dejará de haber comprensión.
¿Para cuántos de vosotros tiene sentido lo que digo? Recordad, la ac­titud lo es todo. ¿Tiene esto sentido para ti? ¿Cuántos de vosotros enten­déis ahora por qué hay gente en esta escuela que nunca se cura? Porque son adictos a la situación que su enfermedad les proporciona, y, final­mente, todo se reduce —independientemente de los adagios—, todo se reduce al amor. Llegan a ponerse enfermos y morir para tratar de conse­guir las migajas de la mesa, para conseguir esa atención, ese alimento, esa bondad, y esa compasión.
Ahora entendéis, pero ¿cuántos de vosotros no entendíais a toda la gente enferma de mi escuela, a todas las personas obesas o excesivamen­te delgadas, a todos los drogadictos? ¿Cuántos de vosotros no entendíais a personas que se aferraban a otras personas absolutamente adúlteras? No entendíais eso. ¿Y sabéis por qué no entendíais eso? Porque creíais que erais la única persona de este público que tenía problemas, de modo que nunca mirabais a nadie más; sólo os mirabais a vosotros mismos. Eso no es amor, nena; eso es autoengaño. Eso no es amor, nene.
No sabías eso. Todo lo que querías hacer era ignorarle porque no po­días ayudarle y sabías que no podías ayudarle, y, además, sólo te impor­taba cuando tú eras importante en su vida y él o ella era importante en la tuya. Pero si no podías ayudarle, encontrabas el modo de ignorarle, en lu­gar de simplemente acercarte a él o ella y decirle: «¿Sabes cuál es tu enfer­medad? Que necesitas atención. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para conseguirte un poco de atención?». Es decir, has estado en esta fantasía de muerte, en todo este tema de la enfermedad, sólo para conseguir algo de atención, y si la gente de tu vida no te está dando nada, deshaz­te de ellos. Sal de aquí, vete a Barbados y emborráchate durante un mes, gástate todo el dinero y ponte a bailar encima de las mesas.
Si yo fuera una persona muy enferma, que no lo soy, entendería esto respecto a mí mismo: entendería que no me quiero a mí mismo, y que dependo de que alguien me refleje ese amor para poder sentirlo, y cuan­do el espejo no atrapa la luz del sol, me dedico a buscar en la oscuridad para encontrar reflejos de luz. Si supiera esto de mí mismo, que la acti­tud lo es todo, me diría a mí mismo: «¿Sabes qué? Estás enfermo ahora porque estabas desesperado por conseguir la atención de alguien. Mi or­gullo era tan grande que no podía admitirlo, aunque lo sentía subcons­cientemente. Me sentía incapacitado, por mi propia inadecuación y el fra­caso de mi propia filosofía, para conseguir atención». Si hubiera sabido esto de mí, querida gente, y supiera que con cada latido de mi corazón continuaba la cuenta atrás hacia mi muerte, y que sólo me quedaban tan­tos latidos de vida de ser humano en este cuerpo —con este rostro, este cuerpo, estas manos, estos ojos, este corazón, esta mente—, me despren­dería de todas las personas y cosas de mi vida y me dedicaría a ir de fiesta y a pasármelo genial hasta no tener que volver a pensar en ellos. Y cuan­do me hubiera recuperado de tanta fiesta, después de mi gran resaca, me daría cuenta de que me sentía mejor de lo que me había sentido en toda mi vida.
Oh, oh, oh, ¿crees que esto no es espiritual? ¿Qué crees que sabes de la espiritualidad? Tratas la espiritualidad como un asunto separado de la vida, cuando, de hecho, todo es Espíritu, incluyendo tu actitud, incluyen­do tu cuerpo, e incluyendo tu entorno. No te amas a ti mismo cuando tie­nes que llegar al extremo de ponerte enfermo para conseguir atención. Ca­reces de poder. Y la única persona a la que excitas —¿a quién excitas?— es a tu propio cuerpo. Deberías avergonzarte. Deberías avergonzarte. Nin­gún rostro es tan bonito, ningún cuerpo es tan hermoso, ninguna canti­dad de dinero merece tanto la pena como para que muramos por ella. Nadie lo merece. Eso no es un signo de autoamor.
Toda enfermedad está conectada inevitablemente con la falta de amor. Y se nos enseña que el amor se consigue mediante la atención de los demás, y todos somos prostitutas —al menos vosotros lo sois— y sois chulos de putas, para conseguir al menos ese pequeño toque, esa leve sensación, ese poco de desnudez, ese poco de intimidad. La cosa no va por ahí.
El mayor orgasmo: control sobre los demás
Ahora hablemos del poder. Y como el viejo axioma dice que el poder absoluto corrompe absolutamente, entonces el mayor orgasmo no es un orgasmo sexual; es el poder absoluto. Ese es el orgasmo más duradero que hay, y quienes tienen un poder absoluto están en un diluvio absoluto de actividad orgásmica durante el tiempo que puedan mantener su reino. Un orgasmo, además de los juegos preliminares y las caricias, dura unas cuatro penetraciones. Apenas podemos saber dónde empezó y dónde aca­bó, pero ahí está; y acaba. Le sigue una respiración pesada y pegajosa. «Y ni siquiera acabé de preparar el desayuno por la mañana.»
Pero dirigir a la gente, ser carismático, dirigirles, instruirles, enseñarles —el orgasmo último—, es siempre el orgasmo definitivo de cualquier di­rigente, y cualquier otra cosa, del primer o del segundo sello, no es nada. El poder es absoluto. Ese es el gran orgasmo. Entonces, ¿cómo usas eso en tu vida? Bien, de una miríada de formas. Abusas de tu poder como pa­dre, abusas de tu poder como amante, abusas de tu poder como líder espiritual cuando eres completamente corrupto; abusas de ti mismo y abusas de los demás. Y la única razón por la que eres un profesor es para que los demás te presten atención, y si te prestan atención, se rinden —piénsalo—, te dedican su atención. Eso es intenso. Por eso todo el mundo quiere ser famoso, porque así todos los demás les prestarán aten­ción, y ganarán mucho dinero, y serán ricos, y serán amados por el mun­do. Y los gurús lo hacen porque son adictos al poder. No saben ni la primera cosa sobre Dios. Cualquier gurú que crea un devoto no conoce a Dios. Sólo conocen su necesidad de estar en el poder.
Bien, si todo el mundo dijera la verdad, no habría traficantes de poder.
Ahora quiero que miréis —y, de hecho, como yo la he sacado a co­lación, vais a tener esta manifestación en vuestra vida—, esto es, mirad a vuestra pareja y revisad vuestra actitud con vuestra pareja, y analizad, al revisar vuestra actitud, cuántas veces no habéis estado presentes en las ex­periencias vividas con la pareja de los tres primeros sellos o de los dos pri­meros sellos. Que así sea.
Hasta el gurú necesita amor. Y como el poder corrompe absoluta­mente, al final, cuando tienes todo lo que creías que necesitabas, siempre mueres solitario y vacío, absolutamente insatisfecho, nunca satisfecho, nunca satisfecho. La sed nunca se sacia.
Entonces, ¿qué es el amor? Bien, no era ninguna de estas cosas, en absoluto. Era como si —es como si—, en tu ser, algo más grande nos per­mitiera jugar a este juego que nos tomábamos demasiado a la ligera o demasiado en serio, y, en todo momento, aquello que nos permitía jugar el juego era el que tenía las cartas en la mano. ¿No es ésta una discusión per­tinente?
Hemos hablado de voces. Es decir, de todos los que decíais: «Te quie­ro y verdaderamente te necesito», ¿cuántos de vosotros erais conscientes de que había algo dentro de vosotros que sabía que no estabais diciendo la verdad? Levantad la mano. Levantad la mano. Gracias por vuestra honestidad. Qué refrescante. ¿No es una extraña sensación saber que tu personalidad está diciendo algo y, sin embargo, eres consciente de que hay algo en ti que sabe que no es verdad? ¿No es un sentimiento miste­rioso?
ESTUDIANTE.—Sí, y lleno de esperanza.
RAMTHA.—¿Sabéis?, ella tiene razón. Entonces, esta noche, ¿cuántos de vosotros estáis viviendo la voz en lugar de las múltiples voces?
Ahora, escuchad. El amor es una cosa multi-esplendorosa. Es como un diamante con muchas facetas. Pero cuando amamos un diamante, no podemos amar las facetas, sino el corazón de la piedra, que es lo que le dio la fuerza necesaria para que de ella fuera cortada, tallada, una expe­riencia, permitiéndole así reflejar la luz. La belleza de un diamante reside en su centro sin tacha.
HABÉIS SIDO AMADOS A LA VIDA
Hice un sermón muy apasionado cuando me presenté aquí por pri­mera vez y apenas podía hablar el idioma. Hice un sermón muy apasio­nado. Aún hoy sigue siendo apasionado. Y el sermón decía que todos vosotros sois amados, y que sois Dioses, y que habéis sido amados a la vida, un privilegio que estáis malgastando por vuestra adicción al cuerpo, vuestra adicción a las emociones, y vuestra adicción a los falsos circuitos neuronales del cerebro, a los demonios del cerebro, de modo que lo que hicisteis antes, ahora parece predeterminar el futuro. Si eso fuera cierto, ninguno de vosotros tendríais futuro. Sólo sería más de lo mismo.
Ahora bien, ¿cómo encontramos el amor? En los tres primeros sellos, la anatomía de nuestra mente y conciencia es la siguiente: tenemos un gran campo de conciencia en el cerebro cuya función es soñar, y después también tenemos una anatomía cerebral de la mente, y la conciencia, cuya función es fracasar, cuya función es dudar..., quiere recordar y nun­ca ir adelante. La parte del cerebro que hace eso es la que controla direc­tamente el cuerpo emocional.
Así pues, el amor, en nuestras etapas más extrañas, no será el amor de nuestra juventud, y en muchos casos tampoco será el amor de nues­tra madurez. Pero, en nuestros años de madurez, existe una cualidad que se congracia con la gente mayor —yo mismo soy una persona mayor—, y es que cuando las hormonas dejan de fluir hacia los tres primeros sellos, empieza a producirse una relajación en la mente. Si las hormonas ya no están excitando el primer sello, o generando enfermedad en el segundo sello, o incluso queriendo que se escuche su voz en el tercer sello..., si esas hormonas, por la edad o por los cambios cíclicos de la vida, están apagadas, ¿qué consecuencias tiene eso en tu estado? Y si la edad nos lle­va a un punto de complacencia parecido al de nuestra juventud, si la edad nos lleva a un punto de sabiduría absoluta, si la edad nos lleva a un punto en el que ya no nos sentimos celosos de otras personas —si ya no nos sentimos competitivos respecto a otras personas, si ya no nos esfor­zamos por ser mejores que los demás—, si la edad hace de nosotros abuelos y abuelas que ofrecen sus cálidos regazos, sus cómodos vientres, sus fuertes brazos y su pelo blanco como la nieve, entonces, lo que eso ha hecho es..., eso ha acabado con nuestras hormonas animales y nos ha llevado a un estado de gracia, un estado de gracia en el que después de vivir más allá de las hormonas corporales hemos llegado a un punto de clara visión. Y, sí, sólo habremos llegado a esto en la medida en que ha­yamos estado involucrados.
Por lo tanto, si sólo estamos involucrados en cierto sector de nues­tra vida, si sólo nos involucramos con la religión, si sólo nos involucra­mos con los problemas y dificultades, o con fundar una familia, o con vi­vir credos y culturas, llega un momento —llega un momento— en los años dorados en que renunciamos a ello. En lo más profundo de nuestro corazón renunciamos a ello porque vemos que la fuerza impulsora de la religión misma era tener control sobre nuestras hormonas. Vemos que, evidentemente, la enfermedad era la fuerza impulsora de nuestra necesi­dad de hacer que nuestra voz se escuchara calladamente pero en voz alta. Vemos que en el poder, y en ser rectos y fuertes, hemos sido implacables y no hemos sabido perdonar, y vemos cómo queríamos que todos creye­ran en nosotros, y que nunca nos equivocábamos. Toda la gente mayor se da cuenta de esto, y de que todo esto ha sido impulsado por las hor­monas.
De modo que llegan a esto —dependiendo de donde vengan—, a esta oportunidad, en sus últimos años, en los que ven todo como si vol­vieran a ser un niño pequeño, pero cargado de sabiduría, y sólo se sien­ten satisfechos de los idealismos que ellos mismos han sido tan responsa­bles de establecer en su propia familia. Y muy pocos de ellos dan un paso al frente y dicen: «He sido un estúpido; nunca creas eso», pero benditos sean los que lo hacen.
Y la edad trae consigo el cuidado absoluto, la sabiduría absoluta, el mirar a todos y no verles nunca como una oportunidad sexual —imagi­na eso—, mirar a todos y nunca volver a imaginarlos como una oportu­nidad sexual, mirar a la gente y pensar: «Dios mío, nunca me pondría en­fermo para ser una carga para mis hijos, pero sin duda lo hice cuando era joven para conseguir la atención de los demás, y no quiero volver a hacer eso a mis hijos».
Cada persona mayor no desea ser una carga para sus hijos. ¿Sabes por qué? Porque lo hicieron en su juventud. Ahora tienen la sabiduría de en­tenderlo. Eso es muy hermoso. Ese auto-orgullo, ese conocimiento de si es maravilloso.
Y respecto al poder, ellos están fuera de ese juego. Ellos están fuera de ese juego; ya no significa nada para ellos. Paz: despertar cada mañana es algo notable, haber dormido toda la noche sin dolor, sin despertarse y sin incomodidades, despertar cada mañana y moverse a duras penas por ahí sólo para poder ver el sol o la lluvia; eso es lo más importante. Y pien­san para sí mismos: «Maldita sea, ¿por qué no hacía esto cuando era jo­ven?». Eso es lo que piensan. «¿Por qué no hacía esto cuando era joven? ¿Por qué no lo hacía?». Y se mueven a duras penas por ahí. Son personas que pueden vivir el momento de forma absoluta. Por eso los nietos quieren a sus abuelos. Aman a sus abuelos porque sus abuelos están en el momen­to. Ellos ya no son jóvenes; ellos ya no son sexuales. No están sufriendo; no quieren sufrir. Quieren levantarse cada mañana, quieren prepararse su propia comida, y quieren dormir toda la noche de una tirada. Estas per­sonas pueden haber sufrido anteriormente, pero no quieren seguir ha­ciéndolo ahora. Ya os llegará el momento.
¿Y son mandones? No, ellos comprenden que su voz ya no es es­cuchada, de modo que o su necesidad de poder se convierte en amor, o puede convertirse en un intenso resentimiento, pero en ese caso el amor empieza en el tercer sello. Y eso que te permitió decir el «te quie­ro»...; cuando sospechas que no fuiste sincero, es porque algo que estaba permitiendo que ocurriera eso sabía que habías hecho esa elección. Por eso siempre has estado incómodo contigo mismo. Por eso vivir en tu piel y en tu cerebro ha sido difícil, porque, cuando piensas ciertas cosas, siem­pre eres consciente de que alguien está escuchando. Eres consciente de eso, y de algún modo sabes que no has hecho la mejor elección. Lo sabes instintivamente. Eso es correcto; no la has hecho.
Yo fui un anciano antes de ascender. Ramaya, que antes había teni­do un pelo negro azabache, tenía ahora un pelo completamente blanco como la nieve, un pelo plateado que arrastraba por el suelo. Mi hija ma­yor era una mujer anciana. Imagíname: anciano, anciano, con dificul­tades para respirar, a veces me costaba hablar —por mi herida ilumina­dora—, y el pelo de color blanco como la nieve, blanco como la nieve. Durante mis últimos años, mi pelo negro azabache se volvió blanco como la nieve. Tenía el mismo aspecto que mi hija; éramos una pareja de viejos cómplices. Eso es bueno. Cuando me veis con el pelo negro, me veis como guerrero. Pero cuando me veis con una luz radiante en torno a mi cabeza, es que estáis viendo mi pelo. Es muy níveo. ¿Me lo teñí? No, nunca lo hice. Era un anciano cuando finalmente entendí las cosas, de­masiado viejo para luchar en más batallas, porque el Espíritu de la acción me había abandonado. Ya no sentía pasión, y finalmente, en mi recupe­ración, empecé a entender qué era conquistarme a mí mismo.
Sé que todavía no habéis conocido eso, pero lo conoceréis, porque si no ascendéis vais a morir, y eso significa que antes de vuestra muerte vais a sufrir, y vais a estar incapacitados, y todas las pequeñas tonterías de vues­tra vida fluirán como lágrimas desde vuestros ojos. Y la búsqueda de sin­ceridad estará al rojo vivo en vuestra mente y en vuestro corazón, al rojo vivo. Sé que vuestra hora está llegando, y quiero que sepáis eso. Así es. Mientras os sentáis aquí esta noche, imaginad que, en unos pocos mo­mentos, vuestra vida acaba. ¿Y qué pasará?
Enamorarse de otra persona, de otro ser humano, tiene que ser el re­sultado directo de enamorarse primero de uno mismo, y eso significa que si eres esta conciencia, estas voces de aquí, ahora ya sabes que tu Dios ha permitido que pasara esto. ¿Y cómo podemos decir que Dios toleró o permitió que pasara esto? ¿O eras tú el que necesitaba pensar así? Dios no te lava el cerebro, ¿sabes?, independientemente de lo que digan los republicanos. Dios no lava el cerebro. No, Dios es amor, amor. El amor ha permitido que se produzca esta conciencia exploradora. Pero, por des­gracia, en cuanto pasan unos pocos episodios emocionales, se queda esculpida en piedra, y entonces todo el mundo deja de crecer, y tenemos la reencarnación, porque nuestro cuerpo se desgasta, pero las lecciones se quedan incompletas. Desgastamos nuestros cuerpos emocionalmente, no por la falta de ejercicio físico, sino por la falta de ejercicio mental. Des­gastamos el cuerpo: muere, nosotros seguimos atascados con el mismo programa, hemos de tener un nuevo cuerpo, pasamos por él rapidísimamente, muere, seguimos estando atascados. Este sólo es un pequeño cuerpo. Tú sólo eres otro cuerpo. Independientemente de lo que diga tu ego alterado, eres temporal. Y si piensas que no lo eres, tengo un puente que quiero venderte.
No, es la mente la que desgasta los cuerpos. No me importa cuánto ejercicio hagáis, ignorantes; ésa no es la respuesta. No me hagáis empe­zar. No. Miradme. Todos vosotros queréis amor, la gran fuente, el gran elixir. Es cierto: para vivir ese momento mágico seríamos capaces de dar nuestra existencia durante vidas; para revivirlo, sólo una hora. Así de grande es el éxtasis y así de quintaesencial es el orgasmo. Amarnos a no­sotros mismos es el principio del viaje.
Más bien, haz por ti lo que haces por aquellos a quienes amas
¿Te quieres lo suficiente como para hacerte a ti mismo lo que has he­cho a los amantes enemistados que te prometieron todas esas cosas, y a los que diste tu cuerpo, tu virginidad, tu cuenta bancaria, a los que les diste todo? ¿Estarías dispuesto a hacerte eso a ti mismo? ¿Cuál es tu cri­terio del amor: te gustan los hombres, te gustan las mujeres, no te gustan ni unos ni otros? ¿Cuál es? ¿Qué te distingue de los normales? Tal vez seas anormal. Tal vez —tal vez— así es como has torcido tu mente.
Mírame. ¿Esperarías tú, como padre, que el hijo de tu vientre, de tu semilla... —mírame—, harías que ellos se hicieran lo que tú has estado haciéndote a ti mismo? Es una pregunta justa porque, en tu próxima vida, ésa va a ser la gran experiencia. ¿Lo harías? Vamos. Vamos. ¿Lo ha­rías? ¿Lo harías? ¿Por qué? Vamos. ¿Esperarías que tu hijo enfermara emo­cionalmente sólo para llamar tu atención, la de tu pareja, o la de otra per­sona? ¿Lo harías? ¿Favorecerías eso? ¿Animarías a tu hijo a creer en una línea de fantasías sexuales respecto a sí mismo? ¿Le animarías a creer eso? ¿Lo harías? ¿Animarías a tu hijo a salir ahí fuera, como un depredador, para buscar amor sexual y favores sexuales? ¿Lo harías? ¿Te gustaría que hi­cieran a tu hija lo que tú has hecho a otras mujeres? ¿Te gustaría que le hicieran a tu hijo lo que otras mujeres te han hecho a ti? ¿Te gustaría? Te lo estoy preguntando. Entonces ¿por qué está bien para ti y no está bien para ellos? Porque les quieres. Las parejas pueden ir y venir, pero cuando has pasado tu semilla a la generación siguiente, ése es un amor que nin­guna pareja sexual puede romper: del hombre por sus hijos, de la mujer por sus hijos; es absoluto. ¿Por qué te harías eso a ti mismo y no se lo per­mitirías a tus hijos? Porque amas a tus hijos. Tus hijos son una extensión de tu bondad. Así es como los ves. Ellos son una extensión de tu bon­dad. Tú asumes para ti todo lo malo, pero ellos son lo bueno, de modo que vas a preservar para ellos lo bueno y protegerles de la gente como tú. Sí de la gente como tú. Les amas.
De acuerdo. Los niños no se dividen en niños y niñas; todos son ni­ños. Esa es la conciencia protectora del tesoro, eso que se protege y por lo que se lucha. Y a menos que hayas tenido hijos, nunca entenderás de qué estamos hablando aquí. Pero si eres padre, tendrás una idea del amor del que te estoy hablando. Así que, ¿cuándo vas a empezar a sentir eso por ti mismo? ¿Cuándo vas a dejar que el observador afronte tus voces y sea tan protector contigo como tú lo eres con tus hijos? ¿Cuándo será el día en que ya no tengas que ceder a tus voces sexuales, a tus voces de en­fermedad, a tus voces de poder —porque sólo están en tu cabeza— del mismo modo que eres un buen guardián de tus hijos? Así pues, éste es un mensajero, y voy a enviarlo de la manera más poderosa a mi público. Que así sea.
Quererte; quererte; ¿por qué no te quieres? Te diré por qué: porque tienes una voz en tu cabeza que decía: «acuéstate, creo que te quiero». Tienes otra voz en tu cabeza que dice: «Creo que me estás diciendo la verdad». Tienes aún otra voz en tu cabeza que dice: «Todo está bien; esto sólo es una experiencia». No hay responsabilidad; tienes esa voz en tu cabeza. Y después tienes otra voz en tu cabeza que se siente mal porque nadie cuidó de ti. ¿Y sabes quién no cuidó de ti? Tú.
Ese grito de libertad de que «todo está bien; todo está bien»... Bien, la hipocresía y las mentiras no están bien. De modo que la voz hipócrita que está funcionando en vuestras cabezas, amigos míos, os está diciendo: «Está bien; esto es un aprendizaje» —sí, claro—; ¿cuán­tas veces tienes que realizar el aprendizaje, o esta historia simplemen­te encubre una adicción? Y el mayor de todos los fracasos es que te has convencido a ti mismo, con esas voces, de que eso es lo normal. Y lo que te parte el corazón es que no hay una voz en tu cabeza que se alce por encima de las demás. Y lo que duele —duele— es que nadie en tu ca­beza ha estado nunca de tu lado, y así nuestro primer «acuéstate, creo que te quiero» acaba en que no hay nada que oigamos en nuestra ca­beza que sienta amor y compasión por nosotros. Eso me rompe el co­razón, y también debería romperte el tuyo. También debería romperte el tuyo.
Sí, tienes esta voz, que dice esto, que dice lo otro, que dice: «Esto esta mal; esto está bien». Oh, me quieres hasta que hablo de tu verdad, y entonces ya dejas de quererme. Te vas, y eso está bien; te alejas de mí. ¿Sabes qué? No tienes ninguna voz en tu cabeza que te haya amado hasta darte vida. Sólo tienes una red neuronal del primer sello, una emoción del primer sello. Tienes una red neuronal del segundo sello: cuerpo, dolor, su­frimiento, accidentes, cualquier cosa para gratificar lo que no está ocurrien­do dentro de ti. Lo estás haciendo a costa de tu propia vida. Tercer sello, cada persona —cada persona— es un potencial para mí: poder, esclavi­tud, victimismo, tiranía, religión, política, monárquicos, comunistas, so­cialistas, fascistas, ismos, ismos, ismos.
Escúchame. Nuestro mayor dolor es que no tuvimos una voz lo su­ficientemente elevada que se alzara contra todas las redes neuronales. Eso nos rompe el corazón, de modo que hemos cultivado una voz que siempre hacía callar a gritos nuestra grandeza y hablaba en nombre de nues­tra humanidad. Ahí es cuando perdimos a Dios, porque la voz de Dios es el observador, una voz muy suave. Es bondadosa. Es un susurro. Es como mariposas en tu alma y en tu mente. Es así de callada. Y lo que des­cubrimos de nuestra juventud desperdiciada y de nuestra edad adulta —para la que desgraciadamente estamos muy poco preparados—, la ra­zón por la que no nos gustamos es que no tenemos a nadie en nuestra mente que se siente y hable por nosotros —no tenemos una voz que nos diga: «Te quiero, eres precioso para mí, no hagas eso, nos irá mejor sin ello, eres una buena chica, eres un buen chico, eres un buen muchacho, tienes una buena vida, no hagas eso»—, que nos hable desde la experien­cia y la sabiduría del mismo modo que las voces jóvenes y virulentas lo echan todo a perder por mor de la gratificación.
Y, maestros, eso es lo que más duele: cada día de tu vida te haces más viejo. Y vosotros, jóvenes, ¿creéis que no estáis envejeciendo? Qué necios sois. Estáis envejeciendo. Y a medida que envejecemos, nuestra locura empieza a manifestarse, porque no oímos la voz de Dios. No tenemos una voz voluntariosa —escuchadme— que sea tan justa y bondadosa, y tan moral y tan amorosa, que pueda ayudar a este andrajoso cerebro a abrir­se camino en el laberinto de sus propios actos. Y eso es desesperanza ab­soluta.
¿Piensas que Dios está en una iglesia? ¿Piensas que Dios está en un tabernáculo? ¿Piensas que Dios está en un montón de ruinas? ¿Piensas que Dios está en la cruz? Dios está en ti. La reliquia más sagrada que ha existido nunca era un pequeño espejo —no es la cruz; es un pequeño espejo— que te permite mirarte en él, que te recuerda que la voz viene de dentro de tu rostro, y que te está hablando. Eso es amor.
Y lo decepcionante, y la razón por la que estás aquí, es que esa voz no ha sido muy fuerte en tu vida. Y esa voz que es los abuelos, que es el abuelo, que es la abuela —la voz de la sabiduría en tu cabeza que te per­mite ser alocado, pero te dice: «Ahora presta atención; no salgas ahí fue­ra esta noche, ésa no es una buena idea, quédate en casa» o «Ve allí, no te quedes en casa, ve allí, ve donde sea, sal a tomar unas copas, ya te diré si te estás metiendo en problemas; muchas gracias, muchas gracias, mu­chas gracias»—, ésa es la voz de Dios.
Lo triste es que muchos de vosotros sois tan dubitativos y tan estric­tos y tan intelectuales que ni siquiera la oís, y, sin embargo, es tan peque­ña que ha permitido que tu voz se haga así de grande, ha permitido que tus actitudes se hagan así de grandes. El amor de Dios es el mayor amor que hay, y la paternidad que produce hijos es un reflejo del Dios que nos creó. Se le llama amor reflejado.
Entonces, ¿qué es el amor en el cuarto sello? El amor en el cuarto sello..., ¿cómo puedo explicarte eso sin que cada adjetivo tenga su anti­preposición? ¿Cómo puedo explicarte eso? ¿Cómo puedo explicarte el quinto plano? ¿Cómo puedo explicarte el sexto plano? Y lo que es más importante: si no has oído la voz, ¿cómo puedo explicarte el séptimo plano?
¿Y qué ocurre cuando nos enamoramos verdaderamente? ¿Cómo deberíamos aproximarnos a ello? Y ¿deberíamos hacerlo? Sí, deberíamos, porque el primer paso del camino es limpiarte, amarte tanto como amarías a un niño de tu familia, y hacerte a ti mismo lo que le harías a un niño, hacértelo a ti. Deshazte de la gente, los lugares, las cosas, los tiem­pos y los sucesos, y la basura; líbrate de ellos, líbrate de ello, de todo. Si tus padres dicen que dejes de ver más a esos niños, y ellos son sabios, ¿qué vas a hacer cuando la voz en tu cabeza te diga que no vayas mas allá? ¿Vas a decir que es arcaica; que está pasada de moda, que no es genial? Cuando aprendamos a escuchar la voz, entenderemos que el amor divino se parece al amor de los padres por sus hijos, que escuchamos la voz y no vamos allá. No me importa lo poco convencional, lo ignorante, lo bufonesco que esto suene: no vamos allá. Así es como damos poder a la voz única.
LA MAGIA DE ENCONTRAR NUESTRO REFLEJO PERFECTO
¿Cómo nos enamoramos? Enamorarse es empezar por trabajarnos a nosotros mismos, por pulirnos más. No podemos enamorarnos si es­tamos pidiendo tener una enfermedad, si estamos implorando morirnos, si estamos implorando una enfermedad, si estamos implorando pobreza, si es­tamos implorando victimismo. No nos enamoramos; sólo nos aliviamos, pero eso no es amor. Tenemos que trabajar con nosotros mismos y tenemos que amar lo que somos, como nos amaríamos a nosotros mismos si fuéramos niños. No podemos mirar nuestro rostro en el espejo y decir que es demasiado gordo, o demasiado viejo, o demasiado feo, mi nariz es demasiado grande o mis ojos están demasiado separados, o mis ojos son negros y el color bonito es el azul, o el azul es feo, y el negro, bonito. No podemos deshacernos en pedazos de este modo. Tenemos que querernos como querríamos al hijo que mamara de nuestro pecho o que protegiéra­mos en nuestros grandes brazos.
Tenemos que aprender que la propaganda del mundo dice que la gente más hermosa ya ha sido hallada —ya han sido hallados— y sim­plemente representan un ideal comercial. En cuanto se les pone una arruga en la cara, salen de ahí y dejan de ser guapos. Esa no es tu histo­ria. No te desharías de tu hijo porque no fuera socialmente guapo; de­posito mi confianza en ti y no harías eso, y tu hijo es tuyo. El amor es su propia belleza. Las partes de su cuerpo no son las que hacen bella a una persona. El Alma y el Espíritu generan belleza. Tener un hijo que viene de tu vientre, de tu semen, de tus óvulos, un Espíritu vivo encar­nado, que respira, que ha salido de ti, es un milagro. ¿Quién dejaría de amar a ese niño porque no es fotogénico, o porque tuviera los muslos grandes, o la cara alargada, o porque no tuviera pelo o tuviera demasia­do? Si haces eso, eres una vergüenza. Estás maldito y tú serás todas esas cosas en tu próxima vida. Esto es un hecho. ¿Sabes por qué? Porque de lo que nos quejamos y lo que mantenemos en secreto en esta vida cons­truye el templo y el modelo de tu próxima encarnación. Te lo prometo; así es como funciona.
¿Qué hacemos cuando nos enamoramos? Cuando hemos trabajado en nosotros mismos, cuando hemos erradicado nuestros secretos, hemos encontrado la fuente de nuestra ira, hemos erradicado nuestro sentimiento de culpa, hemos dicho la verdad... Porque no puedes amar a alguien cuando estás batallando con tu culpabilidad. Hacer que ellos sean tu re­dentor es una tontería. Tienes que serlo tú mismo. Tienes que limpiar el recipiente. Eso significa dedicarte toda la atención a ti mismo, que sepa­ras tu vida en pedazos y que la vuelves a ensamblar. Cambia tu manera de vivir, por favor. Por favor. Amor no es lo que entra en tu boca. No tie­ne que ver con la cantidad de comida que puedas tomar. No tiene que ver con cuánto sexo practiques. No tiene que ver con lo idóneo que sea tu aspecto físico. No tiene que ver con cuánto dinero poseas. Todo eso es un desperdicio. Todo eso se queda en nada.
Ahora te voy a contar que el mayor acto amoroso que ha existido es que Dios ha tenido la paciencia de permitirte estar vivo, y te amó hasta darte vida, una vida que has desperdiciado a través de la pizza y de la cerveza, la has desperdiciado a través de todas tus adicciones. Sin embargo, tu corazón sigue latiendo; es sorprendente, sorprendente. Es sorprenden­te que tu corazón siga latiendo.
Y cuando nos hemos curado a nosotros mismos, sabemos que la única razón por la que estamos enfermos es nuestra actitud, que apesta, y po­demos cambiarla. Empezamos a estar activos en nuestra vida. Empeza­mos a perdonarnos diciendo la verdad; podemos perdonar. Lo hacemos. No guardamos secretos. No tenemos nada oculto. Y, oh, sí, el coste de decir la verdad es una buena relación, es dinero en el banco, un coche nuevo, una furgoneta nueva, un jardín. Decir la verdad tiene consecuen­cias, pero no son nada en comparación con lo que... En el mundo cuánti­co, eso que ocultamos y reprimimos es aquello en lo que estamos abocados a convertirnos, y la próxima encarnación estará construida exactamente sobre eso.
¿Sabías que durante todos los años que has vivido en este cuerpo has tenido grandes vidas, y has tenido vidas asquerosas, asquerosas, de san­guijuela, vidas de sanguijuela? Entonces, ¿por qué ocurre que si eras tan grande en una vida, la siguiente era tan horrible? Porque ser grande en una vida era a costa de reprimir muchas cosas, como hacen los políticos astutos. Y en la próxima vida eres eso que reprimiste, y no tiene muy buen aspecto. ¿Entiendes?
Mírame. La mente no muere. La mente no muere. La carne y el hue­so pasarán, pero el reino del cielo nunca pasará. La mente nunca pasa. La reencarnación sólo es la necesidad de seguir tomando vidas, que podemos quemar esperando que llegue la sabiduría. Sí, no habíais oído eso. Pues bien, es aproximadamente así. Y, probablemente, ni siquiera os daréis cuenta de ello hasta varios años después de que me haya ido, y entonces diréis: «Dios mío, ¿cómo no me di cuenta de esto entonces?». Bien, porque no quieres darte cuenta de que eres una maquinaria continua de representa­ciones teatrales y cambias más de vestuario que en una obra de Shakes­peare. Quemas cuerpos, pero la mente sigue adelante. Y lo único que es­tamos buscando es ese matrimonio perfecto.
Así que, cuando se trata de amar, el mejor ejemplo es que somos el producto de un gran Padre, no de nuestra pareja, no de nuestro compa­ñero. Eres el producto de un gran Padre que te ha permitido estar aquí siendo obstinado, limitado, ignorante, bufonesco, y que te subas a un es­trado para pregonar tu inmortalidad física, y durante todo ese tiempo la sabiduría de las edades escucha ese discurso porque ya lo ha oído antes. No va a ocurrir.
Entonces, ¿qué ocurre cuando nos enamoramos? Bien, es muy dife­rente del magnetismo sexual, y es muy diferente de sentir pena por al­guien, y es muy diferente de sentirse atraído por una persona carismática. Enamorarse no es esto en absoluto. Cuando te enamoras realmente —y esto sólo es un dicho—, lo que realmente sucede es que el amor empieza en el cuarto sello. No está aquí abajo2. Esto es puramente animal. Te diré por qué.
Cuando encontramos a una persona cuya mente refleja la nuestra...—refleja: sus pensamientos son nuestros pensamientos, nuestros pensa­mientos son los suyos, no porque quieran serlo, sino porque lo son de manera natural—, cuando encuentras a una persona que tiene un pensa­miento tan elevado sobre ti como tú mismo y viceversa, el poder magné­tico del encuentro mente a mente trasciende billones de veces la atracción sexual. Nadie aquí ha encontrado el estado mente a mente, pero muchos están cerca. Cuando encontramos nuestro mayor misterio, nuestra ma­yor esperanza —que eres tú mismo— finalmente reflejado en el otro, nos sentimos confusos; ¿es el otro o soy yo? Es lo mismo. Entonces es cuan­do amamos. Déjame que te diga algo: si podemos encontrar a alguien que nos mire tan fijamente como nosotros nos miramos al espejo, conoceremos el amor.
2 Los primeros tres sellos: sexualidad, sufrimiento y manipulación.

Ahora bien, ¿es cierto que los opuestos se atraen? Absolutamente. Eso es necesario con el fin de emparejarse. Las personas se atraen porque son diferentes en el primer sello. Las personas se atraen en el segundo sello porque hay una necesidad y una demanda. En el tercer sello la gente se atrae porque alguien controla tu vida para que tú no tengas que hacerlo. Pero, en la mente, nos sentimos atraídos porque hemos encontrado el es­pejo perfecto de la nuestra. Nos sentimos excitados con profundo respe­to, admiración —escuchadme—, respeto, admiración, todo divinidad. Así es como sostenemos la gran mente. Ni siquiera queremos empañar esto con la interacción sexual; tenemos que descender allí abajo, al só­tano, para hacerlo. Lo que nos excita es algo de esta persona que nos permite... Es como si alguien limpiara el espejo y finalmente pudiéra­mos vernos, y a ellos les pasa lo mismo. Ahí es donde está el verdadero amor.
Cuando te enamores, eso no estará producido por una atracción sexual. No tendrá nada que ver con el sexo, por más que argumentes a su favor; no tendrá nada que ver con él. Tendrá que ver con la mente absoluta, con el poder absoluto y con el reflejo absoluto. Y si no tienes eso en tu vida, pobre de ti: sólo tienes las partes de tu cuerpo. Cuando tienes eso, y te aproximas a ello sólo para estar con ello, para hablar con ello, para mi­rarlo, para admirarlo, así es como te sientes con tu propio yo sagrado. Nunca denigrarías a tu propio yo sagrado, porque la autodenigración es la causa de que no oigas la voz. Te rompe el corazón que nada en tu cabeza te diga que te pongas en pie y luches. Nada en tu cabeza te dice que tú eres mejor que eso. No hay ninguna voz en tu cabeza que te diga que me­reces la pena. No hay nada en tu cabeza que te diga que eres más grande que ese acto. No hay ninguna voz en tu cabeza que diga «no». Cuando nos enamoramos, llegamos a experimentar una anatomía del amor que es el despertar de esa pequeña voz en otra persona. Y no empieza entre nues­tras piernas; empieza aquí arriba. Y, empezando desde aquí arriba, cada se­llo es explorado, no este largo trecho desde aquí hacia arriba.
Todo el mundo piensa que tienes que ir a la cama y demostrar que eres un gran amante para que te acepten. Yo te digo que encuentro eso tan primitivo como los animales que no han entendido el noble arte del
apareamiento. Es mucho más importante llegar a conocer a la persona, conocer su mente, comunicar con ella, y una vez que conocemos esa mente, eso nos dirá si vamos más lejos. Hacer cualquier otra cosa es simplemente desperdiciar tu semen, es simplemente dar nuestro cuerpo a otra persona para que lo rapte. Y yo creo que el amor no va por ahí.
Entonces, ¿tendrás eso? Es mi deseo más ferviente que tengas eso. Es mi deseo más ferviente que encuentres una mujer en tu vida cuya mente sea como una celosía, cuya maravilla sea más hermosa en los lejanos re­cesos y en las lejanas esquinas y valles del pensamiento y del concepto, mezclados con sueños y voluntad; o un hombre —un hombre, cualquie­ra que sea su aspecto—, encontrar a ese hombre que sea hermoso, y que sea noble y, con esa apariencia tan regia, que no caiga en su mínimo de­nominador y actúe como los leones en celo, como las hienas en celo, como una jauría de perros haciéndolo en el basurero. Este es un hombre que, a diferencia de cualquier otro, podría fácilmente ser esas cosas, pero no las es, y las comprende no por la fuerza del control, sino simplemen­te porque no son importantes, pero, aun así, ese hombre tiene sueños, su Espíritu habla a través de su boca, su pasión vibra en el latido de su co­razón, su concepto de la humanidad, su lugar con la humanidad, su com­prensión, su amor a Dios, su nobleza... Raro es el hombre que ama la ver­dad más que el engaño. Raro es el hombre cuyo amor es mayor que sus genitales. Cuando encontramos a un hombre así de noble, un hombre noble —y ha estado presente a lo largo de toda la historia—, eso no sig­nifica que sea homosexual. El simple hecho de que no practiquen el acto sexual no significa que sean homosexuales, sino tan sólo hombres nobles. Y para conocer su mente..., ¿cómo te diría?, tienes que elevar tu vibración hasta allí arriba para entrar en esa mente. Ese es un hombre que no es una víctima, sino un guerrero, pero al mismo tiempo un pacificador. Es un hombre que ara su propio campo, que produce su propio alimento, que crea su propio reino, y es responsable de la alegría en ese reino y de pro­teger ese reino. Ese es un gran hombre. Y en eso hay una característica común a todos ellos: son muy difíciles de encontrar. Cuando encuentres a ese hombre y lo reconozcas, quizá tú seas la dama que ha estado espe­rando tanto tiempo para encontrar un hombre así, y quizá seas la dama que el hombre ha anhelado encontrar; una situación verdaderamente po­larizada que es unidad en la mente.
Tienes mucho trabajo que hacer. Tienes que dejar de estar enfermo. Tienes que dejar de fantasear con que alguien va a tener que pagar por­que tú te sientes mal. Ese precio es demasiado caro. Acaba con eso. Deja de criar como los perros y empieza a preguntarte a ti mismo: «¿Es la re­volución sexual algo bueno para mí? En un entorno de sida, en un en­torno de gonorrea, en un entorno de herpes, ¿es bueno para mí mostrar­me tan libre y abierto como todos quieren que sea? Quizá se me esté diciendo esto por alguna razón. Tal vez, si soy lo suficientemente tonto seré una de las bajas, de los caídos, y no podré vivir los días que darán paso a nuevos años de prosperidad». Quizá sea eso lo que está pasando. Podría ser.
Déjalo. Podrías decir: «Bien, no puedo evitarlo. Es algo que me su­pera». Oh, no me digas eso. Puedes remediar cualquier cosa que ocurra en tu cuerpo. En el momento en que te conviertes en el observador, lo detienes todo. No me digas eso. No. Amate. No te acuestes con gente su­cia. No digas «te quiero» y rompas la confianza de otra persona. Nunca hagas eso. Nunca. Y no te acuestes con una persona si estás pensando en otra. No hagas eso. Eso no es tener control sobre tu realidad. Eso es hacer concesiones. Eso es una injusticia hacia ti mismo. Y no hagas co­sas para ser famoso. La gente famosa nunca es real. No son reales. Ellos son —ellos son— como espejismos. Tienen cierto aspecto hasta que te acercas más y el espejismo desaparece, pero cuando te alejas vuelve a reto­mar su lugar. No quieras ser otra cosa que lo que eres.
Escúchame. Llega a un acuerdo con tu antigua religión. Llega a un acuerdo con tu credo. Llega a un acuerdo con tus líneas de sangre. Llega a un acuerdo con tus orígenes étnicos. Llega a un acuerdo con tu sexua­lidad. Y ahora, durante una quincena, las voces van a enfurecerse en tu cabeza; y ¿qué vas a hacer? ¿Ponerte maniacodepresivo y encargar diez pizzas más y dos o tres barras de helado? ¿Por qué no metes a la vaca en tu casa y vives con ella en casa? Ahorrarías mucha energía haciéndolo asi. No hagas eso. Van a enfurecerse. ¿Sabes por qué? Escúchame. Puedo decirte que lo que me partía el corazón es que yo odiaba sin conciencia —me rompió el corazón—, odiaba sin conciencia: un guerrero absoluto de catorce años que no tenía miedo a nada, sin conciencia. Odiaba sin conciencia. ¿Sabes qué me pasaba? No tenía voz en mi cabeza. No había nada que me pusiera las riendas. No tenía a nadie en quien confiar, excepto a un viejo profesor. Otro ser humano me dio la conciencia. La ma­yor decepción fue que todavía no tuviera eso en mi cabeza. Al final nos damos cuenta de que los mayores dolores de corazón no provienen de lo que otras personas nos hicieron, sino de lo que nosotros no hicimos por nosotros mismos. Puedo decirte esto por mi propia experiencia.
No entendí lo que me dijo la dama que me dio aquella espada y me animó a que me conquistara a mí mismo. ¿Conquistarme a mí mismo? Dile a un chaval de catorce años que se conquiste a sí mismo, especialmente con mi furia y la presencia de mi ser: son todos los demás los que van a ser conquistados —no yo, sino ellos—; yo estaba contra ellos.
Mi mayor dolor, en mi iluminación, fue darme cuenta de que estaba muerto, y que no había una voz que hablara a mi compasión, que hablara a mi amor, que hablara a mi nobleza, y que yo obtuve esos rasgos a través de sangrientos asesinatos sin remordimiento —el peligro que acecha ac­tualmente a vuestros hijos—, sin remordimiento. El mayor dolor de mi vida fue que no tenía a Bel Shanai, la que me dio la espada, hablándome en mi cabeza. Y también será tu mayor lamento. Siempre se ha dicho que la conciencia es un ángel de Dios. Yo no tenía ángel; dediqué el resto de mi vida a tratar de encontrarlo, y lo conseguí.
Cuando descubrimos nuestro mayor tesoro... —estar enamorados de otra persona, estar enamorados de nosotros mismos—, cuando nos enamo­ramos de esa persona, es porque estamos enamorados de nosotros mismos. No esperamos nada del otro que no esperaríamos de nosotros mismos. No les pedimos nada que no nos pediríamos a nosotros mismos. Esperamos del otro lo que esperamos de nosotros mismos. ¿Cómo sé esto? ¿Cómo puedes enamorarte con esas voces que suenan como una orquesta en tu cabeza? ¿Quién va a amar y durante cuánto tiempo? Una sola voz: eso es la maestría. Eso es la Gran Obra: una voz, una voz. En una voz encon­traremos el amor, encontraremos el elemento genuino. Una voz. Si deci­rnos que estamos enamorados pero tenemos todas esas voces en nuestra cabeza, entonces sólo estamos enamorados de alguien que tiene el mismo número de voces en su cabeza. El verdadero amor se resume en uno. La Maestría del camino es dominar todas las voces hasta conseguir sólo una, y eso es lo que yo estuve persiguiendo durante toda mi vida.
PALABRAS FINALES                                         ¿PODRÍA SER ÉSTA UNA ENSEÑANZA VERDADERAMENTE ESPIRITUAL?
RAMTHA ES IRREVERENTE. Soy irreverente a todo lo que piensas que es espiritual, porque todo es espiritual. No hay nada, ni siquiera una forma mental, que no se origine en la superconciencia. Todo lo es. Entonces, ¿cómo podrías dejar toda tu vida y hacerte monja? Y yo era un tipo muy estricto en mi vida. De acuerdo, entiendo ese tipo de dis­ciplina.
Sé que pensáis que es terrible porque ningún profesor espiritual en­señaría de este modo, pero, en realidad, tengo que deciros que sólo los profesores espirituales enseñarían de este modo, sólo ellos. Es decir, no dirigirse a la condición humana es ser inaccesible y un poco artificial. En realidad, hay mucha artificialidad por ahí. Es lo que se llama..., ¿sabes?, es lo que se llama power lunch. Pero observar a la gente sentada allí con sus hábitos espirituales, y ungidos en sus óleos, con sus ojos mirando ha­cia lo alto, y sus manos llenas de paz, ¿sabes?...; y yo sé lo que se les está pasando por la cabeza. Es decir, están allí sentados haciendo la pose del viaje espiritual ideal. Conozco el tipo de animal que vive dentro de la gente. No quieren mostrárselo a nadie porque así serán como todos los demás, y la finalidad de esta experiencia orgásmica artificial es ser dife­rente de los demás. De modo que en la vida espiritual tenemos que estar un poco por encima, y tenemos que ser un poco misteriosos, y un poco remotos, y por eso tenemos que cambiarnos de ropa, de manera de ha­blar, nuestro kohl, de ropa interior, de peinado, tenemos que llevar pues­tas ciertas cosas sagradas, y nunca ensuciar nuestros pantalones —eso es es­tar un poco por encima—, y sentarnos allí, sobre nuestro castaño, y hablar sobre Dios, y esto y lo otro, y lo de más allá. Cuando se nos van quitando capas, tenemos miedo a ser personas comunes. Pero a menos que puedas ser una persona normal, nunca conocerás a Dios.
De modo que yo tengo —tengo y siempre tendré— un lugar único en la historia del mundo. Yo seré uno de los primeros profesores espiri­tuales que no violó y practicó... —¿cómo diría esto?— resurrecciones bucales del primer sello a sus devotos y devotas para hincharlas con su propia importancia. Yo seré uno de los primeros grandes gurús que no es­peraba que me dieras todas tus posesiones. Yo seré uno de los primeros grandes profesores que puede amarte tanto cuando comienzo como cuando termino, que puede preferir el rock and rollo, la Roca de las Eda­des. Y nunca vais a conocer otro profesor como yo, nunca, porque, como se dice, cuando me hicieron rompieron el molde, o yo mismo me lo lle­vé y lo escondí en un lugar secreto.
Toda vida es espiritual. Eso es lo que no comprendéis. La gente espi­ritual se pone en posición de ser extraordinaria. No fuman, no mascan chicle, y no van con gente que lo haga. ¡Por favor! Comen sal, comen semillas, comen pensamientos, y comen mentes, y también hacen otras co­sas. Bueno, pues no es para eso para lo que estamos aquí.
Quiero cerrar la brecha entre Dios y la vida. Y ciertas cosas que no puedes hacer, no deberías hacerlas; deberías estar haciendo cosas más grandiosas. Hay personas en este mundo —incluyéndote a ti— que tie­nen esa especie de vida normal y aburrida; y ¿sabes por qué es tan abu­rrida? Porque todas las personas con las que hablas comprenden por lo que estás pasando. Tu vida es así de común y aburrida. Ahora bien, eso es muy aburrido. Y después de lo que has oído en estas audiencias, en este escenario y en este lugar, ahora sabes que eres una persona de lo más común. Aquí hemos expuesto muchas cosas, y con ellas esto se deshincha; digamos que hay cosas que se deshinchan después de esto. Pero lo cierto de esta cuestión es: ¿es eso lo que no es espiritual? Mu­chas personas viven esas vidas comunes y de vez en cuando se fabrican secretos para ser especiales, y hacen cosas vulgares para poder exclamar: «¡Ooh!, por favor, quiero verte... ¡Qué demonios! Quiero verte hacer Toyotas en el campo1; no quiero verte tirarte pedos. No quiero verte practicar el adulterio por millonésima vez en tu vida. Quiero ver manífestarse un Toyota en ese campo. Eso sería genial, verdaderamente orgásmico».
No comprendes que esa enorme brecha entre Dios y tu vida se ha convertido en un abismo. Pero lo cierto es: ¿por qué vives esa vida tonta? Algo te adora; esto te adora. Esta pequeña voz te adora, te quiere, y depende de ti para volar más allá de la Luna por la noche y hacer grandes cosas, tener aventuras. Y todo este escenario, todo este tablado, todo este montaje de la Tierra ha sido establecido para representar tu drama. Entonces, ¿qué es lo que no es espiritual? ¿Qué es lo que no es conciencia y energía? ¿Qué? Todo está aquí. La botella de cerveza rota tirada en medio del desierto es conciencia y energía.
1  Es decir, hacer surgir un coche del aire mediante el poder de la mente.

¿Qué es, pues, la vida espiritual? ¿La vida en la que trabajas, en la que bebes un poco el miércoles por la noche, juegas a las cartas el viernes por la noche, sales, vas al cine, vas a bailar el sábado por la noche y te lo pa­sas genial, y el domingo te arrepientes de todo? ¿Es así como debe ser? No, no creo que sea así.
No has hecho nada malo. Y cosas tan malas como las que hemos oído esta noche aquí son en realidad comunes. Gracias a Dios que estoy diciendo esto, porque hay muchas personas que han dicho la verdad aquí esta noche, y mucha gente no hubiera tenido el coraje de ponerse de pie y decir lo suyo, pero se sienten mucho más cómodos porque alguien lo ha hecho. Eso es una buena cosa. Eso no significa que seas malo. Lo difí­cil es tomar este don, este gran don, y convertirlo en un programa previ­sible. Entonces te dices: «Esta es mi vida: vendré a la escuela una vez al año, voy a ir a la iglesia cada domingo, voy a apadrinar a los niños del tercer mundo, voy a subvencionar la construcción de una nueva iglesia», porque te sientes bien dando espiritualmente. Te sientes bien. «Voy a ha­cer esto porque hace que me sienta bien. Teniendo en cuenta todas las demás cosas que he hecho en la vida, ahora me siento bien alimentando mi alma, y alimentando mi mente, porque no tengo demasiado de eso en mi vida, si es que entiendes a qué me refiero».
Antes de irme de aquí quiero que todos los que estáis ahí sepáis que no hay ni una sola cosa en vuestra vida que no sea espiritual, ni una sola cosa. Lo que falta es una atención especial al individuo al que se le está dando este privilegio de vivir, y a cómo vive, y comprender que si esta­rnos hablando del amante definitivo, el amante definitivo está haciendo latir tu corazón esta noche. He conseguido vivir el siglo XXI, y vaya viaje ha sido. Mi mayor enseñanza para vosotros, y aquello con lo que he em­pezado el brindis esta noche, es cuánto os quiero.
Cuando estamos moviendo energía, así como cuando subimos por una escalera, el primer escalón es el más cercano a nuestra estabilidad. No arriesgamos mucho cuando damos el primer paso, porque hemos empe­zado allí mismo. Pero a medida que avanzamos hacia arriba, nos vamos alejando del suelo y la cosa va siendo un poco más arriesgada, territorio peligroso. Pero lo maravilloso de correr ese riesgo es que nos aleja del suelo, y nos permite empezar a tener una visión diferente de las cosas.
Nunca podría..., nunca podría haberos dicho, en toda mi vida, que os quería. Nunca se lo dije a nadie, porque no lo sentía. No amé a nadie. Amé al Dios desconocido porque era mi desafío último, pero no..., y después mi corazón se suavizó con mis hijos; entonces empecé a sentirme un poco más paternal. Y a medida que pasaron los años, y tuve grandes pér­didas y grandes victorias, y pasé apuros, y el suelo se hundía bajo mis ta­lones. .., donde antes hubo un valle ahora hay un río, y ahora el río se ha convertido en océano... Tiempos poderosos. Amigo mío, yo viví todo eso. Sé qué es. Quiero decir que la sabiduría de un hombre sabio vale eso que, por contraste, supone muchas vidas de un hombre ignorante que no ha experimentado nada; realmente lo vale. Yo he experimentado esas co­sas. Vine de tiempos violentos. Y, de algún modo, hace mucho tiempo vosotros también.
Cuando os digo que os quiero... —y, como podéis ver, todavía no he acabado de dar el mensaje porque estoy tratando de mover mi mente por el cerebro para encontrar las palabras—, cuando os digo que os quiero, eso sig­nifica que he salido de mi tercer sello, el del guerrero más poderoso, y len­tamente me he abierto camino en medio del sufrimiento, de mucho sufri­miento y de mucha reflexión. Pero tenía una cosa: voluntad; una espada: una pregunta —me preguntaba; tenía que preguntarme—, y era al llegar a este lugar cuando me ponía a pensar: ¿cómo era posible que amara singular­mente a Ramtha y no amara a todas las demás personas? Para mi sorpresa, a eso es a lo que llegué, y a ti también te pasará algún día. Sois individuos aislados, sufrientes, y pensáis que no os comprende nadie, pero a medida que se expresa la verdad cada vez más, vais viendo lo normales que sois. Y una vez que se vea esa terrenalidad, quizá entonces alcancéis las estrellas.
Yo te envío a los mensajeros del Señor Dios de mi ser sobre la verda­dera naturaleza del amor. Se dice que Cristo dijo que no hay mayor amor que el de aquel que da su vida por su hermano. Eso es cierto. El mayor amor —el mayor amor— es renunciar a tu vida para que otro pueda vi­vir, porque, en definitiva, volverás a vivir. ¿Por qué llamamos a eso amor? No hay mayor amor que el de aquel que da su vida para que otro pueda vivir; eso es muy hermoso, porque nos muestra la altura de la vertiginosa, maravillosa y liberadora conciencia que es el amor, que siempre vivirá. Las vidas son temporales, pero el amor es eterno.
Y así, todo este viaje de Ramtha ha estado relacionado con hacer exactamente eso, y eso, queridos míos, es verdadero amor. De modo que os envío los mensajeros y os envío el regalo, y quizá dar tu vida sea tan simple como cambiar las actitudes que dirigen tu vida, y si puedes hacer eso, entonces has encontrado el autoamor.
Todos queréis amor, la gran fuente, el gran elixir. Amarnos a noso­tros mismos es el principio de la búsqueda. La actitud lo es todo, y tú puedes hacerlo. Que así sea.
Siempre vuestro,
Ramtha
EPÍLOGO                                             INTRODUCCIÓN A RAMTHA, POR J. Z. KNIGHT   
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NO ES NECESARIO QUE os levantéis. Mi nombre es J. Z. Knight y soy el verdadero dueño de este cuerpo. Bienvenidos a la Escuela de Ilu­minación de Ramtha. Sentaos. Gracias.
De modo que vamos a comenzar diciendo que Ramtha y yo somos dos personas diferentes, dos seres diferentes. Tenemos un elemento de la rea­lidad en común, que, por lo general, es mi cuerpo. Yo soy bastante dife­rente a él. Aunque de alguna manera nos podamos parecer, realmente no nos parecemos.
¿Qué os voy a decir? Veamos. Durante toda mi vida, desde que era pequeña, he oído voces en mi cabeza y he visto cosas maravillosas que para mí, en mi vida, eran normales. Y fui lo suficientemente afortunada de tener una familia o una madre que era un ser humano con muchas ha­bilidades psíquicas, y que en cierto modo nunca condenó lo que yo esta­ba viendo. Y tuve experiencias maravillosas durante toda mi vida, pero la experiencia más importante fue que yo tenía este amor tan profundo ha­cia Dios, y había una parte de mí que entendía qué era aquello. Más ade­lante en mi vida fui a la iglesia e intenté entender a Dios desde el punto de vista de la doctrina religiosa, y tuve muchas dificultades con ello, por­que estaba en conflicto entre lo que sentía y sabía.
Ramtha siempre ha sido una parte de mi vida desde que nací, pero yo no sabía quién era o qué era; sólo sabía que había una fuerza maravi­llosa que caminaba conmigo, y cuando tenía problemas —en mi vida tuve mucho dolor mientras crecía— siempre tenía experiencias extraor­dinarias con este ser que me hablaba. Y podía oírle tan claramente como os podría oír a vosotros si tuviéramos una conversación. El me ayudó a entender muchas cosas en mi vida de un modo que iba más allá del ám­bito normal de lo que sería un consejo de alguien.
No fue hasta 1977 cuando él apareció ante mí en la cocina, un do­mingo por la tarde, mientras estaba haciendo pirámides con mi marido en aquel entonces; estábamos deshidratando comida, pues éramos muy aficionados a hacer excursiones y acampar y todo lo relacionado con ello. Entonces yo me puse una de aquellas cosas tan ridiculas en la cabeza, y del otro extremo de mi cocina surgió esta maravillosa aparición que medía siete pies de altura; era brillante y maravilloso, y un poco austero. Tú no esperas sencillamente que a las dos y media de la tarde se te apa­rezca algo así en la cocina. Nadie puede estar nunca preparado para esto. Y de este modo Ramtha, en aquella ocasión, realmente hizo su aparición evidente para mí.
Lo primero que le dije —y yo no sé de dónde salió— fue: «Eres tan hermoso. ¿Quién eres tú?».
Y su sonrisa es como un sol. El es extraordinariamente bien pareci­do. Y me dijo: «Mi nombre es Ramtha el Iluminado, y he venido a ayu­darte a salir del bache». Siendo una persona tan simple como soy, mi reacción inmediata fue mirar al suelo porque pensé que quizá le había pa­sado algo, o iba a caer una bomba; realmente no sabía.
Y fue a partir de ese día que él se convirtió en algo constante en mi vida. Y durante aquel año de 1977 sucedieron muchas cosas interesantes, y eso es decir poco. Mis dos hijos pequeños llegaron a conocer a Ramtha en aquellos días y a experimentar algunos fenómenos increíbles, del mis­mo modo que mi marido.
Más adelante en ese mismo año, después de haberme enseñado y ha­ber tenido algunas dificultades en decirme lo que era, y de yo entenderlo, un día me dijo: «Te voy a enviar a un mensajero que te traerá una colección de libros; léelos y entonces sabrás quién soy. Esos libros se titulaban Vida y enseñanza de los maestros del lejano oriente {Life and Teaching of the Masters of the Far East, De Vorss & Co. Publishers, 1964). Y los leí y comencé a entender que Ramtha era uno de esos seres, en muchos aspectos. Y aque­llo me sacó de alguna manera de la tendencia a categorizar: «eres Dios o eres el diablo», que me había invadido en aquella época.
Y  cuando finalmente llegué a entenderle, él pasó largos momentos paseando por mi sala; los siete pies que medía este hermoso ser, poniéndose cómodos en mi sofá, sentándose, hablándome y enseñándome. Y algo de lo que no me di cuenta en aquel entonces fue que él ya sabía todas las cosas que le iba a preguntar y cómo contestarlas. Pero yo nunca supe que él sabía eso.
De este modo, desde 1977 él ha tratado conmigo pacientemente, al permitirme preguntarle no sobre su autenticidad, sino sobre cosas referen­tes a mí como si fuera Dios, enseñándome, llamándome la atención cuando quedaba atrapada en el dogma o en la limitación, llamándome la atención justo a tiempo, enseñándome y ayudándome a superarlo. Y yo siempre de­cía: «¿Sabes una cosa?, eres tan paciente, creo que es maravilloso que seas tan paciente». Y él simplemente se reía y decía que tenía 35.000 años, que qué más puedes hacer en todo ese tiempo. Así que no me di cuenta de que él sabía lo que le iba a preguntar hasta hace aproximadamente unos diez años; por eso era tan paciente. Pero como distinguido maestro que es, me dio la oportunidad de tratar estas cosas en mí misma y después me concedió la gracia de hablarme de una manera que no era presuntuosa y que, como haría un verdadero maestro, me permitiría llegar a las comprensiones por mí misma.
Canalizar a Ramtha desde finales de 1979 ha sido toda una experien­cia, porque cómo te vistes para él... Ramtha mide siete pies y lleva dos tú­nicas, que siempre le he visto lucir. Aunque sean las mismas túnicas, son realmente hermosas, y nunca te cansas de verlas. La túnica de abajo es blanca como la nieve y le llega hasta donde creo que están sus pies. Des­pués tiene otra túnica que lleva por encima, que es de un color púrpura hermosísimo. Debéis entender que yo he visto muy de cerca la tela de es­tas túnicas y no es realmente tela. Es algo así como luz. Y aunque la luz les de una transparencia, se entiende que lo que lleva puesto es algo real.
El rostro de Ramtha es de color canela, y ésa es la mejor forma en que puedo describirlo. No es realmente ni marrón ni blanco, y tampoco es rojo; es como una mezcla de todos ellos. Y tiene unos ojos negros muy profundos que cuando te miran sabes que realmente te están viendo. Tie­ne unas pestañas que son como las alas de un pájaro y que le llegan has­ta las cejas. Su mandíbula es cuadrangular, y su boca, simplemente hermosa; cuando te sonríe sabes que estás en el cielo. Tiene unas manos muy largas, y dedos largos que usa elocuentemente para ayudar a expresar sus pensamientos.
Bueno, podéis imaginaros entonces cómo me sentía después de ha­berme enseñado a salirme de mi cuerpo, sacándome de él literalmente y arrojándome en el túnel, chocando con la pared de luz, rebotando y dán­dome cuenta de que mis hijos acababan de llegar de la escuela y que yo apenas había terminado de lavar los platos del desayuno, de que acostum­brarse a desaparecer en el tiempo de este plano era algo realmente difícil, y de que yo no entendía dónde iba ni lo que estaba haciendo. De modo que tuvimos muchas sesiones de práctica.
Podéis imaginaros que él llegue y os arranque de vuestro cuerpo y os mande hasta el techo y entonces os pregunte: «¿Qué te parece la vis­ta que tienes ahora?». Y que después os arroje a un túnel —y quizá la mejor manera de describirlo sería que es como un agujero negro en el si­guiente nivel—: ser lanzado por este túnel, golpear la pared blanca y su­frir amnesia.
Además, tenéis que entender que él me hacía esto a las diez de la ma­ñana, y que cuando regresaba de la pared blanca eran las cuatro y media de la tarde. Era realmente un problema tratar de ajustarse, con el tiempo que se había perdido aquí. Tardó un buen tiempo en enseñarme cómo hacer eso, y fue divertido juguetear, aunque absolutamente aterrador en algunos momentos.
Pero para lo que él me estaba preparando era para enseñarme algo a lo que yo ya había accedido previamente a esta encarnación, y que mi destino en esta vida no era simplemente casarme y tener hijos y prospe­rar en la vida, sino superar la adversidad y permitir que sucediera lo que estaba previamente planeado, y ello incluía una extraordinaria concien­cia, lo que, por supuesto, él es.
Tratar de vestir mi cuerpo para Ramtha era un chiste. No sabía qué hacer. La primera vez que tuve una sesión de canalización llevaba tacones y una blusa, creía que iba a la iglesia. Así es que os podéis ima­ginar, si disponéis de algo de tiempo para estudiarle, cómo se vería ves­tido con un traje y con tacones, que, por cierto, no se los ha puesto en su vida.
Supongo que la esencia de lo que os quiero trasmitir es que es real­mente difícil hablarle a la gente —y quizá algún día yo llegue a hacer eso con vosotros, y a entender que habéis llegado a conocer a Ramtha, que habéis conocido su mente, su amor y su poder—, y cómo entender que yo no soy él, y que aunque estoy trabajando en ello con mucha diligen­cia, nosotros somos dos seres separados, y que cuando me habláis a mí en este cuerpo, me estáis hablando a mí, y no a él. Y algunas veces en esta última década, esto ha sido un desafío para mí en los medios de comu­nicación, porque la gente no entiende cómo es posible que un ser huma­no pueda estar dotado de una mente divina y al mismo tiempo estar se­parado de ella.
Así que quiero que sepáis que aunque veáis a Ramtha aquí afuera en mi cuerpo, es mi cuerpo, que su aspecto no es en absoluto como éste. Pero su apariencia en el cuerpo no disminuye la magnitud de quién y qué es. Y también deberíais saber que cuando hablamos, cuando empezáis a preguntarme sobre cosas que él ha dicho, es posible que yo no tenga ni idea de lo que me estáis hablando, porque cuando deje mi cuerpo dentro de pocos minutos, me habré ido a un tiempo totalmente distinto y a otro lugar del que no tengo memoria consciente. Y cualquiera que sea la duración del tiempo que él pase hoy con vosotros, para mí será probablemente entre tres y cinco minutos más o menos, y cuando regrese a mi cuerpo, todo el tiempo de este día habrá pasado y yo no habré formado parte de él. Y yo no escuché lo que os dijo ni sé lo que hizo ahí fuera. Cuando regreso, mi cuerpo está exhausto, y a veces me cuesta subir las escaleras para cambiarme y mostrarme presentable para lo que el día me ofrezca, o lo que queda del día.
También deberíais entender, como estudiantes principiantes, una cosa que se tornó obvia con el paso de los años, y es que él me ha ense­ñado muchas cosas maravillosas que supongo que la gente que no ha alcanzado a verlas ni siquiera podría soñar con ellas en sus sueños más descabellados. Y yo he visto el universo veintitrés, he conocido a seres extraordinarios y he visto el ir y venir de la vida. He visto a generaciones nacer, vivir y desaparecer en cuestión de segundos. He estado expuesta a acontecimientos históricos que me ayudaron a entender mejor qué era aquello que debía saber. Se me ha permitido caminar junto a mi cuerpo en otras vidas y ver quién era y cómo era, y también se me ha permitido ver la otra cara de la muerte. Así es que éstas son oportunidades pre­ciosas y privilegiadas, que en algún momento de mi vida obtuve el derecho de experimentar en esta vida. Hablar de ellas a otras personas me produce, en cierto modo, una desilusión, porque es difícil transmitir a gente que nunca ha estado en estos lugares cómo son realmente. Y, como un narra­dor de cuentos, lo intento lo mejor que puedo, pero aún me quedo corta.
Pero yo sé que la razón por la que él trabaja con sus estudiantes del modo en que lo hace es que Ramtha tampoco quiere eclipsar nunca a nin­guno de vosotros. En otras palabras, el quid de su enfoque consiste en venir aquí y enseñaros a ser extraordinarios; él ya lo es. Y no consiste en que él produzca fenómenos. Si él os dijo que os iba a enviar a mensajeros, os van a llegar en cantidad. No consiste en que él realice trucos enfrente de todos vosotros; eso no es lo que él es. Eso son herramientas de un avatar, que aún es un gurú que necesita ser adorado; y con él ése no es el caso.
Lo que sucederá entonces es que él os enseñará, os cultivará, y os per­mitirá crear los fenómenos, y vosotros seréis capaces de hacerlo. Y un día, cuando seáis capaces de manifestar al daros la señal, y seáis capaces de de­jar vuestro cuerpo, y seáis capaces de amar... —cuando a los ojos del in­terés humano es imposible hacer todo eso—, un día él se presentará en vuestra vida, porque estáis listos para compartir lo que es. Y lo que él es, es simplemente aquello en lo que os vais a convertir. Y hasta entonces él será diligente, paciente, con entendimiento, conocedor de todo y de cada cosa que necesitemos saber para poder aprender a ser eso.
Y lo que sí os puedo decir es que si os ha interesado lo que habéis oído en su presentación, y estáis empezando a amarlo aunque no podáis verle, eso es una buena señal, porque quiere decir que lo que era impor­tante en ti es que tu alma te urgía a desenvolverte en esta encarnación. Y puede que eso vaya en contra de tu red neuronal. Puede que tu perso­nalidad discuta y mantenga un debate contigo, pero vas a aprender que ese tipo de lógica es realmente transparente cuando el alma te impulsa hacia una experiencia.
Y puedo decir que si esto es lo que queréis hacer, vais a tener que ejercitar la paciencia y el enfoque, y vais a tener que hacer el trabajo. Y el trabajo al principio es muy duro. Pero si tenéis la tenacidad de seguir con él, puedo deciros que un día este profesor os va a dar la vuelta completamen­te. Y un día seréis capaces de hacer todas esas cosas extraordinarias que los maestros que habéis escuchado en mitos y leyendas tienen la capacidad de hacer. Seréis capaces de hacerlas porque ése es el camino. Y en última instancia esa habilidad es, singularmente, la realidad de un Dios desper­tando en forma humana.
Ahora bien, éste es mi camino y ha sido mi camino durante toda mi vida. Y si no hubiera sido importante y no hubiera sido lo que ha sido, no estaría viviendo en el olvido la mayor parte del año, en bene­ficio de unas pocas personas que vienen a tener una experiencia de la Nueva Era. Esto es mucho más grande que una experiencia de la Nue­va Era. Y también debería deciros que es mucho más importante que la habilidad de meditar o de practicar el yoga. Esto consiste en cambiar la con­ciencia a lo largo de nuestras vidas en cada punto, y en ser capaces de descolgar y dejar de limitar nuestras mentes para que seamos todo lo que podemos ser.
También deberíais saber que otra cosa que he aprendido es que sólo podemos demostrar lo que somos capaces de demostrar. Y que si dijerais: «Bueno, ¿qué es lo que me está bloqueando y no me permite hacer eso?»...; el único bloqueo que tenemos está en nuestra falta de rendición, nuestra habilidad para rendirnos, nuestra habilidad para permitir, y nuestra ha­bilidad para apoyarnos a nosotros mismos incluso ante nuestra duda neurológica o la duda de nuestra red neuronal. Si os podéis apoyar en medio de vuestra duda, abriréis la brecha, porque ése es el único blo­queo que hay en vuestro camino. Y un día vais a hacer todas estas cosas y vais a ver todas las cosas que yo he visto y que se me ha permitido ver.
Así es que sólo quería salir aquí hoy y mostraros que existo y que amo lo que hago, y que espero que estéis aprendiendo de este profesor, y, lo que es más importante, que sigáis con él.
J. Z. Knight